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Gobierno federal reparte promesas de empleo a damnificados de Juchitán, Oaxaca
Gobierno federal reparte promesas de empleo a damnificados de Juchitán, Oaxaca
Cuartoscuro
7 minutos de lectura

Gobierno federal reparte promesas de empleo a damnificados de Juchitán, Oaxaca

06 de octubre, 2017
Por: Paris Martínez (@paris_martinez)
@freddAP 

Minutos antes de las cuatro de la madrugada, la señora Guadalupe abandona la lona bajo la que se refugia desde que su casa quedó severamente dañada –con el sismo del pasado 7 de septiembre–, en la colonia Segunda Sección de Juchitán, Oaxaca, y parte en busca no más que de una promesa: sabe que irá y volverá con las manos vacías, pero una promesa es mejor que nada.

[contextly_sidebar id=”X2Q2sJyokop8xTIGVQchhvRh4K8NB1Pd”]Junto con ella, otros vecinos de la zona avanzan en la oscuridad de la madrugada hasta la estación de bomberos del municipio, y así como llegan se sorprenden al darse cuenta que no son los primeros, sino solo el más reciente eslabón de una larga cadena de damnificados que, poco después de la media noche, comenzó a reunirse, convocados a este punto por las autoridades desde un día antes, para poder integrarse al programa de “empleo temporal” que, en un futuro, será puesto en marcha en Juchitán.

Luego del sismo “mi casa quedó veteada (agrietada). No se cayó, pero quedó veteada, y somos muchas personas las que estamos así –explica la señora Guadalupe, enfundada en una blusa tradicional con bordados florales, y portando un bolso de mano con el rostro de Frida Khalo–. Yo vivo en la calle Ferrocarril, y ahí la mayoría de las casas están dañadas, y los vecinos estamos (acampando) afuera, en la calle.”

En esta condición están desde hace casi un mes, tiempo en el que, además de temblores frecuentes, han sufrido tormentas, bajas de temperatura y, quizá lo peor, un desplome de la economía local.

“Mi esposo es obrero –explica la señora Guadalupe–, y yo vendo tlayuda (platillo típico oaxaqueño). Pero ahorita no hay empleo, como se cayeron todos los edificios allá en el centro (de la cabecera municipal), no hay trabajo, está escaso: mi esposo apenas hoy pudo ir a ver si ya había trabajo. Prácticamente un mes se quedó sin trabajar. Y yo, ahorita no he vendido, porque la tlayuda es algo que las familias se dan el gusto de cenar, pero para eso hay que tener empleo, por eso la venta bajó muchísimo, porque ahorita la gente está en otra cosa. Y la comida que hay es arroz, frijol, lo indispensable.”

Para el mediodía de este jueves 5 de octubre, la fila de damnificados que comenzó a formarse a la medianoche, desde la estación de bomberos, ya había alcanzado más de un kilómetro de largo, y seguía estirándose. Los más cautos llegaron con una sombrilla para refugiarse del intenso sol, e incluso una silla, mientras que el resto aguantó de pie la insolación y las horas que se prolongaron tanto como la fila de personas necesitadas.

–¿Qué fue lo que obtuvo? –se pregunta a Guadalupe, una vez que concluyó su trámite de registro ante las autoridades.
Dicen que nos van a proporcionar un apoyo con empleo temporal –responde.
–¿Le dijeron de cuánto va a ser ese apoyo?
–No.
–¿Por cuánto tiempo se lo van a dar?
–Tampoco. Nada más nos tomaron los datos y próximamente nos estarán hablando.
–¿No le dijeron cuándo va a llegar ese apoyo?
–No.

Pero aún con esta falta total de certezas, la señora Guadalupe sonríe, se dice aliviada porque cualquier ayuda será útil. Confía en que la promesa de empleo temporal se convierta pronto en una realidad, que les permita reconstruir no sólo sus viviendas, sino su economía familiar.

Este programa de “empleo temporal” ofrecido a los habitantes de Juchitán sin embargo, no es lo que se imaginan los vecinos consultados: no implicará obtener una plaza temporal, ni un salario fijo durante los próximos meses, y mucho menos cobertura en seguridad social.

Consultado al respecto, personal del puesto de registro instalado en la estación de bomberos informó que este programa de empleo temporal (encabezado por la secretarías federales de Medio Ambiente y Recursos Naturales, de Desarrollo Social, y de Comunicaciones y Transportes) implicará el pago de 2 mil 300 pesos por familia, para que en un lapso de 15 días saquen el cascajo y escombros de los terrenos en los que estaban sus viviendas, hoy derrumbadas o severamente dañadas.

No se trata de un programa de trabajo de corto o mediano plazo, se explicó: “sólo habrá un pago, de 2 mil 300 pesos; que equivalen a 15 días de jornal, a 79 pesos, aunque el trabajo lo pueden realizar en un día, si quieren. Con eso, se espera reactivar la economía local”, detalló el funcionario consultado, quien aclaró que no podía dar su nombre porque, oficialmente, quien encabeza las labores de atención es el delegado estatal de la Semarnat, Víctor González Ilescas, quien, por cierto, no estaba en el lugar.

Tal como informaron los empleados de Semarnat consultados, los fondos destinados a este programa de empleo temporal alcanzan para atender a 8 mil 200 familias cuyas casas resultaron dañadas o derruidas por el sismo del 7 de septiembre; sin embargo, se reconoció que, para este jueves, ya sumaban 14 mil 800 las familias damnificadas en Juchitán.

El programa, pues, está rebasado.

“Sólo para la colonia Segunda Sección teníamos 800 ’empleos temporales’ –explicó uno de los funcionarios que participaban en el registro de damnificados–, pero ya para mediodía registramos a esas 800 personas, y aún falta toda la gente que está formada”, es decir, aquella cuya fila medía para ese momento más de un kilómetro de largo.

Las dos últimas personas de esta fila eran dos adultos, ya mayores, vecinos cercanos ambos, que llegaron a mediodía, creyendo que para entonces el sol habría ahuyentado a algunos interesados en los empleos temporales. Cálculo equivocado.

“Yo tengo tres hijos –explica la mujer–, mi casa se veteó en el techo, en las paredes, y ahora vivimos en el patio, en una lona que nos regalaron.”

–¿Sabe qué apoyos están ofreciendo aquí? –se consultó a la señora.

–Dicen que nos van a dar empleo, por dos meses –asegura la mujer–, y dinero para la reconstrucción, y yo lo necesito mucho, porque soy mujer sola, estoy enferma, y sólo tengo a mis tres hijos. Necesitamos trabajo, porque no hay dinero.

Cuando se le aclara que la ayuda será sólo de 2 mil 300 pesos, en una única entrega, su mirada se crispa.

afectados por el sismo en Juchitán
Este programa solo implicará el pago de 2 mil 300 pesos por familia, para que en 15 días saquen el cascajo y escombros

La Octava

La Octava Sección es, según algunos vecinos de Juchitán, una de las colonias más afectadas por el sismo del pasado 7 de septiembre, y una de las menos atendidas, ya que, aseguran, la prioridad ha sido la población que vive en el centro de la cabecera municipal, y las colonias del área urbanizada, no así las colonias marginales.

La Octava es una de esas colonias al margen, en la que los esfuerzos familiares, durante las dos últimas décadas, permitieron a la gente echar una planta, o quizás dos, a sus viejas moradas, la mayoría de las veces de forma improvisada, algo que el sismo puso a la vista.

Petrona Matus es una vecina del lugar, que mira impávida, petrificada, la casa que hace 25 años comenzó a construir.

“Mi esposo y yo compramos el terrenito, trabajábamos tanto el hombre como la mujer. Pero luego mi esposo se murió, hace 24 años, y yo me quedé sola con mis tres hijas –narra doña Petrona, sin quitar nunca la vista de su casa, del otro lado de la banqueta–. Esa casa significaba bastante, yo trabajé mucho para poder hacer los primeros cuartos, me costó mucho, y ya que tenía construida la parte de abajo, mi hija dijo que le iba a echar otros cuartos arriba, para vivir ahí con mis nietos, y ella hizo el gasto apenas hace como dos años… y ahora se va a derrumbar todo.”

Doña Petrona usa el listón con el que trenzó su cabello para limpiarse las lágrimas, que escurren primero esporádicas, y luego incontenibles.

“Esta calle se llama Rayón, aquí vivo yo, diga por favor que aquí estoy esperando ayuda. Esperando que estoy acá, día y noche, porque mi casita se va a caer.”

–¿Qué es lo que hace aquí? –se pregunta a la mujer, sentada en la banqueta.

–Estoy enfrente de mi casa, aunque se va a caer, estoy enfrente para cualquier cosa. Estoy esperando que lleguen a tirarla.

La calma, explica, es lo que le han pedido sus hijas mantener, y agradecer a dios por no haber muerto sepultadas por la construcción, y así hace, “agradezco a dios”, pero luego su calma se viene abajo, todo su rostro se constriñe en un lamento, y con furia lanza: “Pero cómo no voy a llorar por mi casa”, y su mano, casi hueso y piel solos, se extiende como intentando acariciarla, apuntalarla, mantenerla en pie.

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Etiquetas:
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Imagen BBC