[contextly_sidebar id=”PfTWitb3pR8GjsFt3Y2cX74gZ06u6OfT”]En apenas dos meses, entre el 16 de diciembre de 2016 y el 22 de febrero de este año, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió tres recomendaciones por casos en los que se forzó a mujeres a implantarse un Dispositivo Intrauterino (DIU) como método anticonceptivo, o a esterilizarse sin su consentimiento mediante una ligadura de trompas.
Sin embargo, la organización Grupo de Información de Reproducción Elegida (GIRE), advirtió que la cifra negra de casos no denunciados “es mucho mayor”. Y como muestra, expuso que en solo dos semanas del pasado mes de febrero recibió 10 testimonios de mujeres que denunciaron presiones de sus médicos para implantarse un DIU.
El caso de María, quien pidió omitir su verdadera identidad, es uno de esos testimonios. En entrevista con Animal Político, la joven narra cómo hasta en tres ocasiones fue presionada por médicos y enfermeros para que, a través de amenazas y engaños, aceptara un método anticonceptivo.
Por su parte, personal médico consultado para este reportaje subrayó que la implantación de un DIU, o de cualquier otro método, “nunca” debe producirse bajo presión ni coacción, sino de manera “libre, informada y consentida por la paciente”. Ya que, de lo contrario, se estaría incurriendo en una mala praxis violatoria de derechos humanos.
Primer intento.
María, de 24 años de edad, yacía en una camilla envuelta entre sudores y los nervios propios de un parto, mientras unos enfermeros le agujereaban el brazo en busca de una vena donde inyectarle la anestesia.
-Firma aquí te digo. ¿O acaso quieres traer más niños al mundo y que tú y el bebé acaben muertos?
Aletargada por el efecto de la intravenosa, María observó que el doctor le dejó a un costado de la camilla una hoja en la que, a falta de su firma, daba su consentimiento para que después de la cesárea le implantaran un Dispositivo Intrauterino (DIU); un método anticonceptivo que consiste en una pieza de material de plástico que puede tener forma de T, espiral, o triangular, que se coloca en el interior del útero para impedir el anidamiento del óvulo fecundado.
-Tienes que ponerte el DIU –le volvió a ordenar el médico-. No seas irresponsable.
María, que llegó de urgencias al hospital porque su bebé se estaba quedando sin líquido amniótico, escuchó el regaño con el latigazo de las contracciones oprimiéndole el abdomen.
–No quiero ponerme el DIU, ni ligarme las trompas. Ya se lo dije: me cuidaré con el condón.
Esta no era la primera vez que los médicos la presionaban para que se implantara un DIU. En entrevista, María recuerda que unos meses antes, durante una de las consultas prenatales en su centro médico del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en la Ciudad de México, una trabajadora social también le advirtió que si su pareja no se esterilizaba haciéndose la vasectomía, ella debía ponerse un DIU.
“La trabajadora nos advirtió que si elegíamos el condón como método anticonceptivo para después del parto, que no esperáramos que los médicos nos dieran una buena respuesta. Desde ahí ya empezaron las amenazas”, cuenta María.
Y en efecto, la respuesta de la joven de 24 años asegurando que usaría el preservativo para no quedarse embarazada, no le gustó al doctor.
Enojado, tomó la tabla donde venía la hoja de ‘consentimiento informado’ y la puso de nuevo junto a María.
-¿Si sabes cuáles son los riesgos si te quedas de nuevo embarazada? –volvió a la carga-. Ya no queremos más niños, ni que acabes muerta. ¿Qué no entiendes? Firma ya el consentimiento.
Pero María rechazó de nuevo la hoja.
Y entonces, vino la amenaza del médico, quien a minutos de pasar a la joven a la sala de parto le aseguró que si no firmaba el consentimiento se quedaría “bajo su propio riesgo”, puesto que “el seguro ya no se haría cargo de nada”.
Respirando hondo para tratar de calmar los nervios que le secaban la boca, María protestó ante la amenaza de doctor.
-O sea, cómo. ¿Si no me pongo el DIU ya no me van a atender?
-Le atenderemos porque no nos queda de otra –le espetó el doctor-. Pero es usted una irresponsable. Y por eso hay tantos niños que no son atendidos como debe de ser.
Segundo intento.
Eran las tres y media de la madrugada.
María ya dio a luz a su hijo, pero la cesárea la dejó con fuertes dolores post-parto y con la preocupación de que su bebé estaba hospitalizado en otra sala por unos problemas respiratorios.
Agotada físicamente y mentalmente, la joven trataba de descansar un poco sobre la camilla, cuando escuchó el chirrido de una puerta que se abría y observó a un enfermero dirigirse hacia ella.
-¿Ya ha pensado qué método anticonceptivo se va a poner? –le preguntó para enseñarle, otra vez, la hoja de ‘consentimiento informado’ para la implantación del DIU.
María rechistó molesta. Le dijo que ya era la segunda vez que le insistían y que ya ha había dejado claro que su método anticonceptivo era el condón.
Pero el enfermero trató de convencerla; esta vez no con la amenaza de no atenderla, como dijo el doctor, sino metiéndole miedo.
-Mire señora, si usted no se pone ahora mismo el DIU hay una gran posibilidad de que usted y el bebé se mueran en el próximo parto. Y además, la lactancia para el bebé que ya nació también va a ser mala. Usted verá.
A punto de explotar, María le respondió que es mentira que la calidad de la lactancia dependa de un DIU y le pidió que la dejara recuperarse en paz.
“Quisieron engañarme varias veces, pero gracias a que yo sí estaba informada no firmé nada, ni me puse ningún anticonceptivo que yo no quería”, asegura la joven.
Y añade: “Porque si no estás informada lo fácil es que pienses: ‘Bueno, son mis médicos y confío en ellos’. Y acabas haciendo todo lo que te ordenan a lo menso”.
Tercer intento.
Ya era de día. María se despertó preocupada por el estado de salud de su bebé. Era sábado y le dijeron que hasta el lunes no podría tenerlo de nuevo entre sus brazos porque estaba muy frágil y tenía que recuperarse de sus problemas respiratorios.
En la habitación, otras dos jóvenes estaban hospitalizadas junto a María, pero por otras operaciones que nada tenían que ver con un parto.
La puerta se abrió de nuevo y una doctora entró. Se acercó a María con la hoja de consentimiento y le advirtió –sí, otra vez- que si no se ponía el DIU, ella y el bebé tenían muchos boletos para morir en un hipotético segundo parto.
Esta vez, María optó por no repetir el tema del condón y le trató de explicar a la médica que, además de que no quería el DIU por decisión personal, le diagnosticaron hace años unos quistes en el ovario izquierdo de tipo invasivo, que a pesar de que no le implican un riesgo para su vida, sí acabarán avanzando por las trompas hasta llegar a la matriz.
-Decidí embarazarme ahora por si más adelante me tienen que extirpar la matriz y me quedo estéril –argumentó María.
Pero su explicación tampoco convenció a la médica.
-Eso no es excusa –contestó hosca-. Es tu responsabilidad que no te cuides y quieras traer más bebés al mundo sin que te importe si les das una buena calidad de vida.
Molesta, María le replicó que la calidad de vida de su hijo es cosa suya y de su pareja. Pero la doctora no la dejó terminar y apuntándola con el dedo la humilló públicamente presentándola como “mal ejemplo” ante las otras dos jóvenes que estaban en la habitación.
-Esto es lo que ustedes no deben hacer –dijo con retintín y elevando el tono de voz.
-No sean unas inconscientes y cuídense para no traer bebés al mundo que no van a cuidar después –insistió la médica, mientras las muchachas observaban a María con el ceño fruncido y negando con la cabeza.
Postdata.
Ha pasado un mes desde que María regresó a casa con su bebé.
La joven cuenta que está contenta porque su hijo, que ya dejó de llorar tras despertarse para comer, está superando bien los problemas respiratorios Aunque cuando recuerda los hechos que narró para esta entrevista, dice que todavía no puede evitar sentirse enojada.
“Se supone que el primer parto es algo muy especial en la vida de una mujer. Pero en mi caso, lejos de ser una experiencia bonita, los médicos me hicieron vivir una situación muy desagradable”.
María traga saliva y continúa.
“Los doctores escogieron el momento donde, como mujer, yo estaba más vulnerable tanto física como emocionalmente para presionarme con el DIU. Sabían que estaba muy mal y que hormonalmente me encontraba muy desequilibrada, y aún así intentaron engañarme varias veces para que accediera a ponérmelo”.
Por eso, María dice que acudió a la organización civil Grupo de Información de Reproducción Elegida (GIRE) para contar lo que le sucedió a través de la campaña #Anticoncepciónforzada, y animar a otras mujeres a que también denuncien si fueron presionadas, engañadas, u obligadas, a colocarse un método anticonceptivo.
Médicos consultados para este reportaje admitieron que casos como el de María se han repetido en México, aunque matizaron que, en su experiencia, se trata de casos puntuales de mala práxis médica que se deben “erradicar”.
Cuestionados por qué se insta a las mujeres a implantarse un DIU después del parto, una de las doctoras entrevistadas explicó que se “recomienda” este método anticonceptivo a las pacientes, especialmente si han tenido más de tres bebés, o si han tenido partos previos por cesárea, “porque un nuevo embarazo antes de los dos años post-parto puede poner en riesgo el útero”.
“Antes de los 13 meses entre un bebé y otro es lo que llamamos periodo intergenésico corto –expuso-. Y en ese periodo existe un riesgo para las mujeres embarazadas debido a que el útero, que no se ha regenerado por completo entre un embarazo y otro, puede no resistir el peso del bebé y romperse”.
Por ello, recomiendan –insiste en que siempre es “recomendación”– la colocación de “un método anticonceptivo de barrera” (DIU), y desaconsejan “los hormonales, orales e inyectables, debido a la gran cantidad de hormonas que llevan”, señaló la doctora, quien además precisó que “después de los seis meses de colocado el DIU a la paciente, éste se puede retirar si la paciente así lo desea para iniciar con un anticonceptivo hormonal”.
En cualquier caso, la médica insistió en que la implantación de un DIU, o de cualquier otro método anticonceptivo, “nunca” debe producirse bajo presión ni amenaza, sino de manera libre, informada, y consentida por la paciente.