No obstante la mayoría de ellas defienden que esta tradición ancestral debe continuar, por la identidad espiritual y cultural de Nepal.
La kumari es venerada e idolatrada por algunos de los hinduistas del país, como también por budistas nepalíes.
Existen muchas kumaris a lo largo de todo el territorio nepalí -en algunas ciudades hay varias de ellas-, pero la más conocida es la kumari real de Katmandú.
Denuncia de grupos defensores de derechos
Las kumaris viven confinadas en templos en los que miembros de su familia se encargan de cuidarlas.
Su confinamiento durante toda la infancia ha llevado a organizaciones defensoras de derechos humanos a denunciar su situación.
Subin Mulmi, abogado y humanista nepalí, le dijo a la BBC que la estricta norma de pureza y aislamiento en torno a la kumari es una atentado contra la libertad y la educación de las niñas.
En 2008, la Corte Suprema de ese país ordenó una investigación sobre las condiciones de vida de las kumaris.
Una vez finalizada, el alto tribunal dictaminó que las jóvenes debían tener más libertades y que se debía acordar darle un mayor espacio a la educación.
Pero a pesar de ello, hoy la vida de las kumari sigue prácticamente igual.
Aunque a los ojos de muchos nepalíes que viven en la pobreza es mejor crecer en la piel de una diosa, aun viviendo prácticamente enclaustrada, que en la calle.