Cuando Charles King, del Servicio de Noticias Sudafricano, informó sobre la independencia de Botswana en septiembre de 1966, describió al país como un “gran terreno sin caminos” con poco que celebrar.
Dos años de sequía y malas cosechas habían llevado “el caos y el hambre a sus campesinos dispersos”, dijo entonces King, añadiendo que el recién formado país tenía pocas esperanzas de estabilidad económica.
En ese momento, en un país del tamaño de Francia, había sólo 12 kilómetros de carreteras pavimentadas, pocos hospitales y la mayoría de la gente dependía de la agricultura de subsistencia.
Cinco décadas después Botswana es aclamado como una historia de éxito de África.
La agencia de desarrollo de las Naciones Unidas, (UNDP, por sus siglas en ingles), describe a Botswana como “uno de los verdaderos éxitos del desarrollo económico y humano de África”.
Esto es evidente al llegar a Gaborone, capital de Botswana. Las calles están limpias y ordenadas, el tráfico fluye con facilidad y se ven modernos edificios de cristal reflejando un cielo azul claro.
A diferencia del caos post-colonial de tantas capitales africanas, las cosas funcionan aquí, y funcionan bien.
Greg Mills de la Fundación Brenthurst, un grupo de investigación económica independiente en Johannesburgo, dice que la transformación es “resultado de una visión a largo plazo, estabilidad política y gobiernos prudentes”.
Y, podría haber añadido, suerte.
Botswana tuvo dos grandes golpes de fortuna: enormes depósitos de diamantes y vastas zonas vírgenes de desierto, donde los grandes felinos andan libres y hay más elefantes que en cualquier otro lugar del mundo.
Ambos han ayudado a que en 50 años la riqueza per cápita del país haya aumentado más de 100 veces.
El gigante de la minería de diamantes De Beers ya estaba realizando prospecciones en el país en 1969, cuando se anunció que había encontrado formaciones rocosas importantes con las piedras preciosas.
Para la década de 1980, Botswana era el mayor productor del mundo de la gema.
Una gerencia sabia llevada a cabo por los líderes de Botswana ha hecho que el país evite la “maldición de los recursos” que ha llevado a desperdiciar la riqueza mineral en Nigeria y en otros lugares.
Kebapetse Lotshwao, profesor de política de la Universidad de Botswana, dice quelas primeras cuatro décadas de la independencia han sido especialmente exitosas.
“El país tuvo la suerte de tener líderes como Seretse Khama y Ketumile Masire (los dos primeros presidentes),” dice.
Ellos pusieron el desarrollo por encima de todo lo demás. Usaron la ayuda internacional para el desarrollo y los crecientes ingresos por los diamantes para invertir fuertemente en servicios sociales como la salud y la educación.
Se registró una caída de la pobreza (aunque una quinta parte de la población sigue estando por debajo de ese umbral) mientras que las tasas de salud y alfabetización son altas, y la asistencia a la escuela primaria hasta los 13 años es de casi el 90%.
Muchos niños también van a la escuela secundaria.
Hoy, sin embargo, a algunos les preocupa que Botswana haya alcanzado una meseta. El desempleo es persistentemente alto. Llega a casi un 20%.
Se ha avanzado poco en la diversificación de la economía del país hacia otros renglones distintos a los diamantes y el turismo.
Por otra parte, la epidemia de vih/sida en el país inflige una pesada carga, mientras que la reciente sequía en África meridional ha afectado a los agricultores de subsistencia.
Pero hay otras cuestiones que están empañando la reputación de Botswana.
El Partido Democrático de Botswana (BDP), que ha gobernado desde la independencia, está perdiendo su popularidad.
El descontento político va en aumento y, dicen los críticos, el gobierno es cada vez más autoritario. Los periodistas que investigan casos de corrupción han sido detenidos y acosados.
Un informe de Freedom House, una organización de promoción de derechos democráticos de Estados Unidos, también informa que hay mucho “amiguismo” en la economía.
“Casi no hay restricciones sobre las actividades empresariales privadas de los funcionarios públicos (incluyendo el presidente, que es un importante empresario en el sector del turismo) y los lazos políticos a menudo desempeñan un papel en la adjudicación de los empleos del gobierno y de las licitaciones”, dice.
Lotshwao asegura que el gobierno “no ha distribuido uniformemente los frutos del desarrollo y el crecimiento económico”.
“Hay una necesidad de encontrar una manera de cerrar la brecha entre los ricos y los pobres”, argumenta.
“Tal como están las cosas, esto no es bueno en el largo plazo ya que los perdedores podrían llegar a sentirse excluidos, una situación que puede conducir a la inestabilidad política”.
Lotshwao sostiene que el país necesita una reforma política para distribuir el poder detentado por el presidente Ian Khama, hijo del primer líder después de la independencia de Botswana.
“La democracia de Botswana no ha progresado a lo largo de los años”, dice.
En cuanto a la economía, asegura Mills, Botswana “debe diversificarse”.
Como el economista Michael Lewin ha señalado en un informe del Banco Mundial, hay una tradición local llamada kgotla, en donde los miembros de la comunidad se sientan y hablan durante horas hasta que un problema se resuelve.
A medida que parece acercarse el fin de la riqueza proveniente de los diamantes de Botswana, los viejos procedimientos de kgotla pueden ayudar a encontrar un camino hacia el éxito en el siglo XXI.
Han surgido problemas, pero el consenso ha sido la forma de gobierno de Botswana desde mucho antes de la independencia.
Es posible que sus ciudadanos hoy sean capaces de encontrar una manera de salir de sus crecientes dilemas.