[contextly_sidebar id=”bBGCj1APt9Z2C7CoNnKcIlZSytUuDLwG”]No tienen la fama de Usain Bolt o de Michael Phelps y es poco probable que conquisten una medalla, pero 10 atletas pasarán a la historia por ser parte de la primera delegación de refugiados que participa en unos Juegos Olímpicos en Río 2016.
Encabezados por Rose Nathike Lokonyen, la corredora de 800 metros que portó la bandera, los 10 deportistas protagonizaron uno de los momentos más emotivos de la inauguración de Rio 2016 al desfilar como una más de las delegaciones que participan en la justa deportiva.
La irrupción en la escena deportiva mundial de estos 10 atletas —cinco de Sudán del Sur, dos de Siria, dos de la República Democrática del Congo y uno de Etiopía— ocurrió minutos antes que la delegación de Brasil desfilará en el Estadio Maracaná.
Así, Anjaline Nadai Lohalith, originaria de Sudán del Sur y refugiada en Kenia, participará en la prueba de 1500 metros de atletismo, mientras que su compatriota Rose Nathike Lokonyen correrá los 800 metros.
Yolande Bukasa Mabika, de la República Democrática del Congo y refugiada en Brasil, participará en judo en la categoría de menos de 70 kilos. Yusra Mardini, de Siria y refugiada en Alemania, competirá en los 100 metros de natación.
Por los hombres, el sirio y refugiado en Bélgica, Rami Anis será uno de los participantes en los 100 metros de natación, mientras que Yiech Pur Biel, originario de Sudán del Sur y refugiado en Kenia, correrá los 800 metros junto con James Nyang Chiengjiek, quien vive la misma situación.
El maratonista Yonas Kinde es originario de Etiopía y refugiado en Luxemburgo. Paulo Amotun Lokoro va por los 1500 metros y Popole Misenga competirá en judo, en la división de menos de 90 kilos.
Yusra Mardini nadó para escapar de la guerra en Siria. La embarcación en la que viajaba estaba a punto de hundirse y esta atleta se lanzó al agua junto con su hermana para arrastrar la nave durante unos 5 kilómetros hasta las costas de Grecia.
A sus dos años, Yolande Bukasa Mabika fue separada de sus padres y comenzó a practicar judo en un orfanato. En 2013 y luego de sufrir abusos, Bukasa escapó y ahora compite como refugiada en los Juegos Olímpicos.
Rami Anis comenzó a nadar a los 14 años. Debido a los enfrentamientos por la guerra en Siria, sus padres lo enviaron a Turquía, país del que fue expulsado, por lo que se refugió en Bélgica, donde se ha entrenado durante los últimos años.
A los 13 años, James Nyang Chiengjiek huyó de los rebeldes, que forzaban a todos los niños a convertirse en soldados y se refugió en Kenia, donde aprendió a correr en una escuela. Luego de 15 años este atleta consiguió su sueño de participar en unos Juegos Olímpicos.
A sus 9 años, Popole Misenga tuvo que salir de la República Democrática del Congo y llegó a un centro para niños huérfanos, donde conoció el Judo, disciplina en la que competirá en Río 2016.
Al hablar de Sudán del Sur, Paulo Amotun Lokoro señala que solo sabe que su país ha estado en guerra durante toda su vida, por lo que buscó refugio en Kenia, donde comenzó a correr.
Perseguido y amenazado de muerte, Yonas Kinde abandonó Etiopia para refugiarse en Luxemburgo, en donde vive de su empleo como taxista. Rinde comenzó a correr en sus ratos libres y logró un tiempo de 2 horas y 7 minutos en el maratón de Alemania, por lo que ahora compite en esa disciplina en Río 2016.
Otra de las integrantes de este grupo de atletas que fue separada de sus padres es Anjelina Nadai Lohalith, quien sueña con reencontrarse con su familia, por lo que comenzó a correr con la esperanza de participar en competiciones que le den la estabilidad económica que necesita, para rescatar a sus padres.
A Yiech Pur Biel le encantaba el futbol, aunque su mejor desempeño ocurre cuando corre, por lo que ahora compite en los 800 metros planos, mientras que Rose Nathike Lokonyen corre con la esperanza de inspirar a otros refugiados y unir a su pueblo.