Comillas de menos, esa, básicamente, fue la explicación de la presidencia de México ante la acusación de que Enrique Peña Nieto había plagiado en su tesis de grado.
A Peña Nieto lo señala una investigación liderada por la periodista mexicana Carmen Aristegui que asegura que la tesis de grado del presidente mexicano“plagió al menos 197 párrafos de los 682 que integran el texto”.
Además, señala la investigación publicada en el sitio Aristegui Noticias, “51 párrafos tienen alguna cita incorrecta, 18 citas robadas y 120 fueron bien citados”.
Fue hace 25 años, antes de la era de internet y cuando los computadores eran prácticamente un lujo en América Latina.
La parte más grave, según acusa el informe, tiene que ver con el capítulo IV de su tesis, donde “Peña Nieto copió uno tras otro los párrafos que aparecen de la página 36 a la 39″ del libro “Estudios de Derecho Constitucional” del expresidente Miguel de la Madrid Hurtado, sin citarlo ni mencionarlo “en ninguna parte de su texto”.
La Universidad Panamericana, de la que egresó como abogado Peña Nieto, dijo en un comunicado que el equipo de Aristegui no consultó a la institución sobre el caso y que la Facultad de Derecho está a cargo de revisar lo relacionado a este tema.
Tras el escándalo desatado por la publicación, un vocero de la presidencia de México señaló:
“El licenciado Peña Nieto presentó esa tesis hace 25 años. Cumplió con los requisitos (…) para titularse como abogado.
“Por lo visto, errores de estilo como citas sin entrecomillar o falta de referencia a autores que incluyó en la bibliografía son, dos décadas y media después, materia de interés periodístico”, continuó el vocero con un evidente dejo de ironía.
Pero, más allá de un problema de atribución, ¿qué se entiende por “plagiar”? Y, ¿por qué América Latina parece ser más flexible con sus autoridades acusadas de plagio que otras regiones?
Si como punto de partida tomamos el Diccionario de la Real Academia Española, “plagiar” es “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”.
Fuente: Pontificia Universidad Católica de Chile
Pero las ideas en sí no están protegidas por ley, por lo que es difícil probar el “robo” de una. Lo que sí está protegido por ley, bajo derecho de autor, es el proyecto detrás de esa idea.
Un estudio de alcance global realizado por Turnitin, la marca proveedora de uno de los principales softwares para detectar plagios, señaló a cuatro países de América Latina como los que más presentaron contenido no propio en sus trabajos de grado aparte de Japón, Corea del Sur y China.
Un 12% de tesis analizadas provenientes de México, Brasil, Colombia y Perúcontenían más de un 50% de contenido no original. En el caso de Asia Oriental, se trató del 14%.
El informe, llamado “Integridad académica en un mundo digital: índice global de plagio en la educación secundaria y superior”, tomó como muestra el año académico 2013-2014 para analizar casi 100 millones de trabajos de educación secundaria y superior provenientes de Norteamérica, Latinoamérica, Europa, Reino Unido, Oceanía, África, Oriente Medio y Asia Oriental.
Y una encuesta realizada a 1.194 estudiantes de pregrado de la Universidad de Los Andes en Colombia en 2004 arrojó que un 47,8% admitió haber utilizado ideas sin citar, 47,7% copiar o parafrasear y 30% copiar y pegar desde internet, según se lee en un informe redactado por José Fernando Mejía y Claudia Lucía Ordóñez.
Pero estos no son los únicos países latinoamericanos en donde la práctica supone un problema.
“El plagio ha generado una mayor preocupación en nuestra institución en los tiempos recientes“, le dijo a BBC Mundo Andrea Leisewitz, coordinadora de Ética en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Hace tres años, se creó la oficina de Ética donde trabaja Leisewitz con el objetivo de enfrentar la problemática. Y el año pasado se puso a prueba un software para detectar plagio que pudiese aplicarse desde los trabajos de pregrado hasta los de doctorado.
De confirmarse un plagio, las sanciones pueden ir desde reprobar el curso para el que se presentó el trabajo hasta ser expulsado de la universidad, explicó Leisewitz.
Sin embargo, enfrentarse con duras consecuencias al cometer esta falta no parece ser la norma en la región, según señaló a BBC Mundo Raúl Trejo, doctor en Sociología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e investigador titular en el Instituto de Investigaciones Sociales de esa institución.
“El problema no es el internet, porque así como es más fácil perpetrar el plagio, es más fácil detectarlo. El problema es la insuficiente sanción“.
Trejo enseña en la UNAM desde 1974 y en cuatro décadas ha notado cómo los casos de plagio a veces “no son ventilados” de manera abierta y no siempre se sancionan “con el rigor que requeriría este asunto”.
Pero, ¿pasa lo mismo con los políticos?
En Alemania, el exministro de Defensa Karl-Theodor zu Guttenberg perdió su grado de doctor en 2011 al descubrirse que plagió en su tesis. Poco después, en marzo del mismo año, el funcionario del gobierno de Ángela Merkel renunció.
En 2012, el presidente de Hungría, Pál Schmitt, renunció al descubrirse que había plagiado su tesis de doctorado.
Sin embargo, algunos piensan que en México el incidente no pasará a mayores.
“La sanción es social y moral. Se confirma que, por desgracia, nuestro presidente (Peña Nieto) ha cometido prácticas alejadas de la ética pero esto no implica que deje de tener el mandato que le dieron los ciudadanos”, señaló Trejo.
Un ejemplo reciente en América Latina fue el del candidato a la presidencia de Perú, César Acuña Peralta, quien fue acusado de haber copiado varias páginas en su tesis de maestría sin citar las fuentes.
A pesar de haber sido un duro golpe a su candidatura, Acuña no se retiró hasta que la autoridad electoral lo invalidó por infringir la norma de no repartir dinero durante la campaña.
Para Andrea Leisewitz, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, sancionar a los que están en el poder sería una forma de enseñar.
“Es una forma de decir que no es correcto plagiar ni para los más poderosos, ni para los menos poderosos. Para nadie”, concluyó.