V. es un campesino de 73 años, que ha pasado toda su vida en Huitzo, un pueblo que queda a mitad de camino entre la ciudad de Oaxaca y Nochixtlán.
[contextly_sidebar id=”0CPO7e5m5aooSCkKoX0fnLCmC2OwNjEd”]La edad, la vida entera de trabajo en el campo y una operación en la rodilla practicada hace algunos años, obligan a V. a caminar muy lentamente, avanzando apenas unos centímetros en cada paso, siempre encorvado sobre un bastón.
Aún así, V. es un hombre que ama el campo, y por esa razón camina cada día un kilómetro, desde su casa hasta su parcela, ubicada a las afueras del poblado, para alimentar a su “burrito”, y para cultivar alfalfa.
La parcela de V. está a un lado de la caseta carretera de Huitzo, en la cual, el pasado 19 de junio, simpatizantes del movimiento magisterial montaron un bloqueo carretero, con la intención de dificultar el operativo policiaco que en ese mismo momento se realizaba en la localidad vecina de Nochixtlán.
V., sin embargo, no era parte de la manifestación.
“Yo fui a la parcela –narra– para darle de comer al burrito, para cuidar mi alfalfa, porque ya no puedo cultivar otras cosas, ya me canso y no puedo estar mucho tiempo parado. Y la alfalfa no necesita tanto trabajo para crecer”.
Desde su parcela, alrededor de las 9:00 de la mañana, V. se percató de que muchos de sus vecinos comenzaban a congregarse en la caseta carretera, por lo que decidió apurar su faena y volver lo más pronto posible a casa.
Una hora después, alrededor de las 10:00 de la mañana, a la caseta carretera llegó un contingente de la Policía Federal, apoyados con un helicóptero, con la intención de retirar el bloqueo de Huitzo, y al ver a sus vecinos huir de la carretera, V. también emprendió el camino a casa, llevando consigo a su burro, pasito a pasito.
Fue entonces que “pasaron varios policías, unos ocho, venían desde la autopista, gritando cosas a la gente, oí cosas como ‘oaxaqueños frijoleros’, mentando madres, pues, aventando piedras y todo… Y yo, lo único que les dije fue que no hablaran así, porque está mal, ¿o no? ‘Fíjense cómo hablan’, les dije, y con eso nomás se me fueron encima tres policías”.
Un golpe en el rostro echó al anciano de 73 años al suelo, y ahí fue pateado por los tres policías en todo el cuerpo.
Luego, ahuyentaron a su burro y se fueron, no sin antes arrojar lejos el bastón con el que V. camina.
“Se llevaron el bastón –narra, enojado–, les dije todavía yo ‘échenme mi bastón, para que yo camine’, pero qué me lo iban a entregar, lo tiraron por ahí… ‘aprovechados’, les grité… cómo pueden pegarme así”.
Como prueba, V. exhibe su torso, lleno de moretones, su brazo derecho, morado e inflamado, así como los abultamientos detrás de su oreja y en la espalda.
El reporte del examen médico practicado a V. señala que este anciano de 73 años presenta “múltiples lesiones dolorosas a la palpación en la región del cráneo; brazo derecho con inflamación importante en hombro, que le imposibilita el movimiento; dolor a la palpación de toda el área dorsal y lumbar, con agudización en áreas renales; dolor en ambas extremidades inferiores”.
Los policías federales “actuaron como cobardes –señala X., hermana de V.–, ¿cómo pueden pegarle a un hombre grande, con bastón, patearlo en montón? Eso no tiene otro nombre. Eso es de cobardes”.
Las siete víctimas mortales que ese día dejó el operativo policiaco en Nochixtlán, la comunidad vecina, restó atención pública a los hechos ocurridos de forma paralela en Huitzo, en donde no hubo muertos ni heridos de bala, pero sí decenas de personas lesionadas por la policía, e intoxicadas por los gases lacrimógenos que se arrojaron contra la población, lo mismo desde posiciones en tierra, que desde el helicóptero que la Policía Federal empleó en estas acciones.
Tal como narran testigos que participaron en los hechos, el bloqueo montado por simpatizantes del movimiento magisterial en Huitzo, el pasado 19 de junio, era custodiado por menos de 30 personas, sin embargo, tal como ocurrió en Nochixtlán, los vecinos de Huitzo salieron en apoyo a los manifestantes, cuando la policía arremetió contra ellos.
“Como a las 7:00 de la mañana nosotros vimos pasar el convoy de camiones de la policía (federal y estatal) con rumbo a Nochitlán –narra el maestro I.–, eran como 25 camiones, y entonces, los vecinos de Huitzo comenzamos a salir a la carretera. Y para las 9:00 de la mañana, decidimos bloquear el paso, para impedir que enviaran más policías desde Oaxaca a reforzar el operativo en Nochixtlán”.
Para ese momento, explica el maestro I., desde Nochixtlán comenzaban a llegar informes de familiares y conocidos, reportando que la Policía Federal estaba disparando con armas de fuego en contra de la población.
“Pero nosotros no teníamos más que piedras para aventarle a los policías, entonces, cuando empezaron a lanzar gas, “la gente entonces se replegó un poco, corrimos hacia las lomas que están junto a la carretera, y los policías se vinieron detrás de nosotros. Afortunadamente no hubo heridos de bala, la policía usó nada más sus toletes, estuvo el forcejeo muy duro, la población indignada resistió bastante, hasta que llegaron los helicópteros, aventando más gas, y entonces sí lograron replegarnos”.
Alrededor de las 11:00 de la mañana, la señora X., la hermana de V., fue avisada de que al anciano lo habían golpeado en su parcela, y que ahí permanecía, lesionado. X. es una señora de edad avanzada también, pero recia, de carácter fuerte.
“Yo estaba aquí en la casa –narra ella– cuando me vinieron a avisar, y no lo pensé dos veces: me subí a la camioneta (una vieja pick up) y me fui a toda velocidad a la parcela. Recogí a mi hermano como pude y no sé ni cómo (por la falta de espacio), pero le di vuelta a la camioneta sobre la misma vereda y me regresé… pero así como arranqué, empezaron a lanzarme bombas de gas desde el helicóptero, ¡parecía una guerra!”
“Yo aceleré lo más que pude, nomás rogando a dios que la camioneta no se me fuera a quedar por los brincos, y entonces me encontré gente que venía también huyendo, y me paré para que se subieran a la camioneta, y más bombas nos aventaban… todo pasó muy rápido, entramos al pueblo, a la zona habitada, y el helicóptero nos siguió, ya sin aventar nada, entonces metí la camioneta a la casa, bajé a mi hermano y a las demás personas, y luego me volví a llevar la camioneta lejos de la casa, por temor a que fueran a volver…”
Durante un recorrido por la parcela de esta familia de campesinos se constató que en distintos puntos del área quedaron los restos de al menos una decena de granadas de gas lacrimógeno.
Entre los matorrales, además, pudo localizarse el bastón arrebatado a V. por sus agresores.