[contextly_sidebar id=”rRZYoNDgwX5FBHVPrnbNkwhRU1fE4XVh”]-Nadie, absolutamente nadie, me va a detener. Ni los diputados, ni los senadores, ni Peña Nieto. Nadie.
Mientras habla tratando de ahogar las lágrimas, Elsa sostiene entre sus rodillas una computadora portátil en la que corre un video que muestra a una bebé con los ojos cerrados, respirando con dificultad e inundada de cables y tubos de plástico.
-Nadie va a conseguir que deje de darle esto a Valeria –insiste la mujer mostrando a la cámara una jeringa con un líquido aceitoso-. Porque mi hija ya no es esa niña del hospital, cuando me dijeron que sólo estaban esperando a que falleciera. No -sentencia-. Valeria ahora está bien y nadie me va a quitar eso
Elsa sostiene en su mano derecha es una jeringuilla con unos miligramos en su interior de aceite de mariguana. Un preparado artesanal que ha comprado en el mercado negro por unos 800 pesos, y que alguien ha elaborado mezclando alcohol etílico con un concentrado extraído del cogollo de la planta de mariguana.
A pesar de lo rudimentario de su elaboración y de que es un producto actualmente prohibido por la ley mexicana, Elsa y su esposo Javier aseguran al unísono que darle este preparado de mariguana a su hija de tres años para tratar su epilepsia infantil no es producto de una locura, sino de un proceso lento, supervisado por doctores y abogados, y para el que previamente probaron sin éxito con muchos otros medicamentos convencionales.
Incluso, Elsa asevera que la mitad de un grano de arroz de ese líquido viscoso que sostiene en la mano le ha salvado la vida a Valeria. Una niña ojos dulces, que desde los cuatro meses de edad ha resistido peregrinajes por hospitales en busca de remedios que paliaran, o al menos controlaran, las más de 400 crisis convulsivas que sufría al día por culpa del síndrome Lennox-Gastaut; un tipo de epilepsia infantil grave que, como el síndrome de West –otro tipo de epilepsia infantil- se caracteriza por ser resistente a los fármacos, y por provocar crisis convulsivas y retrocesos en el desarrollo psicomotriz de los menores.
-Valeria pasó dos años de continua hospitalización -narra Elsa tras recuperar el semblante sereno en el rostro-. La última vez que la internamos, los doctores me dijeron que ya no podían hacer nada por ella. Por eso les pedí que me la entregaran para que pasara sus últimos días en casa.
A continuación, respira hondo y entorna los ojos oscuros. Mira hacia el suelo con aire turbado y recuerda que luego vinieron meses “muy malos” de convulsiones, crisis y de medicamentos inútiles que carcomían el diminuto estómago de Valeria. Aún así, comenta, decidieron no llevar más a su hija al hospital y se volcaron en la búsqueda de “otras alternativas” como el uso de la mariguana medicinal.
Fue entonces cuando vía Facebook contactaron a varías familias de Chile, donde ya se comenzaba a debatir el uso terapéutico del cannabis en niños con epilepsia grave. Y a través del grupo, llegaron hasta el caso de una mamá en la Ciudad de México que, sin tiempo para esperar a que la ley o los legisladores se pusieran de acuerdo, le daba aceite de mariguana artesanal a su hijo para combatir las crisis.
–Ya no teníamos ninguna esperanza con Valeria, porque los medicamentos no le hacían efecto –suspira Elsa sin soltar la jeringa-. Y fue por eso, por lo que nosotros también comenzamos a darle mariguana artesanal a nuestra hija.
Valeria se aferra ahora a los brazos de Javier, su padre.
Lo mira a los ojos.
Ríe a carcajadas con las cosas que le dice y se comunica con él emitiendo chasquidos con la boca para recordarle que ya es hora de comer.
-Por supuesto que sabíamos que era un riesgo darle mariguana artesanal a la niña –admite Javier con una sonrisa desdeñosa, como si la respuesta fuera obvia-. Pero sabemos que no le estamos dando un churro de mariguana, y también sabemos que no perdíamos nada por intentarlo. Porque era arriesgarnos a darle algo que sabíamos que sí la podía ayudar, o quedarnos igual de mal que ya estábamos.
-Sí fue un riesgo, pero un riesgo positivo. Porque Valeria está cien por ciento libre de crisis convulsivas –tercia Elsa, quien enfatiza que la niña ha experimentado “cambios increíbles” en su vida, como simplemente comer por la boca –“cosa que antes hacía solo por sondas gástricas”-, dormir seis horas seguidas, o tener un estado de ánimo alegre y estable.
De hecho, el cambio ha sido tan extraordinario -coinciden ambos padres- que Valeria dejó de tomar los 12 medicamentos que le destrozaban el estómago debido a las fuertes dosis para adulto que le recetaban, y la mantenían todo el día sedada y postrada en la cama.
No obstante, tal vez para rebajar la euforia de sus propias palabras, la madre de familia admite a colación que a pesar de estos pasos adelante, también está “muy consciente de la realidad” que enfrenta una niña con el síndrome Lennox-Gastaut, una enfermedad que, según estimaciones del neurólogo Saúl Garza, afecta en México a 25 mil niños.
-También soy realista, claro. Sé que esto tampoco es la cura milagrosa. Y sé que en cualquier momento puede aparecer de nuevo una crisis, porque la epilepsia es algo que siempre va a estar ahí. En realidad –añade ahora reflexiva la madre de familia-, la mariguana artesanal es solo una alternativa más, como los anticonvulsivos. La diferencia es que el cannabis sí nos ha funcionado y los medicamentos no.
El neurólogo pediatra Saúl Garza asegura que por su consultorio han pasado, por lo menos, otros tres casos en los que los padres daban preparados artesanales de mariguana a sus hijos, comprados en el mercado negro.
Sin embargo, aunque enfatiza que desaprueba el uso de estos preparados de mariguana y advierte de los riesgos que puede implicar dárselo a un niño –puesto que no se tiene un control médico y sí puede incluir altas cantidades de THC, la sustancia psicotrópica de la mariguana- el doctor entiende que ante la desesperación y la prohibición de usar tratamientos a base de cannabis, muchos padres prefieren desafiar las leyes a cruzarse de brazos mientras sus hijos sufren cientos de crisis al día.
-Los legisladores y los políticos tienen que entender que prohibir una condición en donde está de por medio la salud de un hijo, de ninguna manera detiene a los familiares para buscar y conseguir los recursos que sean necesarios –apunta Garza, quien opina que las políticas prohibicionistas ponen en riesgo a las personas, ya que una familia que escucha casos de otras familias, o que ha leído en internet, que derivados del cannabis puede mejorar la salud de un hijo, hace lo que sea por conseguirlo.
-Se pueden ir incluso a una discoteca o a un rincón oscuro de la ciudad a medianoche, para conseguir lo que su hijo necesita –recalca el doctor.
Javier, aunque prefiere no dar detalles de dónde consiguen el preparado de mariguana artesanal, admite en efecto, que cuando sube al coche para ir a por la dosis para su hija no puede evitar sentirse un poco “traficante”.
-Nos sentíamos así, traficantes –concede-. Y probablemente aún nos sentimos un poco así, porque estamos haciendo algo indebido dentro de lo que cabe.
-Sin embargo, estamos tranquilos. Contentos, y muy orgullosos con los beneficios de la niña –contrapone-. Por eso pedimos que nos ayuden a no tener que acudir de forma ilegal a comprar lo que necesita nuestra hija.
Por el momento, ya se ha dado un primer gran paso en México en este sentido.
A raíz del caso histórico de la niña ‘Grace’, a cuyos padres –Raúl Elizalde y Mayela Benavides- la justicia mexicana les concedió en septiembre de 2015 un amparo tras una larga batalla legal para que las autoridades permitieran la importación de Estados Unidos de un aceite elaborado a base de Cannabidiol –componente del cannabis también conocido como CBD, al que se le atribuyen propiedades anticonvulsivas, entre otras, pero no psicotrópicas-, la Secretaría de Salud ha autorizado desde enero de este año 48 permisos de importación de estos aceites.
Y de acuerdo con el neurólogo Saúl Garza, quien trató a la niña Grace, los resultados hasta el momento son alentadores: de 20 niños a los que atiende, diez ya notaron una mejoría del 80% de las crisis convulsivas, y dos tuvieron una remisión completa de las convulsiones.
A pesar de estos resultados positivos –aunque el doctor Garza enfatiza que el tratamiento “no es una varita mágica” y que los niños primero deben pasar por estudios para analizar la idoneidad de tomar el tratamiento a base de cannabidiol-, los desafíos continúan para los padres que buscan acceder al tratamiento.
Como, por ejemplo, que los médicos se atrevan a recetar cannabidiol, cumplir con todos los requisitos legales y burocráticos que exige la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), o el elevado costo –unos nueve mil pesos entre el aceite y el trámite de importación- que supone la compra de un tratamiento que dura entre dos y tres meses.
Mientras que otro gran desafío está en el Senado, donde los legisladores iniciaron ayer lunes 13 de junio el periodo extraordinario de sesiones para discutir –tras posponerla el pasado mes de mayo- la iniciativa que el presidente Peña Nieto presentó en el mes de abril, en la cual se plantean varias medidas, como despenalizar el uso de mariguana medicinal y sus derivados, o acortar los tiempos en los que la Cofepris expida los permisos de importación.
Sobre este último desafío, padres como Javier y Elsa dicen que no tienen muchas expectativas puestas en lo que discutan los legisladores.
-Vemos que no saben del tema, que no hay un consejo o un grupo del gobierno que esté con especialistas neurólogos para conocer más a este tipo de niños –critica Javier-. No vemos tampoco que sea algo que realmente les interese.
Por ello, aunque gracias al caso de Grace y al apoyo de su fundación ya obtuvieron el aceite de CBD para Valeria, Elsa dice de nuevo tajante que no van a dejar de darle el preparado de mariguana artesanal a su hija, decidan lo que decidan los senadores. Porque -hace hincapié- ya han comprobado durante más de nueve meses que el efecto del cannabidiol combinado con una mínima porción de THC, “como un rescate cada tres o cuatro días”, ha generado efectos muy positivos en la salud de la niña. Incluso, ya se ha comprobado médicamente que en la niña Grace -la única hasta el momento que, por amparo, sí tiene acceso a un aceite con CBD y una pequeñísima parte de THC– la combinación ha dado resultados positivos.
-No nos vamos a cruzar de brazos hasta que estos señores decidan qué es bueno y qué no es bueno para nuestros hijos. Por eso haremos lo que sea necesario –sentencia Javier-. Porque sabemos los beneficios que ha tenido nuestra hija con el cannabis. Y vamos a pelear por eso.
Por su parte, María Cristina Díaz, presidenta de la Comisión de Gobernación, dijo ayer tras la primera reunión de trabajo de los senadores para discutir la iniciativa del Ejecutivo, que existe un “amplio consenso” para aprobar en los próximos días el uso de cannabis con fines medicinales, terapéuticos e investigación científica.
Sin embargo, padres de niños con epilepsia y organizaciones civiles salieron ayer de la reunión insatisfechos con los cambios que los legisladores buscan hacer a la iniciativa del Ejecutivo.
Raúl Garza, papá de la niña Grace, criticó que los senadores están discutiendo permitir sólo la importación de “productos farmacéuticos” derivados de la mariguana. Es decir, que sólo se importen medicamentos y no suplementos alimenticios, como son considerados en Estados Unidos los aceites de CBD, lo cual imposibilitaría el acceso a estos tratamientos.
-Si sólo van a permitir importar medicamentos derivados de la mariguana, sería mejor que no pasara nada de la iniciativa y que nos quedemos como estamos, ya que ahora por lo menos sí tenemos acceso al CBD –dijo en entrevista Raúl Garza, quien estará este martes en la segunda discusión sobre la iniciativa de mariguana medicinal, que se llevará a cabo en el Senado.