“Desde ese momento que me escapé lo más valioso que tengo en mi vida es mi libertad. Es lo mejor que te puede pasar, lo mejor que puede tener un ser humano, la fortuna más grande. La libertad”.
Habla Zunduri, la joven que el 22 de abril de 2015 puso fin a cinco años de esclavitud en una tintorería de Ciudad de México.
Conversa con entusiasmo de sus nuevos pequeños placeres: de dormirse y despertarse a la hora que quiera, de comer a la hora que quiera, de bañarse a la hora que quiera.
A las pocas semanas de escaparse de un infierno hablaba con un hilo de voz y evitaba el contacto visual.
Ahora, por cumplir 24 años el próximo mes, es otra. Con confianza y seguridad en sí misma, explica cómo ha sido el proceso de rehacer su vida.
Atrás quedaron los dos últimos años de su cautiverio donde la mantuvieronencadenada por la cintura, los golpes con fierros, pasar hasta cinco días sin agua ni comida, el tener que alimentarse con plástico.
Los médicos dijeron que tenía órganos de una persona de 80 años y le llegaron a contar 600 cicatrices, pero dice que la más dañina es que le quedó en el alma.
Una de las claves para su recuperación ha sido su activismo contra la trata de personas, un delito que ha ido en ascenso en México en los últimos años.
Da charlas, participa en conferencias, les habla de su horror a estudiantes, policías, jueces, gobernadores, fiscales y a quien quiera escucharla.
“De alguna forma me ayuda como terapia, a contar una y otra vez mi historia, sí es feo, porque es feo revivir todo el trauma, todo el mal, todo lo mal que te hicieron esas personas, pero te ayuda psicológicamente a desahogarte”, le dice a BBC Mundo.
El año pasado, con motivo del Día Mundial contra la Trata de Personas,conoció al papa Francisco en el Vaticano como parte de la campaña de la “Hoja en Blanco”, que intenta alertar sobre la trata.
“Me felicitó, me dijo que se sentía orgulloso, tomó la hoja en blanco en sus manos y me dijo que le daba mucho gusto que estuviera luchando contra la trata de personas”, cuenta de su encuentro con Francisco.
“Cuando dejamos de ser víctimas, somos sobrevivientes y desde ese momento tenemos una nueva vida, una hoja en blanco, y en esa hoja en blanco, empezamos a escribir nuestros sueños, nuestras metas, una vida nueva“, explica Zunduri.
“El blanco significa la paz y desde ese momento tenemos paz en nuestras vidas”.
Pero la paz de Zunduri aún no es total.
“Me ha costado trabajo olvidar, me ha costado trabajo perdonar, perdonarme a mí misma; en cierta forma me sentía culpable por todo lo que me pasó”, confiesa.
Y teme que quienes hoy están detenidos por su cautiverio, la propietaria de la tintorería, su hermana, dos hijas y la pareja de la dueña, salgan de la cárcel y se quieran vengar.
“Me gustaría tener protección, confío en la justicia, confío en la ley. Me gustaría que paguen lo que hicieron con cárcel”, dice.
Zunduri toma ciertas precauciones y por ello hay información personal que no revela.
Se limita a decir que vive en un apartamento en el estado de México que el gobierno de la entidad le regaló.
Desde allí viaja a la capital para ayudar en el puesto de venta callejera de cremas, desodorantes y champús que su madre tiene.
A los 17 años se peleó con su madre y se fue de la casa. Tras recuperar su libertad decidió que era tiempo de recomponer la relación.
Ahora disfruta de la reconciliación y en el negocio se divierte arrancándole sonrisas a los clientes que vienen con mala cara.
En la hoja en blanco de Zunduri está el sueño de estudiar repostería y de ser madre.
Le gustaría tener una niña y ya sabe cómo le pondrá: Zunduri, el que ella eligió tras escaparse, que en japonés significa “niña hermosa”.
Dice que no tiene prisa y que Dios le va a dar muchos años de vida para lograr sus sueños.
“Siento que he avanzado mucho en este año pero que tengo que hacer más, no sólo por mí, por los demás, por el futuro de México, por el futuro de las niñas, de los niños, de las mamás”, explica.
“Siento que me falta muchísimo por hacer, un año para mí no es nada, quiero hacer muchísimo”.