Este domingo, 17 de enero, el presidente Enrique Peña Nieto entregó la “Condecoración de la Orden Mexicana del Águila Azteca” al rey de Arabia Saudita, Salman bin Abdulaziz Al-Saud, durante la primer visita que un mandatario mexicano realiza a ese país, en los últimos 40 años.
Dicha condecoración del Estado Mexicano fue otorgada en la ciudad de Riad, 15 días después de que se cumplieran las órdenes de ejecución contra cuatro presos políticos, quienes fueron decapitados y luego sus cuerpos crucificados públicamente el pasado 2 de enero.
Tales órdenes de ejecución fueron emitidas en septiembre por el sistema judicial saudí (que no se basa en el derecho, sino en el Corán), y ratificadas luego por el rey Abdulaziz Al-Saud.
Este domingo, Arabia Saudita ejecutó en total a 47 personas bajo cargos de “terrorismo”, el mayor número de ejecuciones realizadas en este país en un solo día.
De esos 47 reos, 43 estaban acusados de realizar ataques armados contra instalaciones oficiales, de 2003 a la fecha, como parte de la guerra santa declarada por la organización terrorista Al-Qaeda en contra de la familia real saudí; mientras que otro grupo de cuatro prisioneros enfrentaba los mismos cargos de terrorismo, pero por participar en las protestas pacíficas de 2011, durante las cuales se reclamaban reformas democráticos en esta nación, cuya constitución confiere a la familia Al-Saud la facultad de gobernar el reino eternamente.
En ese grupo de activistas pacíficos, acusados de terrorismo y ejecutados el 2 de enero pasado, estaba el clérigo chiita Sheick Nimr Baigr Al-Nimr, herido y capturado por la policía en 2012, luego de pronunciar distintos discursos contra el régimen monárquico, durante las protestas de 2011.
Además, Arabia Saudita ejecutó a los estudiantes universitarios Mohammed Faisal Al-Shuyoukh, Muhammed Al-Suwamil y Alí Sayd Al-Rubh, también por su participación en las manifestaciones pacíficas conocidas como “Primavera Árabe contra la Casa Real”. En estos cuatro casos, además, se denunció que los activistas fueron sometidos a sesiones de tortura, para obtener confesiones incriminatorias.
La justicia saudí (que no se rige por el derecho convencional, sino por las leyes del Corán) estableció que la ejecución de estos cuatro activistas debía darse por decapitación, y luego sus cuerpos debían ser crucificados, condición en la que debían permanecer hasta su descomposición.
Diez días después de la ejecución, además, el reino saudí se negó a entregar los restos de los activistas a sus familias, impidiéndoles así realizar sus rituales funerarios tradicionales, tal como fue denunciado por pobladores de la ciudad saudí de Al Awamiya, donde realizaron manifestaciones pacíficas para dar a conocer esta represalia, ahora dirigida contra los deudos.
Tal como informa el mismo reino saudí –a través de la página oficial de su embajada en Washington–, a la cabeza de este sistema de justicia que ordenó y llevó a cabo la decapitación y crucifixión de los activistas está, precisamente, el rey Abdulaziz Al-Saud, quien firmó sus condenas de muerte y luego negó el “perdón real” a los sentenciados, ignorando así las peticiones de clemencia que le fueron dirigidas por sus familiares, comunidades islámicas de distintas partes del mundo y organizaciones internacionales de derechos humanos.
Aún así, el decreto con el que Peña Nieto anunció la condecoración al monarca saudí subraya que ésta se entrega para reconocer los “servicios prominentes” que el rey Abdulaziz Al-Saud ha prestado “a la humanidad”.
En reciprocidad, el moncarca saudí impuso a Peña Nieto la medalla “Rey Abdulaziz”…
Aunque en México pasó prácticamente desapercibida la decapitación y crucifixión de los cuatro prisioneros políticos del régimen saudí, el anuncio de su ejecución ha causado decenas de protestas en todo el mundo, desde Líbano hasta Australia, pasando por Irán, Canandá, Nueva Zelanda, Iraq, Francia, Yemen, Estados Unidos, Afganistán, India, Alemania y Pakistán, entre otros países, manifestaciones de condena que se intensificaron luego de que el reino saudita confirmó la ejecución de los cuatro reos, hace dos semanas.
De hecho, tras el asesinato de los prisioneros chiitas, manifestantes atacaron la embajada saudí en la ciudad de Teherá, Irán, lo que derivó en la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
El 7 de enero, asimismo, Irán denunció que Arabia Saudita bombardeó la embajada iraní en Yemen, país contra el que el régimen saudí mantiene una operación militar, que ha implicado incluso el bombardeo de hospitales civiles.
Junto al sheikh Nimr Baqir Al Nimr –que al ser detenido fungía como vocero del movimiento pacífico conocido como la “Primavera Árabe contra la Casa Real”–, el reino saudí decapitó y luego crucificó el cuerpo de Alí Sayd Al Rebh, un universitario de 23 años que fue secuestrado por la policía, cuando tomaba una clase de matemáticas, luego de participar en las protestas de 2011.
Alí Sayd Al Rebh permaneció cuatro meses en calidad de desaparecido, hasta que su familia fue notificada que el joven había sido recluido en la prisión de Palanfradri, acusado de terrorismo. La única prueba en su contra era una confesión firmada por él, luego de ser torturado.
A continuación, te presentamos las palabras con las que los amigos y la familia de Alí Sayd celebraron su vida y denunciaron su muerte…
Brutalmente secuestrado por la tiranía del gobierno saudí, con corazón fuerte, nosotros escribimos la elegía a Alí Sayd Al Rebh. La historia nunca debe olvidar a este niño que nos fue arrebatado tan pronto.
Alí Sayd Al Rebh nació el 12 de febrero de 1993, y fue un precioso niño que amaba jugar con sus herramientas, y soñar con la tecnología.
Alí era increíblemente trabajador y amaba la escuela. Él estaba estudiando para obtener una beca y viajar a Estados Unidos, para estudiar ingeniería eléctrica.
“Él trataba de encontrar todo lo relacionado con nuevas tecnologías digitales en el mundo, y a veces él mismo la desarrollaba. Él soñaba con convertirse en ingeniero eléctrico y completar sus estudios en Estados Unidos”, narra su mamá.
“Él amaba todo lo relacionado con la tecnología, y constantemente jugaba con su computadora, y algunas veces tuve que regañarlo para que viniera a comer, porque amaba estar en su computadora”.
Alí amaba vivir la vida en completa libertad, sin restricciones. No le gustaban el orden ni la organización: disfrutaba el caos de la naturaleza. Él se sentía libre en los espacios abiertos, amaba nadar y era especialmente feliz cuando acampaba. Eso le hacía sentirse completamente libre.
Y ésa era la libertad que él soñaba para todos, por eso decidió manifestarse. Pero ellos lo vieron como una amenaza.
Después de la manifestación, policías saudíes invadieron el salón de matemáticas y lo arrastraron fuera de su pupitre, justo ante la mirada de sus maestros y amigos. Su maestro nos informó del arresto y él estuvo desaparecido cuatro meses, durante los cuales nunca supimos de él, ya que había sido enviado a la prisión de Palanfradri, donde fue sometido a toda clase de torturas físicas y mentales.
Así fue obligado a firmar una confesión, y nunca más volvió a casa.
El año pasado, su mamá lo visitó en la cárcel, y Alí le dijo: “Mami, hoy vi llover… Tenía mucho tiempo sin ver la lluvia, y hubiera querido poder ponerme en pie y bailar en la lluvia… saltar y mojarme y jugar, como antes.”
Adiós, Alí Sayd. Siempre vamos a extrañarte.
El mundo es un peor lugar sin ti.
Soñamos con un mundo mejor, donde puedas bailar bajo la lluvia para siempre…
Acompaña estas palabras el siguiente video, dedicado a Alí por sus amigos y seres queridos.
Además de los cuatro activistas chiitas ejecutados por el reino saudí, otros tres jóvenes aguardan la decapitación, por su participación en las protestas pacíficas de 2011.
Estos jóvenes son:
– Alí Mohammed Al-Nimr, detenido a los 17 años por ser sobrino del clérigo ejecutado Sheick Nimr Baigr Al-Nimr, y quien actualmente tiene 22 años de edad. Oficialmente, Alí fue hallado culpable de terrorismo, por difundir las actividades de protesta a través de un teléfono Black Berry, y por impartir un curso de primeros auxilios a manifestantes.
– Dawud Al-Marhoon, detenido en mayo de 2012 por la policía y liberado luego con la orden de espiar a los manifestantes chiitas. Al no cumplir esta orden, Dawud fue nuevamente detenido, una semana después, y encarcelado por el cargo de terrorismo.
– Abdullah Al-Zaher fue herido con un arma de fuego por la policía saudí y luego arrestado, en marzo de 2013, cuando tenía 15 años. Fue condenado a muerte por el delito de terrorismo, por exhibir una pancarta “hostil” al reino saudí, durante manifestaciones y por “cubrir” a un grupo de personas que, durante las protestas, realizaba cocteles molotov.
En todos los casos se ha denunciado que los prisioneros vienen siendo torturados continuamente por las fuerzas saudíes. Se ignora la fecha en que su ejecución será consumada o, incluso, si ya fueron asesinados.