Para leer el texto original en inglés, visita El Daily Post.
[contextly_sidebar id=”2IqwKbrIqVcH4hqCG6ygOD070mAQCRJy”]En 2010, la familia de Ricardo Sánchez, de 34 años, le urgió a buscar un tratamiento contra su adicción. El consumo excesivo de alcohol, marihuana y cocaína le habían cobrado una factura muy alta en su vida diaria.
“El trabajo, la familia, sus relaciones, todo se había visto afectado”, dijo a El Daily Post el mecánico y padre divorciado de tres niños. “Estaba viviendo solo un momento y luego otro, incapaz de controlar mis acciones sólo con mi fuerza de voluntad”.
Sin embargo, cuando fue llevado a un centro privado de rehabilitación en el Estado de México, Sánchez encontró que una experiencia aún más aterradora lo esperaba.
En una ocasión fue esposado a su cama durante seis horas por desobedecer las reglas que establecieron en la casa los “padrinos”, o directores del centro, un grupo de adictos en recuperación que aseguraban tener las calificaciones para tratar a los enfermos.
“Al principio yo quería creer en sus métodos porque estaba desesperado por recibir ayuda”, dijo Sánchez. “Esa es la naturaleza de la bestia contra la que estaba peleando. Pero dejé la clínica en peores condiciones mentales y físicas que cuando entré”.
De acuerdo con la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic), hay más de 2 mil centros de rehabilitación privados en México cuyas normas y su nivel de respeto por la ley son muy variables. Negar el derecho a las visitas, negar los alimentos, condiciones sanitarias atroces, e incluso abusos sexuales han sido violaciones denunciadas en los peores centros existentes.
“Era como un campo de concentración allí adentro”, dijo Sánchez refiriéndose la clínica. “Los chavos estaban siempre pensando en formas de escapar. Pero si te descubrían, el castigo era brutal”.
Estas clínicas –también conocidas como “anexos”–, se pueden encontrar en todo el país, llenando el vacío dejado por la inexistencia de centros de salud públicos. De acuerdo con Carlos Zamudio, un investigador del Colectivo por una Política Integral hacia las Drogas (CUPIHD), sólo uno de cada cuatro centros de ese tipo está regulado por la ley, y los abusos dentro de ellos son comunes.
“Ha habido intentos por acabar con la negligencia pero estos han provocado que los centros con más opacidad se muden a lugares del país en donde pueden escapar de la vista de las autoridades”, dijo Zamudio en una entrevista. Familiares de los adictos que entienden poco de la enfermedad –o aquellos simplemente desesperados por encontrar un tratamiento efectivo para sus seres queridos– son engañados para que paguen por esos tratamientos, y con frecuencia firman para eliminar su derecho de pedirle cuentas a esas instituciones.
“La ironía es que la mayoría de esos centros fueron fundados y son dirigidos por otros adictos en recuperación y se basan en la idea del apoyo mutuo”, dijo Zamudio. “Pero qué tan bien administrados y transparente son, eso varía enormemente. Los peores son lugares realmente perturbadores”.
De acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Adicciones, realizada por el Conadic, el alcohol y el consumo de drogas está en aumento en México, especialmente entre los jóvenes. Aunque todavía es significativamente más baja que los niveles en Estados Unidos, se cree que la tasa de consumo de drogas ilícitas en México se suplicó en los últimos 15 años, tras pasar de 0.8 por ciento de la población en 2002, al 1.5 por ciento en 2011. Los hombres y los habitantes de zonas urbanas registraron un aumento aún mayor, en esos dos segmentos las tasas son de 2.6 y 2.9 por ciento de la población, respectivamente.
De acuerdo con la misma encuesta, aproximadamente 6.2 por ciento de los hombres mexicanos y 2 por ciento de las mujeres sufren dependencia del alcohol, mientras que 0.7 por ciento de la población sufriría de la adicción a las drogas ilícitas.
El problema de drogas del país es particularmente notable a lo largo de la frontera norte, donde el desbordamiento de narcóticos como la heroína destinada al mercado de Estados Unidos ha producido un aumento en la dependencia. Sin embargo, el fenómeno está creciendo en el interior del país, en el gusto de los habitantes de la Ciudad de México, Monterrey y el Estado de México.
De acuerdo con el médico Gerardo González Torres, especialista en adicciones, las razones para que se haya dado el aumento en los niveles de dependencia en el país son varios.
“La migración del campo a la ciudad, la ruptura de la tradicional unión familiar, la desigualdad y la falta de un componente educativo en el tratamiento de problemas de adicción se dan todos en México”, dijo. “Y los jóvenes son los más vulnerables a estos factores. Ellos son los que corren mayor riesgo de meterse en problemas graves”.
Mientras la conciencia de este problema crece, México posee un número creciente de centros de rehabilitación de lujo. Ofrecen de todo, desde equipos de alta tecnología para el acondicionamiento físico o para terapias, como Monte Fénix y Oceánica –este último inaugurado en 1993 por el ex presidente estadounidense Gerald Ford en el visitado balneario de Mazatlán, en la costa del Pacífico–. Son los centros que eligen para sus tratamientos los ricos del país.
Sin embargo, cuando se trata de centros de rehabilitación con financiamiento público, las opciones son escasas. Alrededor de 300 clínicas patrocinadas por el gobierno, conocidas como “Centros Nueva vida”, proporcionan actualmente tratamiento a través de la Secretaría de Salud. Parte de una iniciativa que comenzó en 2007, los centros fueron financiados en parte por los 200 millones de dólares incautados en la mansión del empresario chino-mexicano Zhenli Ye Gon en ese año, en conexión con una operación de tráfico de metanfetaminas
Los Centros Nueva Vida se enfocan en el tratamiento preventivo y asistencial y son gratuitos para el público. Conadic también envía cada vez más personal especialmente entrenado a escuelas, prisiones y comunidades vulnerables para educar a los ciudadanos, especialmente gente joven, en peligro de caer en abuso.
“Este es un gran paso adelante en la lucha contra el ciclo de la adicción en México”, dijo Raúl Martín del Campo, director de la oficina de Atención y Tratamiento de Conadic. “Estamos tratando de mirar a los factores asociados con el abuso de sustancias y de llegar a los más frecuentemente afectados. La escala del programa en curso de tratamiento público no tiene precedente en México.
“¿Podría hacerse más? Absolutamente. Pero este es un nuevo enfoque por parte del Estado mexicano que se espera se expanda en futuras administraciones para seguir transformando vidas”.
Jorge Hernández Tinajero, experto en política de drogas en México, cree que las autoridades apenas han comenzado a reconocer la importancia de una política integral para hacer frente a las adicciones.
“Lo más preocupante es que el problema es todavía profundamente incomprendido”, dijo Hernández. “Todavía hay un gran estigma asociado con el abuso de drogas y con las adicciones, en términos más generales, y el resultado ha sido la falta de una política pública efectiva.”
Para los que son como Ricardo Sánchez, cuyos bajos ingresos e ingenuidad por parte de su familia lo llevó en las garras de los dueños de las clínicas privadas sin escrúpulos, el problema de la adicción es uno que sin duda merece más atención por parte de las autoridades.
“Desde mi propia experiencia, espero que se haga algo para tratar el tema,” dijo Sánchez, quien ha estado limpio y sobrio durante dos años. “Nadie está pidiendo un pase libre; el adicto tiene que poner el esfuerzo también, pero algo se tiene que hacer para crear conciencia y evitar que los oportunistas abusen de la situación. Este es un tema que afecta a todos los mexicanos en el largo plazo”.