[contextly_sidebar id=”wpyI2VAOxxaeOhbrelCirqBaO1jIOb6q”]Al menos dos de los 22 muertos en Tlatlaya, luego de un supuesto enfrentamiento con militares la madrugada del 30 de junio de 2014, estaban amarrados y con vida y aún así fueron presuntamente ejecutados por soldados, según narraron dos de las sobrevivientes.
De acuerdo con estas declaraciones, que constan en el expediente del caso al que Animal Político tuvo acceso, los dos jóvenes pertenecían a otro grupo criminal y estaban secuestrados por los presuntos delincuentes.
Los jóvenes se encontraban a un lado de dos de las sobrevivientes, pero al llegar el Ejército al interior de la bodega sólo lograron dar sus datos, observar el reconocimiento de los militares del lugar y minutos después “aparecieron muertos”, detallan las declaraciones de Cinthya y Patricia., que mencionan la participación de 3 militares en estos hechos, dato en el que se basó el juez para liberar al resto de los involucrados.
Estas dos mujeres son dos de las tres sobrevivientes y estuvieron varios meses presas en el penal de Nayarit, aunque ahora son reconocidas como víctimas de los hechos ocurridos en Tlatlaya.
Animal Político tuvo acceso a la resolución del juez decimocuarto de distrito, que decretó el auto de libertad a cuatro de los ocho militares acusados por la Procuraduría General de la República de ejecutar a ocho presuntos delincuentes.
En la declaración de Cinthya, hecha a la PGR el primero de octubre del 2014, cuando incluso aún se encontraba presa en el penal de Nayarit, ella narró que se encontraba amarrada junto a otras tres personas.
“Recuerdo que ese día ya entrada la madrugada, yo estaba amarrada junto con tres personas, dos chavos y una chava llamada Patricia. Yo estaba dormida cuando me despiertan unos balazos, entonces me senté y fue cuando escuché que decían de afuera de la bodega ‘ríndanse hijos de su puta madre, Ejército Mexicano’, y las personas que estaban dentro de la bodega gritaron ‘nos cayeron los contras’, pero otro dijo que no eran los contras, que eran los militares”.
Tras el primer enfrentamiento, Cinthya detalla que tres militares ingresaron a la bodega y que uno de ellos alumbró a las personas que estaban amarradas, colocándolas en varios ladrillos. A las dos mujeres y a los dos jóvenes, dos de los tres militares los interrogaron y tomaron sus datos. Segundos después –según la versión de Cinthya– de una camioneta blanca sale corriendo y gritando la llamada testigo Julia a quién hoy se conoce como Clara.
“Al entrar los tres militares vi que una señora salió de un carro color blanco, gritando “mi hija”, “mi hija” y un militar le dijo que se calmara y la sentó en un ladrillo junto a nosotros, entonces escucho que un militar le pregunta que en dónde está su hija, a lo que la señora responde que estaba hacia allá, refiriéndose al lado derecho de la bodega, entonces camina junto un militar hacia aquella dirección, entonces escucho que la señora grita ‘ay, mi hija está muerta’”.
Tras reconocer a su hija, los militares regresan a la testigo Julia con las dos mujeres y los dos jóvenes que originalmente estaban amarrados, y escuchan una segunda ráfaga de disparos, incluso a distancia escuchan como uno de los militares grita “este ni porque tiene la mano desmadrada se dio por vencido, agregando todo el que se mueva dispárenle, fue cuando escuché un disparo y desde donde yo estaba me incliné para ver al soldado y fue cuando vi que le disparó unos muchachos que estaban heridos al fondo de la bodega del lado derecho”, describe Cinthya.
Cinthya y Patricia coinciden en sus declaraciones que al terminar el segundo evento de disparos los militares trasladan a los cinco sobrevivientes a un cuarto que se encontraba del lado derecho de la bodega de Tlatlaya, momento en el que se percatan que varias de las personas que estaban en el lugar ya se estaban muertas.
Cinthya y Patricia explican que ya en el cuarto los militares las empiezan a interrogar y tras concluir deciden separar a los dos jóvenes que estaban amarrados con ellas.
“Cuando nos meten al cuarto nos empiezan a interrogar y en ese momento un militar le dice a los dos chavos que estaban amarrados junto conmigo que fueran con él para tomarles unas fotos y los lleva a la vuelta del cuarto y escucho unos disparos, después regresó el soldado pero ya sin los dos chavos”, detalla Cinthya.
Al regreso de los soldados a la habitación donde se encontraban Cinthya les confiesa que ella fue violada y la llevan a recorrer la bodega para que reconociera a su agresor, y justo en el trayecto en el que estaba reconociendo a los muertos, vio que los jóvenes que estaban junto a ella amarrados ya estaban muertos de varios impactos de bala.
En su declaración, Patricia –la otra sobreviviente– confiesa que no recuerda el apodo de los muchachos que estaban amarrados junto con ella, pero destaca que los soldados les toman sus datos personales, los desamarran y se los llevan a otra parte de la bodega.
“Estábamos ahí, en ese momento dos militares llevan a los dos chavos hacia atrás del cuarto con el pretexto de tomarles la foto correspondiente, según ellos, y escuché disparos, regresó un militar pero sin las dos personas que se había llevado”.
Después de ello aclara que los militares les tomaron fotos a ella y a las otras dos mujeres que estaban en el lugar, y al momento de trasladarlas a la agencia del Ministerio Público del Estado de México se percató que esos jóvenes se encontraban muertos.