Para México, el petróleo ha sido por décadas una de las principales causas de fervor nacionalista, particularmente en lo que concierne a sus relaciones con Estados Unidos.
Por lo que muchos se sorprendieron cuando la petrolera estatal mexicana Pemex anunció en días pasados que el país importará petróleo crudo y, además, de Estados Unidos, tradicionalmente su mercado más importante de exportación.
Puede que México sea el noveno mayor productor de crudo en el mundo y ocupe el puesto doce a nivel mundial en cuanto a exportaciones.
Pero el petróleo que sale del suelo mexicano no es siempre el que necesitan las refinerías de ese país para producir bienes de más valor agregado, como gasolina.
Por lo que ahora una parte de la gasolina elaborada en refinerías mexicanas va a usar petróleo estadounidense como insumo.
El punto fundamental de este intercambio radica en que no todos los barriles de petróleo son iguales.
México intercambiará barriles de crudo “pesado” extraído en ese país por petróleo más “ligero”, proveniente de Estados Unidos, que los expertos aseguran se acopla más a las necesidades de las refinerías mexicanas.
El pasado 14 de agosto, el Departamento de Comercio de Estados Unidos indicó que se disponía a otorgar autorización para este singular trueque de crudo, luego que México hubiese solicitado permiso para un intercambio con Washington de hasta 100.000 barriles diarios.
¿Buen negocio?
El negocio tiene sentido para México, dice a BBC Mundo Mark Broadbent, experto de la firma de consultoría energética Woods Mackenzie.
Las refinerías de México no son tan eficientes procesando crudos “pesados”.
Ese país necesita petróleo de la variedad “ligera” para producir gasolina y no encuentra suficiente de ese crudo en su territorio.
La razón es la suerte, dice el analista. “Ese no es el tipo de petróleo que más hay en los suelos del país”, señala.
Entre tanto, la demanda por gasolina se mantiene en el país y México tiene que importar gasolina procesada, a mayor precio, en grandes cantidades.
Por lo que el analista indica que traer más crudo estadounidense, extraido a poca distancia de la frontera, optimizará la producción de sus refinerías y ayudará a reducir el actual déficit de gasolina que experimenta México.
En este sentido, importar petróleo debe ayudarles a tener que importar menos gasolina.
El experto mexicano en política energética Ramsés Pech también encuentra cierta lógica en este trueque de distintas variedades de crudo a través de la frontera entre Estados Unidos y México.
“Es un parche momentáneo para compensar el crudo ligero que falta en las refinerías”, indica Pech, aunque advierte que está pendiente la pregunta de “qué vamos hacer para conseguir más crudo ligero dentro de nuestros yacimientos”.
Acuerdo pionero
Este acuerdo entre Washington y México es pionero en varios sentidos.
No habría sido posible antes, pues solo en 2014 México aprobó una reforma energética permitiendo que sus refinerías importaran crudo del extranjero.
Pero así como México no estaba acostumbrada a importar petróleo y menos de su vecino del norte, Estados Unidos tampoco se sentía muy bien exportando.
Es más, desde la década de 1970 estaba vigente una prohibición a vender crudo en el extranjero, un rezago de la época en que el embargo árabe de 1973 había creado una escasez global de hidrocarburos y Estados Unidos necesitaba garantizar su abastecimiento interno.
Las regulaciones estadounidenses exceptuaban las exportaciones a Canada, que si estaban permitidas.
Pero México, pese a ser socio en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, también estaba cubierto por esta prohibición.
Las circunstancias energéticas de Estados Unidos han cambiado diametralmente y ahora el problema no es de escasez de petróleo sino de abundancia. Por lo que Washington ha indicado su disposición a volver gradualmente a los mercados de exportación.
La revolución del “fracking” ha ampliado de manera dramática la producción de hidrocarburos en Estados Unidos.
Y en momentos en que los precios internacionales del crudo caen a su nivel más bajo desde 2009 por el aumento de la producción global y el descenso de la demanda, algunos advierten el riesgo de sobreproducción que incluso pone en duda la viabilidad financiera de muchos de los nuevos proyectos de “fracking” en Estados Unidos.
Por lo que la aparición de un nuevo mercado para este petróleo al otro lado de la frontera puede ser un alivio para algunos de esos productores. Y un paso más para convencer a Washington de abrir definitivamente las puertas a las exportaciones.
Evolución, más que revolución
No obstante, Mark Broadbent advierte que los volúmenes de comercio del crudo contemplados en la actual negociación entre Estados Unidos y México no implican un cambio fundamental en el mercado.
“No vemos que este trueque vaya a mover los mercados mucho”, le dice a BBC Mundo, diciendo que no cree que el volumen enviado a México vaya a elevar los precios pagados por el crudo estadounidense en modo significativo.
El acuerdo, por supuesto, tampoco hará que México deje de ser una importante potencia exportadora.
México sigue exportando en la actualidad cerca de 800.000 barriles diarios de petróleo a Estados Unidos.
Pero el experto agrega que no es imposible que en el futuro se expanda el flujo de petróleo estadounidense hacia México.
Broadbent dice que “es posible que se expanda este trueque, no hay limitaciones físicas para ello”, y añade que Estados Unidos actualmente exporta cerca de 500.000 barriles de crudo diarios a Canadá.
“Es cuestión de que haya voluntad política”, agrega.