[contextly_sidebar id=”mjwXflXgbUgKaCrLod91lmbbWWa8Esa8″]La madrugada del 14 de septiembre de 2013 marcó la vida de Rubén Espinosa; el fotoperiodista que apareció asesinado el pasado sábado 1 de agosto junto a otras cuatro mujeres, en un departamento de la colonia Narvarte, en el DF.
Esa noche, maestros y estudiantes que mantenían un plantón en la plaza Lerdo de Xalapa, en Veracruz, fueron desalojados por policías de la Secretaría de Seguridad Pública veracruzana para que el gobernador de la entidad, Javier Duarte, pudiera dar el Grito de la Independencia con el centro histórico ‘limpio’ de manifestantes que protestaban por la reforma educativa de Peña Nieto.
A Rubén, que habitualmente cubría protestas ciudadanas y movimientos magisteriales y estudiantiles para la agencia veracruzana Avc, y también para medios nacionales como Proceso o Cuartoscuro, una de sus fuentes de confianza le había alertado anteriormente de un posible desalojo y por eso se encontraba en la plaza en el momento adecuado.
A la 1 de la madrugada, aproximadamente, llegaron los uniformados. Rubén sacó su cámara, tomó varias fotos, y salió del lugar rápidamente para enviar el material. Sin embargo, en el camino varios policías lo interceptaron y le exigieron borrar las fotos, tal y como el propio fotoperiodista relató en una entrevista con Rompeviento TV, el pasado 9 de julio,
No obstante, el fotógrafo se las ingenió para guardar varias imágenes, y al día siguiente se publicaron.
“En ese desalojo del 14 de septiembre, Rubén tomó fotos que nadie tenía”, enfatiza en entrevista con Animal Político una editora de Avc, quien pide que se guarde su nombre en el anonimato por decisión de la empresa editorial de mantener un “perfil bajo” estos días.
“A pesar de que en el boletín del Gobierno se aseguraba que el desalojo se había producido por la presencia de otro grupo violento, nosotros publicamos las fotos que tomó Rubén de los policías agrediendo a los manifestantes incluso con toques eléctricos. Creo que eso fue lo que puso a Rubén en la mira; tener esas fotografías, y hacer la denuncia que tenía que hacer de los abusos que se produjeron por parte de las autoridades”, agrega la periodista, quien destaca a Rubén “como una pieza clave en la agencia” por su compromiso con su profesión y con la sociedad.
Tras aquel suceso, Rubén continuó defendiendo ese compromiso que mantuvo hasta el final. Interpuso una denuncia junto con otros compañeros por esos hechos del 14 de septiembre de 2013; hizo público que el gobierno de Javier Duarte lo buscó para ofrecerle dinero a cambio de que retirara la demanda; denunció hostigamiento de las autoridades que lo vetaban de los eventos oficiales; siguió tomando fotos que molestaban al gobierno –como una imagen de Javier Duarte que fue portada en la revista Proceso del pasado 16 de febrero de 2014, en la que se ve al mandatario con una gorra de policía y de perfil-; y participó en protestas para denunciar la situación del periodismo en Veracruz, entidad en la que van 18 periodistas asesinados desde el año 2000, 13 de ellos desde que el priista es gobernador.
Luego, llegaron las amenazas.
Según relató el propio fotoperiodista en una entrevista con la organización civil Artículo 19, pocos días después de que participara en un homenaje en Xalapa a Regina Martínez, periodista asesinada en 2012, el 10 de junio detectó la presencia de personas con apariencia militar afuera de su domicilio, en la capital veracruzana.
Lo comenzaron a seguir, a hostigar. Hacían guardia frente a su casa, le tomaban fotos y literalmente le pusieron el aliento en la cara para amedrentarlo.
Rubén sintió entonces que su vida corría peligro y decidió autoxiliarse en el DF. En la capital del país pensaba que estaría más protegido, aunque el miedo nunca lo abandonó.
“Cuando me lo encontré, estaba alerta, nervioso, con esos ojos que miran a todos lados sin miedo, pero con desconfianza. Con esa mirada inyectada en sangre que conozco muy bien y que produce el estrés cuando eres perseguido”, narra Pedro Canché, periodista maya que estuvo preso más de ocho meses en Quintana Roo por documentar un desalojo de las autoridades en el municipio de Carillo Puerto, y quien coincidió en un encuentro informal con Rubén el pasado 16 de junio, junto a Jorge Sánchez, hijo del periodista veracruzano Moisés Sánchez, asesinado el 2 de enero.
A pesar de todo, Rubén quería regresar a Xalapa en cuanto hubiera oportunidad. Así se lo expresó varios compañeros de confianza como Moisés Pablo Nava, editor de Cuartoscuro.
“Platiqué con él hace unos días, la semana pasada. Lo vi más bien triste. Quería regresar a Xalapa, porque allí están sus amigos y tenía su vida ya hecha”, comenta el fotógrafo.
Sin embargo, otros compañeros le aconsejaron que esperara, algo que Rubén aceptó hacer. Incluso, Nava confirma que esta semana tenían programada con él una plática para ver la posibilidad de que formara parte de la plantilla de Cuartoscuro.
“Le aconsejamos que esperara en el DF, porque pensábamos que estaría más seguro allí. En la capital hay muchas organizaciones civiles que defienden los derechos humanos, y además allí está el propio mecanismo federal de protección a periodistas”, apunta por su parte una reportera de Coatzacoalcos, quien también trabajó en varias ocasiones con Rubén.
“Sin embargo, no contábamos con que se iban a trasladar hasta allá para terminar con su vida. Y hasta cierto punto, nos sentimos culpables. Porque los mecanismos de seguridad que habíamos trabajado los compañeros para protegernos, y para protegerlo a él, los dejamos en manos de otros compañeros en el DF y fallaron”.
“Nos confiamos demasiado y fue un error. Y en este momento estamos pagando con una carga emocional terrible”, lamenta la veracruzana.
Tras confirmarse el pasado sábado 1 de agosto la noticia del hallazgo del cadáver de Rubén junto con el de otras cuatro mujeres, entre ellas Nadia Vera, activista social que hace ocho meses dijo en una entrevista con Rompeviento TV que hacía responsable al gobernador Javier Duarte de “cualquier cosa que les pueda suceder”, muchos reporteros y fotoperiodistas veracruzanos se trasladaron al DF para participar en la marcha-protesta que fue del Ángel de la Independencia, hasta la delegación de Veracruz en la capital.
“Los compañeros fotoperiodistas y reporteros de Rubén estamos destrozados. No tenemos cabeza para analizar qué vamos a hacer. No hay palabras”, lamenta un reportero gráfico en la funeraria donde se encuentran los restos de Rubén.
“Rubén era una persona y un profesional con un compromiso ético muy fuerte. Estaba muy involucrado con las protestas sociales y cubría muy de cerca las causas estudiantiles y campesinas, y todas aquellas que estuvieran en contra de los abusos de la autoridad en Veracruz”.
“Y bueno –el fotoperiodista se toma unos segundos antes de terminar la frase-. Desgraciadamente, todo eso es lo que lo tiene ahora aquí, en una funeraria del DF”.
“Rubén Espinosa era alguien muy soñador, entregado con el periodismo social”, coincide otra reportera veracruzana.
“Era uno de esos periodistas de los que quedan pocos –concluye con voz trémula-. Soñaba que con trabajo, ética y una cámara como arma, se podía cambiar esta sociedad en la que vivimos”.