Manos sudorosas, pulso acelerado y una sensación de ahogo en la garganta: nada me hace sentir más miedo que la necesidad de hacer cálculos matemáticos en público.
Incluso la sencilla tarea de dividir la cuenta del restaurante me produce sudores fríos.
No importa cuánto me concentre, los números se escapan y me queda solo una sombra acechante en lugar de una respuesta.
¿Sabes esos sueños en los que te das cuenta de pronto que has salido a la calle sin ropa?
Eso es lo que siento. Mi pequeño secreto es que en mi caso todavía es más vergonzante, dado que tengo un título universitario en matemáticas.
Sin embargo, hacer cálculos avanzados en la soledad de mi habitación es una brisa de aire fresco en comparación con hacer cálculos sencillos de aritmética bajo la mirada de otros, o incluso recordar el número de seguridad de la entrada de mi edificio.
Así que sentí alivio al descubrir que no estoy solo con mi “ansiedad frente a las matemáticas“, una condición psicológica sorprendentemente bien estudiada.
Es exactamente lo que parece: el miedo a los números.
Fobia
Por suerte para mí, mi miedo se limitaba a la aritmética mental instantánea. Una vez que las matemáticas empezaban a utilizar más letras y menos números, todo iba bien.
Pero para mucha gente, pensar en esto ensombrece su recuerdo de los días de escuela.
Los psicólogos estudian las causas y consecuencias de esta extraña “fobia” a los números.
Al principio, los psicólogos solo podían medir la ansiedad matemática con cuestionarios en los que pedían a los participantes que puntuaran sus sentimientos mientras hacían tareas relacionadas con las matemáticas.
Las tareas podían ser desde abrir un libro de texto de matemáticas a hacer un examen importante.
Aunque se ha estudiado sobre todo en niños, parece que este tipo de ansiedad puede afectar también a estudiantes de universidad y adultos.
Solo ver el recibo de una tienda puede provocar el pánico en algunas personas.
Más recientemente, sin embargo, los psicólogos han sido capaces de estudiar también las respuestas fisiológicas.
Han visto que aunque las matemáticas no son un peligro real, esta genteexperimenta una respuesta muy real, física, que incluye la liberación de hormonas del estrés como el cortisol, características de situaciones que se perciben amenazantes.
Un estudio mostró, incluso, que pensar sobre un examen de matemáticas activa la “matriz del dolor” del cerebro, las mismas regiones que se activan si resultas herido.
Sin respuestas improvisadas
No está claro por qué las matemáticas causan mucho más miedo que, por ejemplo, la geografía.
Pero el hecho de que en matemáticas siempre haya una respuesta verdadera o falsa, de forma que no puedes improvisarla o sacártela de debajo de la manga,puede que te haga preocuparte más por no hacerlo bien.
Pero, como muchos miedos, está a menudo infundado y además puede afectar tus posibilidades de que te salga bien el examen.
En 2012, por ejemplo, escáneres cerebrales realizados a niños estadounidenses de entre siete y nueve años mostraron que los que se sentían más ansiosos con las matemáticas mostraban una mayor actividad en la amígdala, que trabaja en caso de amenaza.
Y no sólo eso: el miedo también reducía la activación de la corteza prefrontal (situada detrás de los ojos) la región que se ocupa del pensamiento abstracto.
Se piensa que esto reduce la memoria “de trabajo” a corto plazo, de forma que a los niños les cuesta más concentrarse y pensar sobre las sumas que tienen que hacer.
El origen del miedo
Una interpretación es que la ansiedad misma está dificultando su capacidad de hacer las sumas.
Esa semilla de miedo puede llegar de muchas fuentes, pero una de la que se habla es que los profesores están extendiendo sus ansiedades a la siguiente generación.
Los niños se dan cuenta si un adulto está nervioso y comienzan a pensar que ellos también tienen que esconderse del peligro.
Los profesores que no están seguros de sus propias habilidades matemáticas tienden a tener alumnos más ansiosos.
También puede ser que las expectativas culturales tengan la culpa: es posible que las chicas tengan más probabilidad de adoptar la ansiedad a las matemáticas (sobre todo si su maestra es una mujer), o quizás por los estereotipos de que las niñas no son normalmente muy buenas en matemáticas.
Sea cual sea su origen, una vez que la semilla del miedo se planta, puede crecer sola: cuanto más ansioso te sientes, peor lo haces, más te apartas de las matemáticas y más te preocupas cuando debes volver a enfrentarte a ellas.
Y los psicólogos sugieren que esto puede tener graves consecuencias.
Las personas con ansiedad hacia las matemáticas entienden menos frecuentemente las estadísticas sobre los supuestos riesgos de los alimentos genéticamente modificados, por ejemplo.
Consecuencias profundas
Es fácil ver cómo podría provocar grandes equivocaciones en el caso de peligros reales como fumar o comer más de la cuenta.
Los psicólogos suelen tratar las ansiedades con terapia de aversión, en la que te enfrentas a tus miedos para intentar lidiar con la ansiedad.
Pero desafortunadamente, no parece que las continuas clases de matemáticas tengan el efecto deseado.
La llamada “escritura expresiva” puede funcionar, ya que muchos estudios muestran que articular tus miedos puede hacer que te dominen menos.
Otros buscan formas sutiles de reformular ese miedo, animando a los niños a ver los exámenes como un reto, no como una amenaza, por ejemplo explicándoles que su miedo no necesariamente refleja que tienen poca habilidad natural para las matemáticas.
¿Podría ser que reformular mis miedos detenga el pánico la próxima vez que tenga que pagar la cuenta en un restaurante?
Lo probaré. Y si no funciona, utilizaré mi apoyo habitual: la calculadora de mi teléfono.