[contextly_sidebar id=”tG7g28B5lKPnLQevJ5obnwilsaRwB81U”]En los últimos 10 años el Ejército ha decomisado casi 13 mil granadas y 150 mil armas de fuego incluidos fusiles de asalto creados para la guerra, pese a que en México la venta de armamento convencional no está legalmente permitida y que, al menos en el papel, vivimos en “tiempos de paz” desde hace más de medio siglo.
La cantidad de armas de fuego decomisadas, en promedio 40 todos los días, alcanzarían para equipar a una fuerza bélica con un total de efectivos superior a la de la Armada y la Policía Federal… juntas. Además, los cartuchos asegurados son suficientes para que cada pistola o rifle hiciera al menos 105 tiros.
Los aseguramientos se han realizado dentro de la campaña permanente del Ejército en contra el crimen organizado y si bien hay casos de grandes arsenales descubiertos en bodegas o guaridas clandestinas, muchas armas también han sido decomisadas en automóviles, en manos de sujetos aislados o en escenarios de algún hecho violento.
En diciembre pasado, en su “Informe sobre la Prevención de la Violencia 2014”, Naciones Unidas reveló que en México, contrario a lo que dicen las cifras más conservadoras, 7 de cada 10 personas son asesinadas con armas de fuego, lo que ubica a nuestro país en la posición número 12 con la mayor proporción de homicidios de este tipo, y en el mismo nivel de naciones como Kuwait y Brasil.
La información sobre los decomisos de armamento realizados por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), revela además el incremento en el poder de fuego de la delincuencia, pues ha subido el porcentaje de las armas largas descubiertas por encima de las armas cortas como pistolas.
Dicho empoderamiento bélico también queda de manifiesto en la cifra de granadas decomisadas a los criminales con un incremento de más de mil 400 por ciento en una década, aun y cuando la cifra de 2014 fue un descenso importante respecto a los años anteriores.
En poco más de diez años, de enero del 2005 a febrero de este año, el Ejército mexicano ha decomisado 147 mil 041 armas de fuego que estaban en poder de la delincuencia organizada o de civiles no autorizados para tenerlas, lo que significa un promedio de casi 40 armas aseguradas… cada 24 horas.
Para ponerlo en proporción, con todo ese armamento se podría equipar un “ejército” que superaría más de 2 a 1 al total de efectivos que tiene la Armada de México (60 mil marinos aproximadamente) o la Policía Federal (45 mil efectivos aproximadamente) por separado, o que por lo menos equivaldría al 60 por ciento de todos los elementos operativos que tiene actualmente el Ejército mexicano.
La cifra de armas aseguradas anualmente registró un incremento exponencial hasta alcanzar un límite en el 2011, año en que el Ejército le arrebató casi 32 mil 500 armas de fuego a los criminales, diez mil más que todas las que se habían asegurado del 2005 al 2008.
Fue a partir 2012, último año del sexenio pasado, cuando comenzó un descenso sostenido en el arsenal asegurado por el Ejército hasta regresar a niveles similares a los del 2007.
En lo que parece no haber vuelta atrás es en el empoderamiento de los delincuentes. Hasta el 2008 la proporción entre armas cortas y largas estaba relativamente equilibrada pero en los años siguientes se incrementó la brecha aun y cuando el número total de arsenal decomisado ha disminuido.
Según los datos de la Defensa Nacional, en los últimos cinco años más del 60 por ciento de todo lo asegurado corresponde a armas largas, es decir escopetas, rifles, fusiles automáticos y semi automáticos, armas tipo francotirador, ametralladoras, lanzagranadas, entre otros.
Hay casos en donde los golpes de las fuerzas armadas han sido mayúsculos. Por ejemplo, el 7 de noviembre del 2008 efectivos del Ejército Mexicano intervinieron una bodega del Cártel del Golfo en Reynosa Tamaulipas, en donde se descubrieron 278 armas largas, 126 armas cortas, más de medio millón de cartuchos, y casi 300 granadas.
Descubrir los arsenales no siempre es sencillo. El 3 de junio del 2011 por ejemplo, los soldados decomisaron 171 armas de fuego y casi cien mil cartuchos de Los Zetas, los cuales estaban escondidos en un almacén subterráneo de un terreno donde al parecer no había nada, en el ejido Las Salinas, Coahuila. El hallazgo se consiguió gracias a una denuncia anónima.
Pero más allá de los grandes operativos, la mayoría de las armas de fuego han sido descubiertas en acciones cotidianas de menor escala como detenciones de delincuentes o revisiones de vehículos. También es común el decomiso de armamento tras enfrentamientos en calles como los que ocurren en Tamaulipas.
“Si tuviéramos parque ustedes no estarían aquí”, es la frase histórica que pronunció el General Anaya al General Twigss durante la intervención estadunidense en México del siglo XIX, para explicar que no habían podido frenar la invasión por falta de municiones y no de armas. Esto es algo que los delincuentes en México parecen tener muy presente.
De acuerdo con la estadística oficial, en la última década se han decomisado casi 15 millones 800 mil municiones de distintos calibres, desde balas pequeñas calibre .22 hasta las calibre 7.62 que usan los “Cuernos de Chivo” o las calibre .50 de los fusiles antimaterial Barret.
Dejando de lado los calibres y sin contar los cargadores encontrados, la cantidad de municiones aseguradas es suficiente para que cada arma decomisada realizara en promedio por lo menos 105 tiros.
Por otro lado, los aseguramientos de granadas también evidencian el incremento de la fuerza bélica de las organizaciones criminales. Los datos oficiales disponibles arrojan que del 2006 al 2014 se han asegurado 12 mil 857 artefactos explosivos de este tipo en el país, lo que equivale a por lo menos tres todos los días.
Al igual que ocurre con las armas de fuego, los decomisos de granadas se incrementaron año con año hasta llegar a casi tres mil artefactos en el 2011. A partir de ahí inició un descenso en los aseguramientos que ha continuado en la administración el presidente Enrique Peña Nieto.
La delincuencia no ha tenido reparos en utilizar estos artefactos en contra de diversos blancos, desde los civiles que asistían a la ceremonia del grito de la Independencia en Morelia en 2008, pasando por las usadas en contra de un convoy de militares en Guachinango Jalisco el año pasado, hasta las utilizadas en este 2015 contra instalaciones de una televisora en Matamoros, Tamaulipas.
La venta de armamento de grueso calibre en México está totalmente prohibida, pero eso no es obstáculo para el tráfico y comercialización de armas de alto poder en el mercado negro, como lo evidencian el tipo de armas decomisadas.
De acuerdo con datos de la Unidad Especializada en Investigación de Terrorismo, Acopio y Tráfico de Armas (UEITA) de la Procuraduría General de la República (PGR), el 60 por ciento de las armas largas aseguradas son el calibre 7.62 x 39 milímetros y similares, que corresponden a una bala alargada y de alta letalidad; son las que utilizan los rifles AK-47 conocidos como Cuerno de chivo.
El AK-47 es de origen ruso, sin embargo, actualmente hay 14 países que fabrican modelos similares o copias de estas armas, de acuerdo con un informe de la organización no gubernamental Armas Bajo Control. En México, han llegado varios de esos fusiles foráneos.
Por ejemplo, según los datos de la Sedena en 2011 uno de cada seis “Cuernos de Chivo” es de la marca NORINCO, fabricante de origen chino que comercializa tecnología armamentística a nivel internacional, y que ha sido acusada entre otras cosas de vender misiles a países como Corea del Norte e Irán.
El “AK-47 chino” ofrece las mismas prestaciones que su hermano ruso pero a un precio menor ya que por ejemplo, sus modelos carecen del material cromado de en la zona del cañón y el gas.
No se trata del único fusil diseñado para la guerra asegurado a los criminales en México. Solo por citar dos ejemplos más, entre lo decomisado figuran fusiles de asalto M-16 usados por el Ejército de Estados Unidos en conflictos como la guerra de Vietnam, o la escopeta Mossberg 500 calibre 12 utilizadas en operaciones como la denominada Tormenta del Desierto en Irak.
Las investigaciones realizadas sobre el origen del armamento, con el apoyo del Buró de Alcohol, Armas de Fuego y Explosivos (ATF por sus siglas en inglés)ha permitido establecer que el 75 por ciento de las armas decomisadas provienen de armerías de los Estados Unidos y son traficadas a través de la frontera norte de nuestro país.