Hace 75 años murió Sigmund Freud, pero los términos y frases que popularizó están profundamente arraigados en la cultura popular y el lenguaje cotidiano. ¿Cómo se extendió tanto la jerga freudiana?
Está el Freud de los libros de texto; el gran pensador barbudo vienés, pionero del psicoanálisis; el Freud sobre el que los académicos nunca se cansan de discutir.
Y está el otro Freud: el del bar; el Freud al que uno podría recurrir cuando menciona los sueños, actos fallidos, o alguien a quien le guste su mamá. Su relación con el primer Freud es tangencial, en el mejor de los casos.
Escuche furtivamente una conversación y es probable que, tarde o temprano, aparezca un concepto inventado o popularizado por el artífice de la asociación libre.
Complejo de Edipo. Negación. Ello, yo y superyó. Libido. Deseos de muerte. Fijación retentiva anal. Mecanismos de defensa. Desplazamiento. Símbolos fálicos. Proyección. Transferencia. Y, por supuesto, los deslices freudianos.
No es solamente la terminología freudiana que forma parte de todo el léxico popular. Es un adjetivo por derecho propio.
“¿Qué pensaría Freud?” y “Eso es algo freudiano” son básicamente expresiones usadas por personas interesadas en hacer saber que fueron a la universidad.
Otros intelectuales del Siglo XX no pueden competir: ni Sartre ni Chomsky ni Einstein. Las reseñas cinematográficas de los tabloides rara vez citan a Foucault o De Beauvoir.
Pero todos saben de qué se habla cuando se menciona a Freud. O al menos creen que saben: el inconsciente, represión sexual, sueños, cuestiones de papá y mamá.
“No tienes que leer a Freud para vivir en un mundo donde Freud es importante o para pensar de manera freudiana”, dice Stefan Marianski, de la Casa Museo Freud, en Londres. “Todo lo que necesitas es consumir cultura popular masiva producida desde mediados del Siglo XX en adelante.
Freud tuvo la ventaja de ser un escritor extremadamente bueno, que ilustraba el psicoanálisis con referencia a la obra de grandes artistas, como Shakespeare, Dostoyevski y Leonardo da Vinci.
Para el psicólogo Oliver James, “la razón por la cual Freud se convirtió en semejante fuerza cultural es que llegó a la cultura popular a través del cine”.
Comenzando con “Cuéntame tu vida”, la película de suspenso psicológico de 1945 de Alfred Hitchcock, las referencias explícitas a Freud abundan en el cine.
Es notable el caso de prácticamente la obra entera de Woody Allen: como dice al inicio de “Annie Hall”: “Nunca tuve un período de latencia”.
Luego está la dinámica de padre e hijo en “El imperio contraataca” y, por cierto, “Volver al futuro”.
“Es básicamente el complejo de Edipo”, indica Marianski. “La lógica de ‘Volver al futuro’ es la misma de ‘Psicosis’ (otra de Hitchcock), realmente”.
También están las novelas de monólogo interior de Virginia Woolf y James Joyce; Salvador Dalí y los surrealistas; “Los Soprano” y “Frasier”; la película de 2011 “Un método peligroso”, con Viggo Mortensen como Freud, o cualquier cosa que incluya un recuerdo reprimido, una secuencia onírica o un personaje con impulsos incestuosos.
No es que mucho de esto sea estrictamente freudiano, en el sentido que le dan los académicos al término. La brecha entre el Freud de bar y lo que Freud realmente escribió suele ser enorme.
Aunque muchas de sus ideas -sobre todo en torno a “la sexualidad infantil”- eran consideradas peligrosamente radicales durante su vida, los aspectos más desafiantes de su obra fueron poco tratados por los medios masivos.
“Creo que mayormente tenemos sólo una idea vaga -quizás defensivamente vaga- de lo que Freud está diciendo, especialmente porque en el campo de la cultura popular su trabajo ha sido procesado para suavizarlo, hacerlo más aceptable, reducir su perspicacia, su complejidad -y, supongo, su dificultad- y convertirlo en una fantasía acogedora y tranquilizadora”, afirma el doctor Nicholas Ray, catedrático de la Universidad de Leeds.
Típicamente, al final de la película, se recupera la memoria reprimida, se concede autoconocimiento a la heroína y se da a la audiencia una conclusión narrativa satisfactoria.
Pero incluso si Freud es ampliamente incomprendido y tergiversado, y el complejo de Edipo en los dramas televisivos resulta muy distinto del expuesto en “La interpretación de los sueños”, nadie duda que sus conceptos siguen fascinando al público.
Es aún más notable, dado que mucho de lo que escribió Freud fue superado por investigaciones posteriores y que en algunos círculos académicos sus teorías han sido ferozmente atacadas, particularmente por feministas, que consideran misóginos conceptos como envidia del pene, y lo acusan de ignorar pruebas de que algunos de sus pacientes fueron víctimas de abuso infantil.
Freud aún tiene seguidores, incluido Oliver James, quien sostiene la validez de sus escritos sobre los sueños, el inconsciente y el papel de la primera infancia. Pero Marianski admite que Freud es “mayormente leído en departmentos de humanidades”, no por científicos.
Sin embargo, mucho de esto no interesa al profano. Quizás lo más significativo, indica Marianski, es que el lenguaje freudiano fue popularizado durante una era particularlmente egocéntrica.
“Desde una perspectiva histórica, es parte de un movimiento general donde la gente empezó a mirarse más hacia adentro”, afirma Marianski. “Hubo una amplia transformación cultural: ¿cómo se conceptualiza el ego?”.
Pero hay mucho en la obra de Freud que hace que la continua prominencia de sus términos parezca incongruente. Especialmente, sus teorías sobre la represión pertenecen a un mundo anterior a la revolución sexual.
“Ahora que los jóvenes parecen ser libres para hacer lo que quieran y hablar de lo que quieran, resulta interesante que Freud les siga interesando”, comenta James.
Sin duda, esto no hará que la gente deje de usar terminología freudiana como le parezca, al servicio de una gran actividad del Siglo XXI: colocarse a ellos mismos y a otros en el proverbial diván.
Como escribió el poeta W.H. Auden tras la muerte de Freud, “Para nosotros ya no es una persona, sino todo un clima de opinión”.
Es más elegante que “Freud de bar”.
**Nota publicada el 28 de septiembre de 2014.