Hacía 20 años que los mexicanos no escuchaban una noticia como ésta: las autoridades financieras cancelaron el permiso de operación del Banco Bicentenario, y de inmediato iniciaron un proceso de liquidación de sus activos.
Es la primera vez desde la crisis económica de 1994, conocida en el mundo como Efecto Tequila, que un banco cierra sus puertas.
La Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) insiste en que el sistema financiero se encuentra sano y opera sin problemas: la institución que cerró es pequeña, con apenas cuatro sucursales y enfocada básicamente a un nicho del mercado: microempresas de comercio exterior.
Tampoco tenía relación importante con el movimiento de recursos de la banca comercial, pues su participación era de 0,15% del total. Así, “el caso no implica un riesgo para el sistema financiero en su conjunto, la banca mexicana se mantiene fuerte y bien capitalizada”, afirma Jaime González Aguadé, presidente de CNBV.
El argumento central es que la reciente Reforma Financiera permitió solucionar rápidamente el problema en el Bicentenario, porque se detectaron a tiempo los problemas de la institución.
Pero algunos creen conveniente moderar el optimismo. Si bien parecen haber funcionado las nuevas reglas de alerta temprana para ubicar bancos en crisis, parte del problema son los llamados “bancos de nicho”, como el Bicentenario, y dedicados a una parte específica del mercado financiero.
Y un elemento adicional es la economía mexicana que se mantiene virtualmente estancada. Incluso recientemente el Fondo Monetario Internacional bajó de 3% a 2,4% su proyección de crecimiento en el Producto Interno Bruto mexicano para este año.
La desaceleración económica, como se define el escaso crecimiento del PIB, provocó que el índice de cartera vencida de la banca comercial –créditos no pagados a tiempo- se ubicara en 27,5 del total de dinero prestado por la banca comercial, según datos del Banco de México. Es el índice más alto en la última década.
“Vivir al día”
A partir del Efecto Tequila los bancos en México endurecieron sus políticas de financiamiento, en parte por la escasez de recursos pero también para cumplir con estándares internacionales.
Durante más de una década prácticamente casi no hubo créditos bancarios o los que se ofrecían se acompañaban de elevadas tasas de recargo.
Para muchos dueños de empresas pequeñas la única alternativa fue financiarse entre ellos. Así surgieron varias cooperativas como la Unión de Crédito Nuevo Laredo, que luego se convirtió en el Banco Bicentenario.
Los socios de la Unión –como otros grupos en varios estados de país- se capitalizaban entre sí porque su composición administrativa y su sistema de ingresos dificultaban su acceso a créditos bancarios.
En los dos gobiernos anteriores del país, encabezados por el conservador Partido Acción Nacional, se permitió a organizaciones como ésta convertirse en los llamados “bancos de nicho”, es decir que sus principales clientes se dedican a la misma actividad que les dio origen.
Para capitalizarse algunos de estos grupos mantuvieron tasas de interés similares a cuando eran uniones de crédito: una ganancia mayor al promedio de la banca comercial para los inversionistas, pero un recargo más alto para quienes solicitaban créditos.
Ésta ha sido para muchos la única alternativa de financiamiento porque les es difícil integrarse al sistema bancario del país. Pero al mismo tiempo se han convertido en un problema le dice a BBC Mundo Alicia Girón González, académica del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Estas micro financieras se han vuelto muy rentables por sus préstamos a gente sin recursos, sin acceso a los canales formales financieros”, explica.
Se trata de personas o pequeños negocios que utilizan sus ganancias para pagar a proveedores o el salario de sus empleados, y con poco capital para sortear problemas. A eso en México se le llama “vivir al día”: depender del ingreso diario para sobrevivir las siguientes 24 horas.
Lecciones
¿Influyó la economía del país en el cierre de Banco Bicentenario? No por completo, le dice a BBC Mundo Jeanette Leyva, columnista del diario El Financiero.
Las dificultades económicas pudieron limitar su captación de clientes, que se concentró en un nicho muy específico del mercado.
El Bicentenario estaba dedicado fundamentalmente a financiar pequeñas empresas del comercio exterior, pero en sus casi dos años de funcionamiento –nació a mediados de 2012- no pudo conseguir más de 677 clientes y financiar sólo cien créditos.
De ellos la mayoría pudieran ser accionistas o funcionarios del banco, según la Secretaría de Hacienda, a quienes no les corresponde una indemnización por el cierre del banco, como establecen las leyes actuales.
Pero la situación del Bicentenario es un mensaje: las leyes actuales modificaron el esquema de operación del sistema financiero, y además en 2015 el país deberá aplicar los acuerdos de Basilea III, referentes a los niveles de capitalización y liquidez en los bancos.
Quienes no cumplan con estas reglas saldrán del mercado, insiste Leyva. “Están enviando la señal: ¿pueden cumplir con sus capitales, con lo que le están pidiendo? Si no pueden con la mano en la cintura los van a intervenir, a tomar el control y dejan de operar. Y los accionistas pierden”.
Es parte de la lección: antes en México los accionistas de un banco en quiebra conservaban sus inversiones, y los clientes se enfrentaban a una red burocrática para recuperar parte de su dinero.
Hoy, insisten las autoridades, ocurre lo contrario: los accionistas del Banco Bicentenario perderán su negocio.