Cuando María Giselle salió del barrio La Fuente, en Managua, la capital de Nicaragua, tenía 30 años y era el año 2002. En casa dejó a su hijo adolescente que estudiaba la secundaria y los platillos de pollo que cocinaba su mamá y que tanto saboreaba.
María Giselle vivió cuatro meses en Guatemala, donde trabajó para hacer dinero y poder cruzar la frontera hacia México. Llegó al Distrito Federal meses después. Ahí, seis años después, le perdieron la pista.
“Yo perdí contacto con mi hija el 30 de Diciembre de 2007”, cuenta la señora Julia Márquez, quien marcha por primera vez en la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos, ahora mismo en Veracruz.
[contextly_sidebar id=”fee44dc39b3c66da34768de75f439d82″]“Ella estuvo trabajando en muchas casas, iba de un lado a otro, la última llamada que recibí, ¡mire, aquí traigo el papelito con el nombre del lugar!”, dice Julia, quien lleva una gorra y en su mano un koala que le recuerda a su hija. Ese último contacto, según dice el papelito, se estableció desde un teléfono público de la delegación Coyoacán.
Giselle había encontrado trabajo en una casa, y lo último que su madre supo fue que hablaba mucho con un hombre llamado Óscar Raymundo.
“Este señor, se llama Óscar Raymundo Quiroz Ortega, voy a buscar a ese señor que era amigo de mi hija, la voy a encontrar”.
El hijo de Giselle, de 14 años cuando ella partió, ahora tiene 25, trabaja en una aduana y aún espera, afirma la señora Julia, ver de nuevo a su mamá, quien salió de Nicaragua en busca de trabajo tras ser despedida de la empresa en la que laboraba como secretaria.
Por primera vez Julia se sumó a la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos, que por novena ocasión recorre México, tras conocer la convocatoria en la prensa de Managua.
En esta caravana de 45 mujeres –provenientes de Guatemala, El Salvador, Honduras, y Nicaragua–, viene también la salvadoreña Blanca Gómez, quien busca a su hijo, Luis Roberto Melgar.
“Mi hijo salió el 16 de abril de 2010 a las cuatro de la mañana”, narra Blanca. “El coyote vino a buscarlo y se lo llevó. La última vez que supe de él fue meses después, ya que estaba en la frontera, donde estaba esperando el coyote a que tuviera listo el dinero.”
Luis Roberto partió a Estados Unidos el mismo año en que terminó el bachillerato, y la foto que lleva su madre es, precisamente, la de su graduación. El joven buscó trabajo para pagarse la carrera de abogado, sin lograrlo. Fue entonces que, resignado, contactó a un coyote de nombre Juan Antonio Raymundo.
Tres años han pasado desde que partió, sin volver a contactar a su familia ni jugar durante horas en las canchas de básquetbol de su barrio.
La señora Blanca no sólo lo busca a él, sino también a su hermano, Nelson Gómez Nieto, quien desapareció hace cinco meses cerca de la ciudad de Reynosa, Tamaulipas, desde donde pensaba cruzar hacia Estados Unidos.
Nelson dejó en casa a su hijo de 14 años y a su mujer para salir en buscar el trabajo que había perdido en el poblado de Ozayapango, en San Salvador.
“La última vez que supimos de él trabajaba de mecánico en una empresa –narra Blanca– y como lo despidieron fue que salió pa’l norte, en busca de trabajo.”
Luego de su paso por Tabasco, Chiapas y Veracruz, en el itinerario de las madres centroamericanas quedan por recorrer los estados de Hidalgo, San Luis Potosí, Aguascalientes, Guadalajara, Irapuato, Estado de México, Distrito Federal, Tlaxcala y Puebla, además de que en su recorrido de vuelta visitarán nuevamente Veracruz, harán una estancia en Oaxaca y, por último, llegarán a Chiapas para abandonar territorio mexicano el 18 de diciembre a través del cruce fronterizo de Ciudad Hidalgo.
A diferencia de años anteriores, en esta ocasión las madres centroamericanas no visitarán entidades del norte del país, por seguridad.