A Talea de Castro es difícil llegar, pero no imposible. A un bus interurbano le toma unas cinco horas desde la ciudad de Oaxaca, serpenteando por una carretera pavimentada que, hacia la mitad de su recorrido por la Sierra de Juárez, se estrecha y empieza a sembrarse de huecos.
Unos diez minutos antes de llegar, desde un monumento a la virgen de Guadalupe, se ve a Talea aparecer y desaparecer entre la neblina.
Desde allí parece un poblado mexicano indígena como cualquier otro. Pero no lo es.
Hace seis meses, y en vista de que las compañías de telefonía celular consideraron demasiado costoso llevar el servicio a sus 2.500 habitantes, los taleanos, ayudados por dos “gringos”, crearon su propia red telefónica.
Los costos
En realidad, los gringos no son dos, sino uno: Peter Bloom, un estadounidense que habla español como mexicano pues lo aprendió trabajando con inmigrantes en su país.
El otro, Xabi, es un joven italiano -de Génova- que lleva un año paseando por el sur de México su barba rala y sus brazos tatuados.
Acaban de llegar a Talea en un viejo Volskwagen rojo. Hoy es un día especial: después de seis meses de plan piloto van a instalar una antena más grande y definitiva, que mejorará el cubrimiento de la red local.
Durante los últimos seis meses, Peter y Xabi han subido a Talea de Castro al menos una vez a la semana para vigilar el progreso del piloto.
Estacionan el volkswagen rojo a unos cien metros del palacio municipal, un hermoso edificio de ladrillo donde se llevan a cabo todas las discusiones importantes de la comunidad.
En algún lugar de las entrañas de esa edificación están las cartas que la comunidad cruzó en 2009 y 2010 con las compañías telefónicas Telmex (propiedad de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, según la revista Forbes) y Telcel para que les dieran cobertura celular.
Así lo recuerda Wilfrido Martínez, secretario municipal: “Nos estaban pidiendo requisitos, como garantizar 10 mil usuarios, que no se podían cumplir porque la comunidad es muy pequeña”.
“Como era tanto nuestro afán, nos comprometimos a buscar en punto en la montaña desde donde se pudiera dar cobertura a otras comunidades para reunir los 10 mil habitantes.
“Hay un punto aquí al frente donde se alcanzan a visualizar catorce comunidades, pero resulta que de acá a allá no hay carretera, entonces teníamos que abrir una brecha que nos iba a costar muy caro. También había que electrificar y eso también nos iba a salir muy costoso. Estamos hablando de tres a cuatro millones de pesos no más para acondicionar el lugar donde iba a estar la antena”.
La red
En el edificio de color ocre también se llevaron a cabo las reuniones cruciales para crear la red, desde el plan piloto hasta la estructura final.
Allí, Peter Bloom, coordinador del Colectivo Rhizomatic, presentó su proyecto ante la “asamblea de ciudadanos” -integrada, en su mayoría, por los hombre de esta comunidad zapoteca-. Allí mismo se aprobó la realización del plan piloto.
Finalmente, allí, también por mayoría, se dio luz verde a la instalación de una antena permanente y con mayor potencia, todo financiado por la cooperativa local, que opera como banco y pertenece en un 80% a la comunidad.
En la asamblea de ciudadanos no sólo discutió el tema de la tecnología, sino también el de cómo ésta podría afectar la vida cotidiana de la comunidad.
Así lo recuerda Keila Metsulemet Ramírez, coordinadora equipo de la radio comunitaria y quien desde el principio ha estado involucrada en el proyecto.
“En la reunión se dijo que solamente se permitirían cinco minutos para llamadas locales, para no saturar las líneas. Si es una llamada muy urgente, algo para lo que no puedo salir de mi casa, pues tomo el celular y llamo”.
Pero si no es algo de suma urgencia, quieren que las personas sigan hablando cara a cara. “Lo que no queremos es perder la oralidad”, añade Keila.
Las llamadas locales son gratis, así como los mensaje de texto, que además son ilimitados. Las llamadas fuera de la comunidad tienen cargo, pero incluso llamar a Estados Unidos cuesta menos que una llamada local en una compañía normal.
“Yo he hablado con un familiar a Estados Unidos y en cinco minutos si acaso me he gastado cuatro pesos. Anteriormente, en una caseta telefónica me venía gastado 30 0 40 pesos”, dice ” dice Wilfrido Martínez, secretario municipal.
La red ha sido especialmente crucial en varios casos de accidente.
La parte legal
Peter Bloom indica que uno de sus principales retos es el legal. En la actualidad están gestionando un permiso de dos años de las autoridades.
Además, tienen esperanzas en la reforma a las telecomunicaciones que adelanta el actual gobierno, pues incluye “concesiones sociales” que permitiría a las comunidades su propia infraestructura en telecomunicaciones.
“Es algo que no existe y que, potencialmente, podría beneficiarnos”, agrega.
Un modelo
Según los cálculos de Peter Bloom, una red telefónica que puede valer unos US$250.000, finalmente costó US$25.000, es decir el 10%.
Al observar cómo instalan la nueva antena se entiende por qué: todo el trabajo lo realizan los integrantes de la comunidad, en medio de bromas. Incluso bajo la lluvia pertinaz que lleva varios días cayendo en esta región montañosa, su entusiasmo no disminuye.
Peter (cuando camina por la calles del pueblo los vendedores le gritan “Peeeeedro” y le regalan frutas) cree que el de Talea de Castro es un modelo que puede reproducirse en cualquier parte del mundo donde existan comunidades en condiciones similares.
“Alrededor del mundo hay unos 700 millones de personas sin acceso a teléfonos celulares. Tiene que ver, sobre todo, con que viven en áreas remotas. Creo que en México las grandes compañías no ven el campo como una opción viable en términos económicos. Es muy costoso para ellos venir, montar y mantener una red telefónica.
“Nosotros no estamos necesariamente en desacuerdo con ellos, pero vemos otras opciones. Buscamos nueva tecnología y tratamos de aprovechar las estructuras locales y su capacidad”
“Este puede ser un modelo para otras poblaciones pequeñas en México, Centroamérica o incluso del mundo”, asegura.
A esto, Keila Metsulemet Ramírez agrega “la satisfacción de tener un equipo de la comunidad. Podemos ser autónomos, autosuficientes y autosustentables. Nosotros mismos, los indígenas de esta comunidad, podemos operar el equipo”.
¿Su consejo para las comunidades que quieran lograr algo parecido? “Lo primero es que se organicen, que estén unidos buscando un bien común. No es para un particular o para organizar una empresa”.
Cuando a Wilfredo Martínez se le pregunta qué piensan en la comunidad de las grandes compañías telefónicas, simplemente dibuja una equis en el aire.
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