“En el país usamos la cárcel de manera irracional”, advierte Edna Jaime, directora de la organización México Evalúa, y pone un ejemplo contundente: una persona que roba algún producto en un centro comercial representa en la cárcel una manutención anual de 50 mil pesos. Y de ese tipo de delincuentes están llenas las prisiones del país.
En el estudio La cárcel en México: ¿para qué?”, el centro de análisis exhibe que el 54.3% de los presos han sido sentenciados hasta con tres años de cárcel, a causa de delitos menores y no violentos.
De acuerdo con el análisis, los 31 estados y el DF destinaron en total 8 mil 658 millones de pesos para sus centros penitenciarios. Esto es, cada preso cuesta al día 137 pesos aproximadamente, un monto a veces cercano a lo que robaron.
“Usamos la cárcel de forma desmedida. Para castigar desde un delito menor hasta un delito de alto impacto. Tenemos hambre de venganza, en vez de buscar la reparación del daño o penas alternativas”, explica Ana Lilia Magaloni, del CIDE.
Hasta ahora, explica la investigadora, sólo en 12 estados del país han comenzado a aplicar penas alternativas, gracias a la reforma para implementar juicios orales.
Cada preso cuesta al día 137 pesos aproximadamente, un monto a veces cercano a lo que roban.
[contextly_sidebar id=”2fdc0aa134c228a9f1e31babc9fd74a3″]El documento señala que en Baja California, la pena máxima por homicidio doloso simple es un año mayor que la pena máxima por robo, mientras que en Tamaulipas, un robo por un monto mayor a 500 salarios mínimos significa una pena mayor a la de un homicidio doloso simple.
“Estamos hablando de robo sin violencia. De robos que nada preocupan. Mientras hay grandes delitos, nuestro sistema está preocupado en el robo de papitas en el Oxxo, de desodorantes en el Wal-Mart, y en eso estamos invirtiendo nuestros recursos y esfuerzos”, explicó Layda Negrete, productora del documental Presunto Culpable.
La académica Elena Azaola, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Sociales (CIESAS), planteó que el maltrato y las condiciones en que viven los presos en nada ayudan a su reinserción y, por el contrario, agravan el problema de violencia en el país.
“¿Qué esperamos obtener cuándo degradamos y deshumanizamos a la gente cómo lo hacemos en las prisiones?¿Cuál ha sido el resultado, a través de una investigación científica y rigurosa, de lo que las autoridades hacen en las cárceles?”, cuestionó la investigadora.
A eso se suma el problema de hacinamiento en las cárceles de todo el país. El promedio nacional es un sobrecuro de 128.7 por ciento.
Pero hay casos extremos como la cárcel de Tepeaca, Puebla, con 578% de hacinamiento; el Cereso de Tlapa de Comonfort, Guerrero, con 463%; o la cárcel de Apan, Hidalgo, con 427%de sobrecupo.
Los reclusorios del DF enfrentan una realidad similar: el Norte tiene una capacidad de 5 mil 631 presos, pero actualmente tiene un promedio de 12 mil personas. Lo mismo pasa en el Sur, cuya capacidad es de 3 mil 500 personas pero registra una población superior a 9 mil 500 personas.