El jurado del Premio FIL, del que forma parte Jorge Volpi, decidió premiar a un escritor que utiliza habitualmente el plagio y, a pesar de que lo sabía, optó por simular que esto no forma parte de su trayectoria. Con esta decisión, el jurado consagra una de las prácticas más repugnantes de la nueva industria de la literatura, responde Fernando Escalante, investigador y catedrático de El Colegio de México, al texto que escribió Jorge Volpi en defensa del Premio.
Jorge Volpi cree o finge creer que basta con que no se diga que a Bryce se le premió por sus plagios para que los plagios no tengan ninguna importancia (es muy divertido el énfasis de su texto: “Bryce fue reconocido por sus cuentos y sus novelas (el periodismo no se enumera)”. Y para dejarlo claro lo compara con Günther Grass y Álvaro Mutis (ya puestos, ¿por qué no con Dante?). Eso sin darse cuenta, o fingiendo no darse cuenta de que a diferencia de los otros, los delitos de Bryce se refieren a su oficio de escritor, y por lo tanto son relevantes para valorar su figura como escritor: son páginas, muchas páginas que ha firmado y publicado con su nombre en varias revistas y en libros, y no una vez ni dos, sino docenas de veces, durante años. El plagio ha sido absolutamente habitual para Bryce –para la obra literaria de Bryce, para el escritor que es Bryce. Es infantil (o indecente, usted escoja) simular que no existe la parte que a uno no le gusta,la parte inmoral, indecente, tramposa, de Bryce Echenique como escritor. Y lo repito otra vez, por si acaso: la parte indecente y tramposa de Bryce Echenique como escritor.
Ecuánime, dice Volpi que “el Premio FIL decidió no pronunciarse –no avalar ni condenar—las acusaciones de plagio…” Porque no es su función “erigirse en jurado criminal”. Y uno está por ponerse a llorar emocionado cuando cae en la cuenta de que nadie les había pedido que se pronunciasen sobre eso, ni que se erigiesen en jurado criminal, porque los plagios son absolutamente indudables, y ya han sido condenados. Decir que no se pronuncian es un modo oblicuo de pronunciarse –y decir que la sentencia les trae sin cuidado y que los plagios no les importan. Contra lo que dice Volpi, las “razones del jurado” no fueron expresadas “con absoluta transparencia”, porque no se dijo, ni se ha dicho, que sabían de los plagios y que les parecía que era algo insignificante. Si es así, dígalo señor Volpi, y exprese con absoluta transparencia su opinión –y deje el escondite de lo que no se dijo.
En el párrafo del autogol dice Volpi que la prensa podría titular: “Premio FIL a plagiario”, pero que ellos, el jurado, querrían que se titulase: “Premio FIL a un clásico…” Entiendo que lo prefieran, pero yo me quedo con el primer titular. No sólo es cierto, mientras que el otro es dudoso, sino que además captura lo más importante de la decisión –que es consagrar las prácticas más repugnantes de la nueva industria de la literatura.
A continuación arremete Volpi contra sus críticos con el único vocabulario que tiene para denunciar el mal: inquisición, intolerancia, autoritarismo… Sin caer en la cuenta de que quien tiene una posición de autoridad es él, quien ejerce una función de autoridad es el jurado, y quien manifiesta intolerancia es quien, desde el poder, se revuelve para insultar a sus críticos. Y denuncia a quienes “nunca se pronuncian ni llaman a firmar desplegados ante las grandes injusticias”, como las muertes de la guerra contra el narco… –no sé en quién esté pensando: a mi se me ocurre un nombre, por ejemplo.
En larga posdata se propone “desmontar, de una vez por todas, las insidias de Fernando Escalante”, con respecto a su libro México, lo que todo ciudadano etc. Dice que el libro no es un plagio porque: 1) “desde un principio fue invitado a realizar una versión mexicana” del libro de Jon Stewart, 2) la editorial “le aseguró” que Stewart “había visto el proyecto con entusiasmo”, 3) hay un “agradecimiento explícito”, y 4) Denise Dresser y él mencionaron en cada entrevista que se trataba de una adaptación.Campanudo, termina hablando de lo que debe saber o decir un “académico serio”. Por alusiones, respondo.
Las insidias que circulen sobre su libro circulan sin que yo tenga nada que ver en ello. Es la primera vez que menciono el título, y no he dicho otra cosa sino que habría quien podría acusarle de plagio. Porque me consta que es así. Y lo digo porque es casi lo único que aparece en la red en cuanto se busca el título. Lo primero que se encuentra es un enérgico ensayo de León Krauze, de mayo de 2006, que señala las coincidencias a veces bochornosas entre el libro de Stewart y el Volpi-Dresser, coincidencias que dicen que el libro mexicano es una mala copia del gringo (dije bien, y repito: no una adaptación, sino una mala copia). A continuación uno encuentra un artículo de Virginia Bautista en Excélsior, y otros de Gabriela Torres Olivares, Guillermo Vega, y Anel Guadalupe Montero Díaz, todos en el mismo sentido. Pero más vale entrar en materia.
Si invitaron a Volpi a hacer una copia de un libro gringo, eso no lo sé, y sus razones tendría para aceptar si fue el caso: el genio literario tiene eso, que no da explicaciones. Firma lo que le parece bien firmar. El editor manda, según lo que pida el mercado, y el artista copia lo que le piden que copie, o firma lo que le piden que firme, porque se va a vender y en eso estamos todos (ellos). Ojalá haya sido un buen negocio. Es más complicado lo de la autorización, porque resulta que en entrevista de prensa Vicente Herrasti, editor de Aguilar, dijo: “Retomar una estructura que se decidió respetar no es plagio. Por eso nunca contactamos con la editorial Warner”. No discuto la singular idea del plagio que tiene el editor Herrasti, pero parece ser que de muy buena fe y con plena convicción “no contactaron” con la editorial gringa.
Vayamos a lo sustantivo. Cuando se hace una adaptación de una obra figura como autor siempre el autor de la obra original –con perfecta claridad. ¿Se lo explicamos a los niños, señor Volpi? Si alguien hace una adaptación de Romeo y Julieta, por ejemplo, el autor siempre es Shakespeare, lo mismo que si alguien hace una adaptación del Quijote, el autor es siempre Cervantes. Y luego pueden figurar los nombres de quienes adaptaron. Es decir que, en nuestro caso, si alguien hizo una adaptación del libro América, de Jon Stewart, debía figurar como autor… Jon Stewart. Pero resulta que no. En la portada del libro México, lo que todo ciudadano etc., no aparece el nombre de Stewart, ni se dice que sea una adaptación. No aparece el nombre tampoco en la cuarta de forros, ni en la solapa, ni en la portadilla ni en la página legal, ni en la introducción ni en una nota introductoria. No se dice en la publicidad de Aguilar, ni en la página del Fondo de Cultura. Es decir, que por todos los medios se trata de hacer pasar como una obra original –y usted, amigo Volpi, lo ha visto igual que yo. Y lo vio mucho antes que yo. Encuentro una mención, creo que de Dresser, en una entrevista. Dice que Stewart “aparece de manera explícita en los agradecimientos, donde debe ir”. No dice que sea una adaptación, ni mucho menos. Dice que “debe ir” en los agradecimientos, entre una docena de nombres, donde agradece por ejemplo a Carlos Salinas de Gortari “por ser quien es”.
Aunque sea un asunto menor, sí me gustaría aclarar algo. Dice Volpi que yo he “dedicado una buena cantidad de artículos a descalificar” su obra. Sin paños calientes: no es verdad. De un total de mil artículos o más, en más de treinta años de escribir en la prensa, he dedicado exactamente dos a Jorge Volpi, y los dos para comentar declaraciones suyas para explicar sus posiciones –o sus poses—políticas. No he escrito una línea para descalificar, ni para comentar de ningún otro modo “su obra”, por la sencilla razón de que no la he leído –y la verdad es que no encuentro motivo alguno para leerla.
Pero estábamos con Bryce, no nos olvidemos. Estábamos en la polémica en torno al surgimiento de un nuevo género de escritor, que escribe para los premios, que escribe por encargo, que firma plagios sin empacho, que se rige por el “rating”, que le importan los índices de ventas y los anticipos, y que sabe acomodarse para vivir del presupuesto cuando se puede. Hablo de Bryce, no de Volpi. Es grave.