En 1950, doce años antes de que la sonda soviética Mars 1 fuera la primera en volar a una distancia de 11 mil kilómetros de Marte y tomara fotos de su superficie para posteriormente mandar información a La Tierra sobre la radiación cósmica y el campo magnético de El Planeta Rojo, Ray Bradbury publicó la icónica obra Crónicas Marcianas. En ella, el escritor estadounidense narra la llegada y la colonización del cuarto planeta del Sistema Solar por parte de los humanos –con la consiguiente caída de la civilización marciana y la extinción de sus habitantes- y materializa a través de las palabras uno de los sueños más inalcanzables del hombre desde que en tiempos antiguos éste miraba al cielo apuntando hacia un lejano punto rojizo que flotaba en el infinito cosmos: la conquista de Marte.
“Existen muchas condiciones mitológicas, históricas y científicas que nos llevan a Marte como un punto de interés esencial”
“La fascinación por El Planeta Rojo viene desde tiempos antiguos”, apunta en entrevista para Animal Político Mario De Leo Winkler, maestro en Ciencias y candidato a Doctor de Astrofísica en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien se remonta a la época de Roma y Grecia para explicar que fue en aquellos lejanos días cuando se comenzó a relacionar a este planeta con Marte, el Dios de la Guerra, debido al característico color rojizo de su superficie dominada por el óxido de hierro. “Lo cierto es que siempre fue un planeta muy sanguinario”, bromea el académico al inicio de la conversación telefónica para, a continuación, explicar ya más serio que existen “muchas condiciones mitológicas, históricas y científicas” que nos lleva a poner la mira del telescopio en dirección a las coordenadas del enigmático planeta donde se levanta el Monte Olimpo, “como un punto de interés esencial para el futuro de la humanidad”.
Pero, ¿qué es lo que nos fascina tanto de Marte? Ya desde finales del siglo XIX, cuando el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli afirmó haber visto canales por todo el planeta –incluso años después el estadounidense Percival Lowell sugirió que estos presuntos canales eran en realidad un sistema de irrigación creado por seres inteligentes-, la imaginación del hombre no ha parado de orbitar, como si de una sonda Vikingo se tratara, en busca de civilizaciones, seres extraterrestres, o estructuras alienígenas que prueben que películas como Misión a Marte, Mars Attacks, o La Guerra de los Mundos estaban en lo cierto y que, en efecto, no estamos solos en el Universo. Sin embargo, las imágenes que envió el robot Curiosity a La Tierra caerían probablemente como un jarro de agua fría a Bradbury y a tantos autores de ciencia ficción que hicieron despegar nuestra mente, pues en ellas se puede apreciar un hermoso paisaje marciano… pero completamente desierto y desolado.
Entonces, ¿por qué la fascinación?
Hombrecitos verdes al margen, comienza a explicar el astrónomo al otro lado del hilo telefónico, “Marte despierta tanto nuestro interés porque es el más similar a La Tierra en cuestiones como temperatura, que durante el verano marciano puede llegar a 20 grados centígrados en zonas ecuatoriales, la cual es ideal para la vida humana, y la duración del día que es también aproximadamente de 24 horas”, aunque el tamaño sí es diferente, precisa, pues el diámetro de El Planeta Rojo es un medio del de nuestro planeta, “por lo que la gravedad allí es mucho menor”.
No obstante, enfatiza Winkler, además de la temperatura y la duración del día, lo que más aproxima a los dos planetas es la posibilidad de que Marte albergue bajo su superficie nuestro vital líquido terrestre: el agua. “Las sondas que actualmente orbitan alrededor del planeta han localizado existencia de agua en estado congelado debajo de la superficie, y aunque no se sabe de qué tamaño son los depósitos, cuanto más perfectos son los instrumentos que enviamos encontramos mayor evidencia de agua”. Por tanto –añade-, “como sabemos que en la Tierra se generó la vida a través del agua, suponemos que se pueden dar las condiciones para que ésta se genere en otros puntos del Sistema Solar, y por eso Marte genera tanto interés: porque la existencia de agua lo pone muy cerca de nuestro planeta”.
Ahora bien, la existencia de agua, ¿qué supondría?: ¿que hubo vida? ¿que todavía hay? ¿que podría darse en un futuro?
“Bueno –el astrónomo deja espacio a unos puntos suspensivos para, a continuación, contestar con la habitual prudencia de una persona de ciencias-, la ignorancia del ser humano es tal que sólo conocemos la vida que se generó en La Tierra. Es decir, sabemos que, de acuerdo con los descubrimientos más recientes, la vida aquí se generó a partir de chimeneas submarinas que sacaron a los oceanos elementos químicos muy ricos, y siempre queremos extrapolar esto al resto del Universo: porque no sabemos si la vida puede darse de otra forma.
“Encontrar la existencia de agua subterránea –continúa, expedito- y evidencia de agua líquida en la superficie del planeta, nos hace pensar que posiblemente exista algún rasgo de vida pasada, ya sean fósiles, que es lo que está buscando Curiosity, o la existencia de vida presente en Marte, aunque yo me atrevería a decir que esto sería más probable que se diera de manera subterránea, no en la superficie”.
“Si encontramos vida en Marte… los planes del ser humano hacia el Planeta Rojo cambiarían por completo”
Recopilemos un momento: temperaturas en determinadas zonas y durante el verano marciano ideales para la vida humana; una duración del día muy similar a la nuestra de 24 horas, existen diferentes estaciones, como en La Tierra; es el planeta más cercano al nuestro, y además es probable la existencia de agua. ¿Para cuándo –cuestiono, emocionado- mandamos la primera expedición humana a colonizar Marte y hacemos realidad el sueño de Bradbury.
De Leo Winkler contiene la risa. Hay varios inconvenientes, me trae de vuelta al suelo de la redacción. Varios de ellos tienen que ver, precisamente, con el Curiosity, el cual está equipado para realizar sobre el terreno experimentos y estudios sobre las condiciones climatológicas de Marte, y en particular con el estudio de la cantidad de irradiación que llega al suelo marciano.
“Marte tiene una atmósfera muy tenue –inicia, paciente, la explicación el astrónomo de la UNAM-, es de un centésimo de la densidad de la atmósfera terrestre. Eso quiere decir que si caen rocas del espacio, es muy probable que impacten contra la superficie, lo cual pondría en peligro posibles misiones humanas en el futuro. Esto es algo que se deberá estudiar muy bien –enfatiza-“.
Otro gran inconveniente, apunta como consecuencia de esa atmósfera tan endeble, es el de la radiación solar, la cual, a diferencia de nuestro Planeta Azul, impacta de manera casi directa sobre la superficie. “Este tema es de gran interés porque, como es sabido, si nosotros nos exponemos mucho tiempo a la radiación pueden surgir diferentes tipos de cáncer. Entonces, si estamos planeando, como ha dicho la NASA, mandar una misión tripulada a Marte para el año 2035, es muy importante saber a cuánta radiación estaríamos expuestos y qué efectos en la salud puede generar en los primeros humanos que lleguen al Planeta Rojo”.
Por último, señala, el gran obstáculo para que el hombre pose sus pies sobre Marte tiene que ver, paradójicamente, con el origen de nuestro mayor anhelo: la búsqueda de vida extraterrestre.
“Si encontramos algún organismo que esté vivo, bajo las definiciones del ser humano de vivo, eso sí sería un problema para una posible colonización de Marte. Porque no conocemos que se haya dado vida en otras partes del Universo, y al encontrar el primer ejemplo, si es que lo logramos, la prioridad sería estudiar cómo se dio la evolución de esa vida, y no podemos llegar a contaminar ese ecosistema”. “Se trata, por tanto, -continúa ante mi silencio- de una navaja de doble filo: estamos buscando vida, pero si la encontramos… los planes del ser humano hacia el Planeta Rojo cambiarían por completo”.
“Que pisemos Marte es muy complicado, pero no Ciencia Ficción. Tenemos los medios”
¿Significa esto, entonces, que a pesar de los avances científicos y tecnológicos, la colonización de Marte sigue siendo algo más cercano a los filmes de Hollywood y a los cómics de John Carter, el Warlord of Mars, que a la realidad?
“Para mí el año 2035 que propuso la NASA para que una misión tripulada llegue a Marte, me parece bastante optimista –dice de inmediato el maestro en Ciencias-. Creo que nos vamos a tardar mucho más en dado caso de que no encontremos vida allí –remata la opinión, guarda un breve silencio para reflexionar lo que a continuación va a exponer, y se arranca un par de segundos después con los motivos del por qué de su escepticismo-.
“Es muy caro llegar a Marte, y es muy complicado en varias cuestiones científicas y tecnológicas. Hay que tener presente que el tiempo de traslado depende mucho de la posición de nuestros planetas: puede ir desde 3 meses hasta más de un año. Y esto presenta muchos problemas sobre cómo sostener psicológicamente, y médicamente a seres humanos que viajarían a través del espacio en una cápsula por tanto tiempo. Es muy complicado. Además, todavía nos falta mucha información sobre el planeta: una misión que vaya para allá… es muy difícil que regrese”. Aunque –parece revirar dejando una puerta abierta- no me atrevería a decir que es ciencia ficción; porque sí tenemos los medios. No está fuera de nuestro alcance económico y creo que tampoco del tecnológico. Pero es cierto que estaríamos mandando a seres humanos sin ser muy conscientes de la condición en que llegarían”.
“El futuro del ser humano está en las estrellas”
Volvamos a La Tierra, propongo tras la última contestación del candidato a doctor de Astronomía de la UNAM. Es innegable, que los avances tecnológicos y científicos del hombre han sido sobresalientes, expongo. En muy poco tiempo hemos conseguidos mandar un gran número de sondas –desde el programa soviético Marsnik, en 1960, hasta la llegada del Curiosity hace apenas unos días, pasando por las sondas Mariner (1964), Vikings (70’s), y Mars Pathfinder (1997), entre otras-, que nos han proporcionado una gran cantidad de información sobre el Planeta Rojo. Ahora bien, lanzo una reflexión para rematar con una pregunta, hay gente que se cuestiona por qué enviamos tantos robots a Marte… cuando aquí, en La Tierra, estamos destruyendo la capa de ozono a un ritmo vertiginoso. ¿Qué nos puede enseñar un planeta localizado a millones de kilómetros del nuestro? ¿Por qué merece la pena ir hasta allá?
Tras mi extensa argumentación, De Leo Winkler asiente con un leve suspiro en el auricular del teléfono, como si ya esperara que le cuestionaran algo en esta dirección. “Primero de todo –advierte en un tono que no deja de ser cordial- si quisiera dejar claro que estamos acabando con el planeta. Por lo que en algún momento, vamos a estar escasos de recursos”. Y algunos de esos recursos, explica, son aquellos llamados ‘tierras raras’, que se usan para generar “muchas de las cuestiones electrónicas a las que tan habituados estamos”, los cuales se estima que en 80 años estarían agotándose en nuestro planeta, “por lo que habría que buscar otro lugar del que extraer muchos de los elementos que hacen de nuestra vida cotidiana lo que es hoy”.
“Saber por qué se dio un cataclismo en Marte, puede prepararnos para afrontar algo similar en La Tierra”
Además, en Marte existió algún tipo de cataclismo que acabó con el agua que hubo en la superficie hace miles de millones de años. “Y conocer por qué sucedió eso puede prepararnos para afrontar un cataclismo igual, si es que se da esa eventualidad. No está de más conocer qué riesgos afrontamos en el Sistema Solar”.
Por último, zanja el académico, “creo que el futuro del ser humano está en las estrellas. Ya estamos acabando con los recursos de La Tierra y estamos sobrepoblando el planeta, así que tarde o temprano vamos a tener que emigrar del nido. Por lo que las investigaciones en la Luna, en Marte, como en cualquier ciencia básica que se haga aquí, es de vital importancia para el ser humano”.
“Ya estamos acabando con los recursos de La Tierra; tarde o temprano vamos a tener que emigrar”
El contador digital de la grabadora advierte que ya pasaron más de treinta minutos desde que inició la conversación. Tiempo más que prudente, me digo, para ir concluyendo la entrevista. “Una pregunta más y terminamos”, prometo. A lo que el académico no pone inconveniente.
A diferencia de otras sondas –planteo-, Curiosity está transmitiendo una gran cantidad de imágenes de alta definición a La Tierra, a las que podemos acceder fácilmente con un solo click desde una computadora sentados cómodamente en una cafetería, en un parque, o en nuestro escritorio. ¿Provocará esto que el misterioso Planeta Rojo deje de serlo? ¿Acabará el Curiosity, valga la redundancia, con la curiosidad del hombre y con esas crónicas marcianas con las que tantas noches estrelladas soñamos?
“Creo que sí nos pone más los pies en La Tierra”, afirma de inmediato De Leo Winkler, “aunque estas imágenes de alta resolución también son una navaja de doble filo: por un lado, nos dicen que, en efecto, es difícil que encontremos vida en Marte, que es un planeta muy inhóspito, que a primera vista y según las imágenes que ha mandado Curiosity y las anteriores que ya conocíamos, es un planeta desierto. Y por otro lado, tal y como ya descubrieron las sondas Spirit y Opportunity, estas imágenes de alta resolución también nos han permitido volar la imaginación un poco más, porque una de estas dos misiones encontraron lo que los científicos llamaron ‘moras azules’, que son unas pequeñas esferitas que en la Tierra se forman solo cuando cierto tipo de materiales entran en contacto con el agua. Y ahí sí, voló la imaginación”.
“Es maravilloso cuánto puede volar la imaginación humana y cómo ésta se puede traducir en ciencia de verdad”
Así que esto va en dos sentidos, argumenta al hilo: “Por un lado, no debemos de adelantarnos tanto como para pensar en hombrecitos verdes y en un Marte con selvas en el pasado, y por otro, debemos ser conscientes de que las imágenes del Curiosity nos van a permitir tener herramientas científicas para hacer análisis mucho más serios y reproducir experimentos aquí, en la Tierra, lo cual nos proporcionará datos mucho más concretos”.
No obstante, concede, “es bueno que el ser humano imagine. Porque gracias a la ciencia ficción y a los escritores que han abierto su imaginación, hemos obtenido muchos avances tecnológicos”, y menciona algunos: desde satélites geosíncronos –que son aquellos que ven siempre la misma cara de La Tierra, ideados en el papel por el autor de la novela ‘2001: Odisea en el espacio’, hasta los teléfonos celulares con video o la teletransportación, a escalas atómicas. “Las novelas que hablan sobre Marte han logrado no solamente que la imaginación literaria nos llegue como entretenimiento, sino que también ha influido en que muchos científicos, gracias a la ciencia ficción, estudiaran una ciencia dura, como es mi caso”. Por lo que, concluye Winkler dando por finalizada la entrevista, “es maravilloso cuánto puede volar la imaginación humana y cómo ésta se puede traducir en ciencia de verdad. Realmente maravilloso…”.