Luego de que El País lo llamara un “lastre” para la izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de izquierda, pidió al rotativo español dejar de hacer de hacer periodismo colonizante.
A través de su cuenta en Twitter, López Obrador respondió a las críticas en su contra publicadas hoy por el rotativo español, a quien pidió hacer la “autocrítica por su responsabilidad en el desastre de España”.
“A El País: dejen la manía de hacer periodismo colonizante. Mejor hagan la autocrítica por su responsabilidad en el desastre de España”, tuiteó AMLO.
En un editorial publicado hoy, El País cuestiona el liderazgo de López Obrador tras las pasadas elecciones presidenciales y llama a los partidos que lo postularon a cuestionar su liderazgo tras haber perdido la elección presidencial en dos ocasiones.
“La izquierda mexicana viene fracasando desde 1988 en su intento de alcanzar la presidencia. Para los correligionarios de López Obrador parece llegado el momento de preguntarse si les conviene como líder un hombre dos veces derrotado, con tendencia al victimismo conspiratorio y cuyo estilo abrasivo y anquilosado le ha enajenado una parte de su voto natural. Obrador es un lastre”, publica El Pais.
Aquí la versión íntegra del editorial de El País:
Obrador es un lastre
Es muy improbable que prospere el recurso de la izquierda mexicana, aglutinada en torno al derrotado Andrés López Obrador, para invalidar las recientes elecciones presidenciales, argumentando la compra y manipulación de millones de votos por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Los siete puntos de ventaja (más de tres millones de sufragios) del presidente electo y candidato del resucitado PRI, Enrique Peña Nieto, representan presumiblemente para las autoridades electorales, que tienen hasta septiembre para pronunciarse, un argumento contundente sobre un proceso en el que no hay evidencia de irregularidades a gran escala.
Sin duda, las protestas callejeras expresan la insatisfacción de muchos mexicanos con el regreso al poder del PRI, que mantuvo durante siete décadas el control absoluto del país, hasta su defunción electoral en 2000. Pero ese inquietante retorno de un partido íntimamente asociado a la corrupción —aunque con una mayoría insuficiente que le obligará a pactar con otras formaciones para sacar adelante sus proyectos— no puede ocultar el hecho de que el populista Obrador ha sido siempre un mal perdedor.
Lo es ahora, aun cuando curiosamente no haya denunciado los resultados de las elecciones al Congreso —celebradas también el 1 de julio y en idénticas circunstancias que las presidenciales—, quizá porque su coalición izquierdista se ha convertido en la segunda fuerza del nuevo Parlamento. Y lo fue en 2006, de manera totalmente impresentable, cuando perdió por menos de un punto la jefatura del Estado ante Felipe Calderón; entonces se declaró presidente legítimo y encabezó durante meses una desestabilizadora protesta callejera en la capital del país.
La izquierda mexicana viene fracasando desde 1988 en su intento de alcanzar la presidencia. Para los correligionarios de López Obrador parece llegado el momento de preguntarse si les conviene como líder un hombre dos veces derrotado, con tendencia al victimismo conspiratorio y cuyo estilo abrasivo y anquilosado le ha enajenado una parte de su voto natural. Obrador es un lastre. En su propio partido, el PRD, hay dirigentes —Marcelo Ebrard, jefe del Gobierno del Distrito Federal, o su sucesor, Miguel Ángel Mancera, entre otros—, pragmáticos y dialogantes, que no suscitan el rechazo de los electores y están en mucha mayor sintonía con las realidades del México de hoy.