“No solo estoy sola sino que me siento muy sola. Desde que falleció mi marido, Jorge Díaz Serrano, sentirme sola es lo que más me hace sufrir. Yo supongo que para cualquier persona debe ser como estar muerta en vida”. Luego de decirme esta frase con voz ronca y que pareciera desafinada, Helvia Martínez Verdayes se queda mirándome fijamente a los ojos como si quisiera decirme más cosas que con la boca ya no puede expresar. Su mirada está amurallada por sobredosis de rímel en las pestañas y pareciera que sus ojos se han hecho más grandes a lo largo de sus nueve décadas, pero en realidad, el adelgazamiento pronunciado de las mejillas hasta quedarse pegadas con los pómulos ha provocado que precisamente sean los ojos los que destaquen del resto de la cara.
Está vestida completamente de negro. Durante nuestra cita en su casa de la colonia Anzures –semanas previas a su cumpleaños número 91–, Helvia trae puestos un saco y pantalón oscuros que le hacen ver la tez más blanca. El pelo, teñido en color caoba, está peinado completamente para atrás y, arriba de la nuca, muestra un pequeño chongo hecho de cabellos cortos y sumamente delgados. “Van tres veces que mando a cortar este traje con la modista. Cada vez me estoy haciendo más chiquita. Voy a quedar del tamaño de una pulga”. La risa de mi entrevistada deja ver una dentadura perfectamente alineada y en buen estado que, a su edad, levanta cualquier cantidad de sospechas.
El secreto de la modelo nudista
Es hija única. Helvia llegó al mundo el 22 de mayo de 1921 como fruto del matrimonio de Jesús Martínez y María Luisa Verdayes, quien al poco tiempo se convirtió en madre soltera debido a que su esposo se fue con otra mujer. A los 16 años de edad, Helvia estudiaba y trabajaba para ayudar a su mamá. Por las mañanas asistía a la escuela Miguel Lerdo de Tejada donde cursaba secretariado mientras que por las tardes cambiaba el uniforme por faldas y blusas de vestir, pues se desempeñaba como secretaria de Efraín Buenrostro Ochoa, quien en aquella década de los 40 fungía como director general de Petróleos Mexicanos(Pemex).
El arquitecto Vicente Mendiola Quezada también trabajaba en Pemex. Tenía su oficina en el archivo de la dirección general por lo que conocía muy bien a Helvia de quien siempre había creído que era dueña de una silueta perfecta.
En esa época, el presidente Manuel Ávila Camacho encomendó al regente del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez, un programa de embellecimiento de la ciudad que incluía la creación de varias fuentes monumentales en glorietas o esquinas representativas.
Tanto Vicente Mendiola como el escultor Juan Olaguíbel, fueron comisionados para que realizaran la construcción de una de estas fuentes para una glorieta que se localizaba sobre el Paseo de la Reforma, cerca de la entrada al Bosque de Chapultepec. El tema que se eligió fue el de Diana, la diosa romana de la caza. Mendiola le ofreció a la adolescente Helvia que posara como modelo para la escultura. Ésta aceptó. “No cobré ni un centavo por modelar sin ropa para la Diana Cazadora. Lo hice por vanidad”, me dice Helvia, quien me deja claro que renunció a cualquier remuneración económica a cambio de que no se revelara su identidad. Y así sucedió durante 50 años hasta que la propia Helvia, en 1992 publicó su libro El secreto de la Diana Cazadora, donde ella misma cuenta su historia y le pone rostro, nombre y apellido a la mujer desnuda ya convertida en icono de la Ciudad de México.
“Pero no vayas a creer que siempre estuve posando como Dios me trajo al mundo”, me señala Helvia apuntando con su dedo índice. Y aclara: para las sesiones de fotos que se realizaron en el estudio de Olaguíbel ella se ponía un traje de baño que le cubría la parte de abajo o lo senos, según las imágenes que necesitara el escultor. La modelo se quitó la ropa completamente hasta que la Diana estuvo terminadacon el fin de que el artista pudiera afinar detalles y, desde luego, dejara evidencia fotográfica de su musa.
Años más tarde, el 10 de octubre de 1942 de desveló la Diana Cazadora en Reforma. Fue todo un acontecimiento para los capitalinos. Pero no así para las damas de la Liga de la Decencia. Helvia no pudo asistir al evento porque se encontraba en el hospital recuperándose de una apendicitis. Cuando fue dada de alta, le pidió a su madre que la llevara a conocer la fuente. “Cuando la vi por primera vez me quedé en shock”.
Amor prohibido
Helvia siguió trabajando como si nada hubiera pasado. Continuó con su empleo de secretaria en la dirección general e incluso sobrevivió a cuatro directores de Pemex. Durante la administración de Antonio J. Bermúdez conoció a Jorge Díaz Serrano. Era el año de 1957. Él era contratista y vendedor. Sí, saludaba a Helvia y conversaba con ella cuando tenía reuniones en la oficina de Bermúdez, pero no fue hasta la fiesta de Navidad de la oficina cuando Díaz Serrano la comenzó a cortejar hasta darle el primer beso en los labios.
Para enero de 1958, los dos ya pasaban gran parte de su tiempo juntos: desayunaban, se veían en la noche para cenar, él le llevaba serenata y así, poco a poco, la relación fue tomando forma y color. Pero no todo era miel sobre hojuelas: Jorge estaba casado. El funcionario petrolero había contraído nupcias con Elvia Moreno y tenían cinco hijos: Elvia, Ricardo, Jorge, Fernando y Laura. A decir de Helvia –la Cazadora– cuando se enteró le pidió a Jorge que la dejara, que no podía volver a verlo porque sabía que era casado y tenía hijos. Pero Jorge se aferró a su amante.
La relación que mantuvieron Jorge y Helvia se prolongó por más de 30 años. Él dormía diario en su casa familiar y a ella la veía en el día. “La Diana Cazadora” lo vio sentarse en la silla de la dirección general de Petróleos Mexicanos de 1976 a 1981. Se convirtió en su secretaria particular. Lo acompañó a todos los eventos de Estado así como a viajes alrededor del mundo. “Vivíamos un verdadero sueño excepto porque Jorge era alcohólico”.
Pero también Helvia vio entrar a la cárcel al hombre del que estaba enamorada. El 30 de julio de 1983, regresando de Rusia como embajador de México, Díaz Serrano fue acusado de desvío de fondos cuando dirigió Pemex y encarcelado en el Reclusorio Sur.
“Yo también estuve encerrada porque lo iba a ver diario. En cinco años que Jorge estuvo preso sólo falté los domingos y el día que enterré a mi mamá”.
Fue precisamente durante el tiempo en el que estuvo preso cuando Jorge se divorció de su primera esposa y, poco tiempo después, cumplió su sueño de casarse con su amante. Así, el 24 de octubre de 1986 en el patio de la penitenciaría, Díaz Serrano y Helvia se casaron por el civil en una pequeña boda con sólo 18 invitados. En 1988, él salió de la cárcel, pero fue hasta el 2001, después de la muerte de la primera esposa de Jorge, cuando la pareja contrajo nupcias por la iglesia, en San Agustín, y luego se fueron de luna de miel a Acapulco.
Del cielo al infierno
La vida después de la cárcel fue el inicio de otro vía crucis para la pareja. Tras su liberación, el ex director de Pemex se fue a vivir a la casa de su nueva esposa, en la Anzures -lugar donde estoy sentado en una sala azul con Helvia durante la entrevista. “Cuando lo metieron en el reclusorio, el gobierno le quitó todo a Jorge. Sus cuentas en el banco, sus propiedades, sus carros, sus relojes, sus cuadros… luego, cuando salió de la cárcel tuvimos que vender lo que nos quedaba: pinturas que él me había regalado de Maurice Utrillo, de Remedios Varo, de Diego Rivera. Jorge llegó a tener en su colección hasta 400 obras de arte, le encantaba el arte, pero se las quitaron. También me había regalado un departamento en Polanco, en Campos Elíseos, enorme, y ése también luego lo tuvimos que vender. La que más me dolió fue una casa que teníamos en Cuernavaca, que era mía, primorosa, con un lago enfrente y una Diana Cazadora del mismo tamaño de la que está en Reforma. Todo eso me lo compró mi esposo. Todo lo vendimos”.
En 2005 a Díaz Serrano le diagnosticaron hidrocefalia (acumulación excesiva de líquido en el cerebro) por lo que su estado de salud comenzó a deteriorase. En una ocasión tuvieron que llevarlo al hospital debido a una complicación, al salir, su hija Elvia se lo llevó a vivir a su casa para atenderlo personalmente. A Helvia no le quedó de otra más que aceptar la decisión y visitarlo ocasionalmente. Después de haber pasado tres años a lado de su hija, Jorge decidió regresar a su casa al lado de su esposa.
“Éramos felices a morir, salíamos al cine, dábamos la vuelta alrededor de la casa en la tarde que hacia solecito, nos íbamos a comer al Au Pie de Cochon, cuando le preguntaba a dónde quería ir, siempre me decía que conmigo iba a donde quisiera”.
Durante ese tiempo, Díaz Serrano tuvo otra complicación y fue internado de urgencia en el hospital ABC. Esa fue la última vez que Helvia pudo estar cerca del que fuera su compañero de mil batallas. “Se apropiaron de él, su hija me escribió una carta diciéndome que se lo llevaba y que se encargaría de todo, que yo no tenía nada que ver.” Al salir del hospital, la familia de Jorge lo llevó a lo que sería su última morada, un departamento que les prestó un amigo en la calle Ámsterdam, en la colonia Condesa. Ahí, Díaz Serrano pasó sus últimos días atendido por cuatro enfermeros proporcionados por el servicio médico que le corresponde a Helvia como jubilada de Pemex.
La mañana del 25 de abril de 2011 un paro respiratorio puso fin a la vida de Jorge Díaz Serrano a la edad de 90 años.
El último adiós
No pudo despedirse en vida. Los hijos de Díaz Serrano le avisaron a Helvia de la muerte de Jorge dos horas después de que había fallecido en el departamento de la Condesa.
“Cuando lo vi muerto en la cama, me acerqué y le di un beso en la frente. Se me adelantó mi viejito”.
Al poco tiempo, trasladaron el cuerpo de Díaz Serrano al Panteón Francés para velar su cuerpo. El resto de los familiares comenzaron a llegar. También funcionarios de primer nivel de Petróleos Mexicanos. Helvia recibió el pésame por parte de Juan José Suarez Coppel, actual director de Pemex así como de Carlos Romero Deschamps, líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros a quien, según cuenta Helvia, lo conoce desde joven porque era secretario de Jorge. “Carlos se acercó y le dijo al director de Petróleos ‘nunca he visto en la vida a un hombre que trate a una mujer como Jorge trataba a Helvia’”.
La viuda de Díaz Serrano le pidió a Romero Deschamps que le hiciera un busto en honor a su marido y, a decir de Helvia, el líder sindical prometió hacer no un busto sino una escultura de Jorge con llaves fundidas de los trabajadores petroleros. Así mismo, la invitó al homenaje que harían a la mañana siguiente en las oficinas centrales de Petróleos Mexicanos, en avenida Marina Nacional. Y así fue.
Helvia se quedó con las cenizas de su esposo, las cuales depositó en un nicho que compró en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
“Ahí está mi mamá, mi abuela, mis tías y también voy a estar yo”.
A pregunta expresa de por qué no tuvieron hijos juntos, Helvia responde: “ya me case vieja con Jorge y además yo no quise. Él ya tenía cinco hijos, mi hijo iba a sufrir mucho porque para entonces, no nos habíamos casado. Durante más de 30 años tuvimos la amistad amorosa indebida, pero eso sí, llena de mucho amor”.