La Jornada publica hoy que a pesar de lo grave que es, actualmente el mayor problema en esta parte de la sierra Tarahumara no es la emergencia alimentaria, sino la presencia del narcotráfico con su cuota de violencia:las comunidades rarámuris están crucificadas por el crimen organizado
. Lo repite con vehemencia –en entrevista– el párroco de Creel y vicario general de la diócesis, Héctor Fernando Martínez, quien tiene 17 años trabajando en la región, donde atiende a 39 comunidades.
Y se lo recordó el miércoles pasado al gobernador César Duarte, en el acto público organizado en la comunidad de San Ignacio para entregar las despensas con que el gobierno estatal responde a la emergencia alimentaria en la Tarahumara. La presencia del narcotráfico –explica Martínez– resulta devastadora para la estructura social de las comunidades,porque llega y desplaza a la gente de sus tierras, la despoja de sus casas, y por miedo deja de sembrar o abandona sus pueblos
, y al mismo tiempo, ante el desempleo y la falta de opciones, atrae a los jóvenes y adolescentes rarámuris porque les ofrece trabajo, los lleva a plantar, les reparte dólares
.
Seducidos por esa vida, adolescentes y jóvenes, que van de 16 a 20, años terminan rechazando su identidad. Este sacerdote cuarentón, de carácter jovial, traductor de La Biblia del hebreo al rarámuri, no habla de oídas; le consta, lo ha visto, lo ha vivido: varios de quienes hoy se pasean por Creel y sus alrededores en las trocas con vidrios polarizados, música a todo volumen yarmados hasta los dientes
, asistían con él al catecismo cuando eran pequeños.
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