Los estudiantes escuchan calladitos cuando la profesora les explica que las víctimas de la violencia sobrellevan distintas etapas psicológicas después de un ataque. La mayoría de estos estudiantes, no obstante, no necesitan que nadie les explique eso. Es algo con lo que conviven a diario.
Muchos de estos adolescentes vienen a Estados Unidos escapándole a la violencia del narcotráfico que los acompaña desde pequeños.
“Pasé por las tres etapas: impacto inicial, retroceso emocional y reorganización de mi vida“, comentó Alan García, de 17 años, antes de ponerse a llorar frente a sus compañeros. “Mi madre entra y sale de la etapa de retroceso emocional”.
La violencia del narcotráfico crea nuevos problemas a las escuelas de Texas: miles de alumnos sufren traumas psicológicos similares a los de los soldados que regresan del campo de batalla. Algunos distritos comenzaron a ofrecer clases y asesoría más típicos de un cuartel militar que de una escuela.
“Lo que ves en Irak o Afganistán es lo mismo que está pasando en la frontera” entre Estados Unidos y México, expresó Clara Contreras, coordinadora del programa Comunidades y Escuelas Seguras y sin Drogas de la Agencia de Educación de Texas con sede en Edinburg.
Muchos de los estudiantes fueron asaltados o presenciaron tiroteos. Otros tienen familiares secuestrados o han sido extorsionados por las bandas que se mueven a placer en Ciudad Juárez, urbe de 1.3 millones de habitantes que se encuentra frente a El Paso, del otro lado del río Bravo.
Cuando García habla, el resto de los alumnos asiente. Casi todos los 17 jóvenes de la clase que tienen lazos con Ciudad Juárez han experimentado la misma angustia.
Kathy Ortega, directora de terapia de ayuda en el distrito escolar de El Paso, dijo que las autoridades no llevan la cuenta de cuántos estudiantes están traumatizados por la violencia del narcotráfico, pero que esa cifra incluye tanto niños que se vinieron a Texas como muchachos que viven del lado mexicano de la frontera e ingresan a diario a Estados Unidos para ir a la escuela.
“Muchas familias no nos contactan por temor”, dijo Ortega. Tienen miedo de que, si sus hijos hablan con terapeutas, la noticia llegue a oídos de las personas de las cuales están huyendo.
Desde que el gobierno declaró una guerra frontal al narcotráfico en diciembre del 2006 han fallecido más de 35 mil personas en episodios relacionados con la violencia de los carteles, cuyas tácticas de terror incluyen colgar a personas de puentes, decapitar a los enemigos y disolver los cuerpos de sus víctimas en ácido.
Maestros y terapeutas de la frontera dicen que han visto desfilar por sus aulas cantidades de niños traumatizados.
Sus problemas emocionales afectan “su rendimiento académico en muchas áreas”, manifestó Alma Leal, profesora de terapia psicológica de la Universidad de Texas de Brownsville y coordinadora de guía y terapia del Distrito Escolar Independiente de Brownsville. Agregó que tienen problemas de disciplina, se sienten inseguros y temen perder a sus seres queridos.
Richard Barajas, ex presidente del Tribunal de Apelaciones del 8vo Distrito, dirige el programa de estudios avanzados de la secundaria Cathedral High School, donde García asiste a sus clases terapéuticas. Empezó a enseñar el curso “Principios de la Victimología” el año pasado, después de que dos estudiantes fueron asesinados en Juárez.
El objetivo del curso es enseñar a los estudiantes cómo ayudar a las víctimas, cómo comprender el proceso de victimización y cómo hablar de sus experiencias.
Mabel Avalos y otros terapeutas de El Paso emplean técnicas que usaron con hijos de personal militar en el vecino Fort Bliss.
Los niños que huyen de la violencia de la frontera y aquellos cuyos padres han estado en combate comparten los mismos traumas, como la separación o pérdida de un padre, indicó Avalos. Pero a diferencia de lo que ocurre con los hijos de militares, los que vienen de México han estado expuestos a la violencia ellos mismos y a veces han sido incluso víctimas de esa violencia.
“Le hacemos frente al problema, pero no lo resolvemos”, expresó Avalos. “No creo que la comunidad se dé cuenta de que tiene este problema”.
Agregó que todavía le cuesta hablar de un caso en el que le tuvo que explicar a dos hermanitas que tenían proyectiles alojados en sus cuerpos por qué los médicos no querían sacárselos y preferían que su propio organismo los desalojase.
En el distrito de Leal los terapeutas hablan del temor que sienten los chicos por la seguridad de sus parientes del otro lado de la frontera.
“Sé de un adolescente que cruza la frontera todos los días para asegurarse de que sus abuelos están vivos en Matamoros”, del otro lado de Brownsville, relató.
Susana Jones, terapeuta de la región de El Paso, dijo que los estudiantes que han estado expuestos a la violencia expresan su enojo peleándose y respondiéndole mal a los profesores.
“Cuando mi hermano se salvó de un intento de secuestro, comenzó a mostrarse más irritable. Le hablaba mal a los profesores y terminaron expulsándolo”, cuenta Carlos Gallardo, quien terminó la secundaria en Cathedral a mediados de año.
Cuando dos alumnos de Cathedral fueron abatidos a tiros en febrero, sus compañeros experimentaron de primera mano las secuelas de la violencia.
“Uno de ellos se sentaba detrás mío. Era muy extraño mirar hacia atrás y ver su escritorio vacío“, declaró Carlos Gómez, estudiante que fundó la agrupación Esperanza Sin Fronteras, que trata de concientizar a la gente acerca del impacto de la violencia en niños y adolescentes en general.
Muchos de los menores ya hacían frente a la pobreza y ahora deben lidiar con “la experiencia sobrecogedora de ver que sus peores pesadillas y temores se hacen realidad”, comentó Steven Marans, director del Centro Nacional para Niños Expuestos a la Violencia del Centro de Estudios de Menores de Yale.
A largo plazo, si el niño no recibe ayuda, las víctimas pueden pasar a ser victimarios.
“Si no te puedes concentrar y no te va bien en la escuela, no puedes sobresalir en el mundo académico y tratas de sobresalir usando la fuerza” contra otros, indicó Marans.
Las víctimas de la violencia del narcotráfico, por otro lado, se ven estigmatizadas por personas que creen que estuvieron involucradas en el negocio de las drogas.
Pero la realidad, según Laura Olague, directora ejecutiva del Children’s Grief Center de El Paso, es que en muchos casos esas personas fueron atacadas por negarse a pagar extorsiones o quedaron en medio de un tiroteo.
Según un estudio del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos, con sede en Ginebra, unos 115 mil mexicanos se han refugiado en Estados Unidos desde que se intensificó la violencia en su país a partir del 2006.
AP