La Jornada publica hoy que el famoso toro de Wall Street, la escultura de bronce colocada donde desemboca Broadway, en la punta sur de Manhattan, sigue encerrado detrás de barreras policiacas y una guardia de por lo menos 20 uniformados desde hace más de un mes, cuando comenzó el plantón de Ocupa Wall Street. Así, el símbolo de Wall Street permanece acorralado y bajo protección del Estado. Uno de los símbolos de Ocupa Wall Street es la imagen de ese toro con una bailarina haciendo una pirueta sobre su cabeza. También juegan con otros símbolos: ayer en Broadway unos 30 jóvenes empujaron un becerro dorado, símbolo bíblico del culto a la avaricia, y afirmaron que expulsaban a este representante del 1% más rico en nombre del 99%.
Un adolescente caminaba con su padre y al observar la escena le preguntó qué representaba el becerro. El padre respondió que es símbolo de avaricia, ídolo de un dios falso. ¿Y los manifestantes, a quiénes sirven? A la humanidad
, dijo el padre. A veces todo esto se parece a una corrida de toros, donde los toreadores son los manifestantes y el toro las grandes empresas financieras, los políticos que trabajan a su favor y la policía.
El Nobel de economía Paul Krugman afirmó en su columna del New York Times que Wall Street está perdiendo su inmunidad
como resultado de esta expresión de protesta y denuncia, que ahora ya alcanza trascendencia mundial. Hasta hace unas semanas parecía que Wall Street efectivamente había sobornado e intimidado al sistema político, para que se olvidara que recibe pagos espléndidos mientras destruye la economía mundial. De pronto, algunas personas insistieron una vez más en abordar ese tema. Y su indignación ha encontrado resonancia en millones de estadunidenses
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