La Jornada publica hoy un análisis sobre México realizado por The Economist Intelligence Unit en relación a la situación en el país tras la crisis financiera de 2008 y el auge de los cárteles de la droga. México sufrió la recesión más pronunciada de cualquier país americano, excepto un par de pequeñas naciones del Caribe. Su economía se encogió 6.1% en 2009. Entre el tercer trimestre de 2008 y el segundo de 2009 se perdieron 700 mil empleos, 260 mil de ellos en la industria manufacturera. El bache fue más profundo en el próspero norte: el más golpeado fue el estado de Coahuila, cuya capital, Saltillo, había enriquecido con las exportaciones hacia EU. La producción de esa entidad cayó 12.3% en 2009, al secarse los pedidos.
La recesión convirtió una década razonable de la economía mexicana en algo terrible. En los 10 años anteriores a 2010, el ingreso por persona creció 0.6% anual, una de las tasas más bajas del mundo. A principios de la década de 2000, México era la mayor economía latinoamericana, medida en tipos de cambio del mercado, pero pronto fue rebasado por Brasil, cuyo PIB es ahora el doble del mexicano y sigue alejándose, impulsado por el boyante real. Pronto Brasil será número uno en producción petrolera, que México ha dejado empequeñecer. Mientras los brasileños construyen estadios para la Copa Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, los mexicanos, que el año pasado celebraron el bicentenario de su Independencia, construyen monumentos a su pasado (y aún no los terminan).
Con todo, la economía mexicana tiene mucho potencial. Gracias al TLCAN y a una serie de acuerdos bilaterales de comercio, México exporta más que Argentina y Brasil juntos, y más por persona que China. El año pasado tuvo negocios por 400 mil mdd con EU, más que cualquier país excepto Canadá y China. La tasa de inversión, de más de un quinto del PIB, está muy delante de la brasileña. El ingreso per cápita cayó debajo del de Brasil en 2009, pero sólo por la fortaleza del real y la debilidad del peso. Tomando en cuenta el poder de compra, los mexicanos aún están mejor que los brasileños.
La lucha está muy concentrada: el año pasado 70% de los asesinatos relacionados con el crimen organizado ocurrieron en 3% de los municipios del país. En el estado de Yucatán, donde los turistas deambulan entre ruinas mayas, la tasa de homicidios no es mayor que la de Bélgica. En los primeros cinco meses de 2011, las llegadas fueron 3.6% inferiores a las del mismo periodo un año antes. Acapulco, que atrae sobre todo turistas nacionales, casi se ha vaciado a causa de los frecuentes tiroteos en el corazón de la zona hotelera. Muchas de las zonas más rudas están en el norte, donde se concentra la inversión extranjera. En Ciudad Juárez, centro de maquila para la exportación, la tasa de asesinatos ha llegado a ser de las más altas del mundo, en tanto los cárteles de Sinaloa y Juárez batallan por el control de los cruces fronterizos, poco restringidos (y a menudo ayudados) por la policía local. En Tamaulipas, donde la violencia aumentó el año pasado, la tasa de desempleo se ha elevado a 7.5%, la más alta del país. El director de una trasnacional que tiene operaciones allí encontró recientemente que su gerente local había estado transfiriendo dinero de la empresa a los cárteles.
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