Hace trece meses el asesinato masivo de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, oscureció aún más el panorama de inseguridad en el noreste mexicano, inaugurando hallazgos de cuerpos mucho más numerosos que los conocidos hasta aquel momento. A este hallazgo le siguieron aún varias fosas comunes con cientos de víctimas.
A principios de este mes el periodista independiente dedicado a la investigación y especializado en incidentes humanitarios internacionales, Gary Moore, llegó a San Fernando para acabar con sus dudas sobre el caso de San Fernando. Moore llegó al lugar hace unos días y escribió un relato de su percepción del ambiente en el municipio.
Para el reportero estadounidense, los archivos parecen confirmar que el suceso de agosto de 2010 en San Fernando es la mayor matanza -en un solo incidente- en la historia moderna de Norteamérica, desde la Revolución Mexicana. Sin embargo, recuerda también que en marzo y abril de este año, también en San Fernando, llegó una segunda ola de atrocidades al lugar: “las masacres de los camiones” y más fosas comunes masivas. Los asesinatos han sido una dolorosa serie de ataques. Sicarios en los alrededores de San Fernando sacaron a los pasajeros de camiones para asesinarlos en masa por razones que de nuevo son desconocidas y que han quedado en rumores.
Las versiones del gobierno sobre el caso fueron encriptadas y contradictorias y no lograron terminar ni solucionar los rumores que viralmente recorrieron la opinión pública. Todos estos sucesos tienen detalles de crueldad extrema, “casi increíbles” y que si fueran detallados volverían la historia casi imposible de leer.
Sin lugar a dudas, los al menos 193 cuerpos encontrados sin vida en 47 fosas clandestinas desde abril -además de la encontrada en agosto de 2010- no incluyen las incontables víctimas conocidas sólo como personas desaparecidas. Los rumores de los lugareños de San Fernando afirman que si la verdad algún día se conociera, la cifra total de víctimas entre las orgias de terror de 2010 y 2011 tal vez llegarían a 600 y que las víctimas faltantes estarían bajo el suelo de esta región.
Moore reflexiona que los medios y sus representantes, en general, no se desplazaron a Tamaulipas, y que los que lo hicieron no visitaron el lugar de los hechos, por lo que no pudieron confirmar muchos de los detalles en la versión oficial, ni pudieron hablar con los lugareños, que hasta hoy empiezan a perder el miedo. Por lo anterior, la masacre fue en su mayoría cubierta a la distancia, lo cual provocó errores incluso en los nombres de los diferentes lugares.
San Fernando ya no es el lugar de la muerte … por el momento
Situado a casi 150 kilómetros al sur de EU por la autopista federal 101, conocida como “la carretera de la muerte”, San Fernando ya no aparece en los medios de comunicación que según Moore “se cansaron del tema, de repetirlo sin haber conseguido siquiera todos los detalles.” San Fernando “yace abandonado en sus misterios”, los funcionarios mexicanos publicaron “sólo los detalles más escuetos”, profundizando las interrogantes, relfexionó Moore. “Es como si una muralla de humo emergiera, escondiendo lo sucedido.”
El municipio es muy extenso y en la cabecera municipal -el pueblo de San Fernando– hay calles dañadas llenas de tráfico, tiendas de conveniencia, viejos semáforos de pedestal y, probablemente, menos de 70 mil habitantes. La violencia del año pasado y principios de este habría expulsado al 10% de los pobladores. El censo de 2010 encontró 3 mil 600 casas abandonadas a lo largo del municipio. Las cicatrices de la violencia son notorias, Moore detalla las ruinas de una vieja concesionaria de Ford con señas de haber sido quemada, luego de haber funcionado aún hasta el año pasado.
Para Moore, “lo realmente impresionante es la ausencia de shock, la aparente paz y la quietud tras el conflicto.” San Fernando no tiene los clichés de las películas del oeste, donde “miradas venenosas son lanzadas desde las sombras a los visitantes. No.” Al menos en el día muchos peatones comunes caminan las calles, dan instrucciones al reportero, y dan sus opiniones y no miran de lejos. .
La masacre de migrantes de San Fernando, acaecida en agosto de 2010, se ha convertido en un punto ciego de la historia de la lucha contra el crimen en México. Por una parte, es un lugar común solemne de los derechos humanos en nuestra época, mucho más grande que cualquier evento anterior en la caótica guerra contra las drogas. Y aún la forma en que se realizó la masacre, a decir de Moore, es “un acertijo enredado en un misterio dentro de un enigma.”
Por lo anterior, la importancia de que esta pieza del rompecabezas salga a la luz. En su segunda publicación desde San Fernando, Moore busca encontrar y tapar los huecos en la narración.
El martes 24 de agosto de 2010, el gobierno mexicano anunció que sus tropas de élite de la Marina habían descubierto un rancho donde había sido llevada a cabo una masacre. Los 72 cadáveres yacían en un rancho abandonado en medio de la nada. Los Zetas, un brutal cártel conocido por sus atrocidades fue acusado de perpetrar la matanza. En los siguientes meses, se acumularon pruebas que señalaban efectivamente a este cártel como los asesinos.
Mientras tanto, las víctimas no eran traficantes de drogas, sino sólo transeúntes convertidos en una muestra del horror. Los muertos no eran siquiera mexicanos, sino inmigrantes de Centro y Sudamérica tratando de atravesar clandestinamente el país para entrar en EU. Moore destaca que una de las muertes era al menos inusual, pues una persona era originaria de India y nunca fue nombrada públicamente.
Luego de viajes de miles de kilómetros (para lo cual habían pagado miles de dólares a tratantes de personas), los viajeros fueron encontrados tras una situación que repentina e inexplicablemente se había vuelto fatal. ¿Buscaron Los Zetas forzar a los cautivos a ser reclutados forzosamente como sicarios o mulas para transportar coca? ¿Los migrantes fueron asesinados para golpear a una banda rival o para enviar un mensaje al gobierno? “Escoja su teoría”, sugiere Moore.
Uno de los más grandes misterios es porqué el gobierno mexicano guardó en secreto la mayor parte de las evidencias. Moore especula: “¿Significó esto una complicidad con la matanza? ¿O tal vez es simple incompetencia? ¿Tal vez pánico en el gobierno?”
El vocero gubernamental fue breve y casi no dio detalles mientras relataba cómo los marinos, supuestamente, descubrieron esta abominación. El gobierno afirmó que el único sobreviviente de la masacre milagrosamente salió del lugar para contar la historia. El sobreviviente, según la versión gubernamental, era un pequeño y joven indígena de 18 años, proveniente de una aldea de los Andes ecuatorianos. Sin duda este individuo existió y fue herido en la matanza. Se dijo que recibió un disparo por parte de Los Zetas juntos con sus 72 compañeros, pero se dijo también que se hizo el muerto hasta que Los Zetas dejaron el lugar del crimen. Después, a pesar de las heridas, el incansable sobreviviente supuestamente corrió épicamente por más de 16 kilómetros, hasta llegar -casi como un milagro- hasta el retén operado por la Marina mexicana.
El joven ecuatoriano nunca fue presentado a la prensa (fue enviado pronto a Ecuador bajo protección incluso allá), pero relató una historia que difiere un poco de la historia contada por el gobierno, antes de desaparecer para siempre en un programa de protección para testigos. Insight Crime se pregunta si fue esta la forma en que el gobierno mexicano escondía algo, “¿Tal vez algo grande?”.
En la atmósfera de terror que rodea al evento de agosto de 2010, los reportes hechos sobre el tema fueron realizados desde la distancia. El territorio alrededor del atormentado pueblo de San Fernando era considerado demasiado peligroso para que entraran los reporteros. Los pocos que fueron encontraron a la población demasiado temerosa como para hablar. El gobierno dejó la historia del milagroso sobreviviente sospechosamente “esquelética”. Los detalles que apoyaran la versión estaban ausentes, un síntoma clave de una historia falsa.
El antídoto que se necesitaba urgentemente parecía ser imposible de conseguir. A la narración había que llenarle los huecos con los testigos o confirmar o rechazar esta milagrosa historia. Aquel testimonio, no publicado hasta hoy, forma la pieza faltante del rompecabezas.
Este mes, más de un año después de la masacre, InSight Crime encontró que la barrera de silencio en San Fernando se empieza a romper. Otra racha de masacres en el norte del país en este año trajo una gran respuesta gubernamental. Más de mil elementos persiguieron a Los Zetas a sus escondites y rompieron su dominación sobre San Fernando. En el verano los residentes pudieron respirar más tranquilamente y hubo oportunidad de investigar físicamente el lugar donde hace un año el sobreviviente ecuatoriano supuestamente habría llegado milagrosamente al retén de la Marina.
Lo que la prensa ha omitido sobre esta realidad es que esta zona del país es casi como un paisaje lunar, vacío, donde no hay testigos. Incluso en los desiertos más inhóspitos -y esta tierra de cultivo cercana a la costa no es ningún desierto- un impresionante número de personas pueden llevar sus vidas, hablar con sus vecinos, y formar una densa red de información. Un año después, algunas de estas personas aún no hablarían, pero muchos lo hacen, al menos lo suficiente para llegar a un consenso en la historia de la masacre desde una perspectiva independiente a la del gobierno.
La masacre había ocurrido, antes que nada, en un área de ranchos llamada “El Huizache”, no “El Huizachal”, como erróneamente reportó la prensa extranjera que no visitó el lugar. Índices geográficos concuerdan con los residentes en el nombre correcto. El cobertizo del rancho abandonado donde se llevó a cabo la masacre está en una calle empedrada y lodosa llamada La Noventa, la cual está a 16 kilómetros de la carretera federal 101. El retén de la Marina en la historia del sobreviviente estaba en esta avenida, alrededor de la marca con el kilómetro 114, en una desviación que lleva a la carretera principal.
Estos 16 kilómetros (10 millas) son lo mínimo que habría corrido el sobreviviente herido habría tenido que correr de forma “impresionante”. Sin embargo, los habitantes del lugar conceden esta posibilidad encogiendo los hombros, no tienen duda de que el ecuatoriano realmente lo haya hecho. Los habitantes dieron más contexto con el que coincidían con la historia oficial del sobreviviente, pero que dio mayor información que compagina cosas que parecían auténticos milagros.
A pesar de que mucha de esta carrera nocturna que habría realizado el sobreviviente fue realizada sobre la carretera 90, los vecinos afirman que el ecuatoriano corrió hacia el norte cuando vio una luz distante. También afirmaron que la luz estaba en un amplio almacén de granos y soya que estaba cerrado, donde sólo estaba el vigilante en servicio y todos los entrevistados parecían conocerle según reporta el enviado de Insight Crime. Algunos, aún más específicamente, afirmaron que la luz estaba en un poste enfrente del almacén en una estación de inspección de ganado -la Estación 10- que esa noche estaba desierta.
Así que, ¿cómo pudo el sobreviviente alcanzar a los marinos? No había marinos en el almacén de soya ni en el puesto de inspección de ganado. De acuerdo con los habitantes -y esta versión es la que se conoce en la región- el vigilante en el almacén dijo a la fugitivo que no podía ayudarlo, pero que al sur por la autopista había un retén de la Marina mejor equipado para esta peligrosa ayuda. De acuerdo con esta historia, el joven ecuatoriano no encontró a los marinos por un accidente milagroso, sino que fue dirigido hacia ellos por el vigilante del almacén.
El contexto ayuda, al menos, a disipar algunas de las sospechas más espectaculares sobre la masacre. Las explicaciones de los habitantes no suenan como un rumor vacío o exageración emocional. Los vecinos tenían contacto con los marinos que hace trece meses fueron a pasar la noche al lugar del retén de la Marina y la discusión del extraño escape se generalizó aparentemente, no un secreto, excepto -tal vez- para los apurados o asustados reporteros que nunca fueron hasta el lugar.
El indicador crucial -un contexto amplio iluminado por muchas pistas- ahora sugiere que muchos puntos en la encriptada narración no eran mentiras o historias para encubrir algo, sino que reflejan eventos reales, aunque lleva al misterio aún más profundo planteado por Moore: “¿Por qué el gobierno no se hizo el favor de dar más detalles desde el primer momento y crear así un ambiente creíble de información?” Para el reportero “muy posiblemente, alguna complicidad en la masacre por parte de algunos de los funcionarios del gobierno de alguna forma fue escondida.”
En abril de este año, cuando las tropas federales mexicanas finalmente limpiaron los escondites zetas en San Fernando, 17 policías municipales fueron arrestados por ser aliados del cártel y el resto fueron despedidos. De otras varias formas, los cargamentos desaventurados de inmigrantes ilegales que estaban cruzando tierra mexicana pudieron haberse enroscado en enredaderas oficiales.
En ningún nivel, “si usted cree el consenso general entre los lugareños” -de un área demasiado peligrosa para estudios formales como nombrar a los testigos-, hubo una casi milagrosa carrera por la libertad emprendida por el ecuatoriano y duró más de sólo 16 Km.
Las más de 12 millas es mucho para caminar con dificultades, especialmente con una herida en la quijada, de acuerdo con algunos reportes y otra en la clavícula. De forma concebible, tal acto de voluntad pudo haberse explicado por un factor indescriptible que incluso se les escapó a los lugareños. Esto es que el joven sobreviviente, Luis Fredy Lala Pomavilla, era un joven campesino quechua de las altas montañas de los Andes ecuatorianos, por lo que sus pulmones habrían estado en muy buena condición y su carrera fue realizada en la región costera y casi a nivel del mar. La diferencia de altitud le significó al joven una riqueza de oxígeno un poco inusual. El caos criminal frecuentemente provoca vuelcos que pueden sonar inverosímiles, pero son reales. La adrenalina tiene su propia magia.
No obstante, muchos misterios en la masacre de agosto de 2010 “permanecen obstinadamente sin resolver”, para Moore. En la confusión, justo después, un anuncio hizo surgir la versión de que hubo realmente dos sobrevivientes, siendo el otro un anónimo joven hondureño cuya identidad nunca se hizo pública.
El segundo sobreviviente es conocido sólo por una historia hecha pública por el gobierno de Honduras, cuando supuestamente lo interrogaron. Lo relevante de esta segunda historia tiene un conflicto fundamentalmente la que se atribuye al ecuatoriano. La supuesta historia del hondureño situaría la masacre en la noche del sábado 21 de agosto, mientras que la del ecuatoriano la pone en la noche del domingo 22. Ambas no pueden ser ciertas y no pueden estar equivocadas en un detalle tan básico.
El conocido lugar, sombrío para la defensa de los derechos humanos en nuestro país permanece casi completamente como un enigma en muchas formas, con muchos actores escondiendo las piezas faltantes.