El temor de los padres de familia era tan grande, que los llevó a iniciar una caminata de rezos alrededor de la primaria.
“Este miedo lo vamos a tener hoy, y lo vamos a tener todos los días, así que lo único que nos queda es poner a nuestros hijos en las manos de Dios”, dijo en voz alta una señora rodeada de una veintena de padres de familia que, apenas cinco minutos atrás, dejaron a sus hijos en la escuela Ignacio Manuel Altamirano, de Mazatlán, Sinaloa.
“Quien guste hacerlo, vamos a dar una vuelta a la escuela para encomendar a nuestros niños a las manos de Dios, quien guste ir conmigo, véngase”, prosiguió.
Entonces, la madre inició el recorrido y el resto de los padres la siguieron. Mientras andaban entregaban las vidas de sus hijos a la fe. Era lo único que les quedaba.
Eso sucedió el martes 25 de enero, a las 8:05 horas, en la acera de la primaria que una semana atrás fue amenazada por un grupo de criminales que arribaron en un automóvil Jetta color rojo.
La advertencia de los delincuentes fue demoledora: “Si quieren salvar unas vidas, suspendan esta semana las clases hasta nuevo aviso o correrá sangre. Nosotros sabemos nuestra estrategia. Cero policías escuela Altamirano”.
El mensaje fue entregado a una madre de familia. La destinataria era la directora del plantel, Hermelinda García Ibarra, que es responsable de 500 menores. Los delincuentes se encargaron de que su advertencia se tomara en serio, y para eso mostraron armas a quien eligieron como mensajera, y a otros padres y madres de familia que acababan de dejar a sus criaturas en la escuela.
Eso desató el pánico entre los niños y padres. La primera reacción fue recuperar a sus hijos y llevárselos a casa: peligraban.
Y aunque el Alcalde de Mazatlán, Alejandro Higuera Osuna, le pidió por teléfono a la directora que no suspendiera las clases porque la información militar le decía que los menores estaban a salvo, la responsable de la primaria cerró la puerta, y así permaneció por una semana, el tiempo que los delincuentes le ordenaron.
“Estábamos afuera, cuando unas señoras gritaron ‘saquen a sus hijos, saquen a sus hijos’, y nos lo llevamos”, recordó Claudia, una madre que en el reinicio de clases dejó a su niña en casa; ella acudió a revisar la seguridad de la escuela para cerciorarse que no peligrara su hija.
“Cuando entramos los niños estaban gritando: llore y llore. Estaban en pánico”. Este es un caso de amenaza contra una escuela de Mazatlán, pero no es el único, en los días posteriores se han registrado más advertencias y presuntos intentos de extorsión que han llevado a la sociedad porteña a sentirse inseguros, hasta en las primarias.
La inseguridad preescolar ha orillado a la Secretaría de Educación Pública de Sinaloa a apresurar la instalación de cámaras de videovigilancia que forman parte del programa Escuela Segura.
Tenemos que enseñar a los niños a cuidarse
Ese día, el de regreso a clases, ella fue la última trabajadora en irse de la primaria. La directora vestía un saco negro con una camisola blanca, poco maquillaje, pelo corto y pequeños aretes azules que asemejaban un par de habas coloreadas.
“Aquí se les va a proteger a los niños, tampoco nos vamos a hacer héroes, pero hasta donde nosotros podamos se les va a apoyar”, afirmó la titular del plantel Altamirano, Hermelinda García Ibarra.
“Ya no tienen respeto por mujeres, por niños, ya no podemos decir ‘aquí no va a pasar’, aquí tenemos que prevenir”, mencionó.
“Estamos en una zona conflictiva ya, ya no es Culiacán, ahora es Mazatlán, y tenemos que enseñar a los niños a cuidarse”.
Como medida precautoria, en el plantel permanecieron policías vestidos de civil.
“Aunque el Alcalde me dio la orden de que viniéramos a trabajar, de que no suspendiéramos, para mí la seguridad de los niños era fundamental. Las madres estaban muy alteradas”, expuso.
La titular del plantel afirmó que la SEP debe implementar un sistema de protección a niños y maestros ante los ataques en los que pueden resultar involucrados.
Sigue la intimidación
Desde el 2009, Mazatlán pasó de ser un paraíso vacacional a una zona de altos índices de homicidios. El Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Justicia Penal lo clasificó como la ciudad número ocho más violenta del planeta, superando al histórico Culiacán.
El año pasado, Sinaloa registró 2 mil 251 homicidios dolosos, de éstos, 388 se suscitaron en Mazatlán. Los demás se perpetraron en los 17 municipios restantes del estado.
De 2009 a 2010, los asesinatos en Mazatlán crecieron más del 200%, de 116 en 2009, a 388 en 2010. El primer mes de 2011 cerró con 42 homicidios, según datos oficiales, siete más que los 33 de enero de 2010.
La escuela Ignacio Manuel Altamirano no fue la primera en ser advertida, el 4 de enero elementos de seguridad militar revisaron una guardería porteña. La movilización se dio, luego de que el plantel de cuidado presuntamente intentó ser extorsionado. Se le condicionó: o pagaban una fuerte suma económica o un grupo armado llegaría a balear sus instalaciones.
El martes 18 de ese mes, el mismo día de la intimidación a la escuela Altamirano, el Jardín de Niños SEPyC fue atracado. Los malhechores robaron una camioneta, además de anillos y celulares del personal del plantel.
El 1 de febrero, un par de hombres encapuchados se presentaron en una primaria ubicada en la colonia Jardines del Valle. Solicitaron hablar con el director y generaron alerta entre los trabajadores y padres de familia. Eso fue a las 8:30 horas, cuando los padres despedían a los últimos menores. Los encapuchados huyeron en una motocicleta. Se dio parte a la policía pero los posibles delincuentes no fueron localizados.
El 10 de febrero se reportó que trabajadores de una escuela primaria ubicada en la colonia Francisco Villa pidieron mayor vigilancia a las autoridades policiacas, y es que les llegó un documento en el que les advirtieron que un violador de niños rondaba el instituto educativo.
Las autoridades de Mazatlán han afirmado que esta es una estrategia de intimidación de la delincuencia, por lo que no hay que prestarle más importancia de la que merece.
Las escuelas hoy día cierran sus puertas con candado, las maestras hacen guardias para detectar sujetos sospechosos, los padres dejan a sus menores con temor, y la autoridad municipal utiliza parte de su tiempo y equipo para dar rondines en los planteles. El miedo está impregnado en lo más frágil de la sociedad: los niños.