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Una vida examinada: reflexiones bioéticas
El Programa Universitario de Bioética (UNAM) desarrolla investigaciones interdisciplinarias, docencia y difusión que promuevan la... Continuar Leyendo
7 minutos de lectura
Los ecologistas o son veganos o son hipócritas
Quienes genuinamente se preocupan por el medio ambiente deben esforzarse al máximo por poner en práctica lo que defienden. Al boicotear al turismo y a la ganadería, altamente perjudicial al medio ambiente, el ecologista respalda sus convicciones con acciones concretas.
01 de mayo, 2024
Por: Gino Jafet Quintero Venegas y Declan Ramírez

Iniciaremos expresando nuestro profundo respeto hacia aquellos que se identifican como ecologistas, reconociendo su dedicación, pasión y metas motivacionales. No obstante, es relevante destacar que si alguien se autodenomina ecologista pero sigue consumiendo productos de origen animal como carne, lácteos o huevos, esto podría considerarse una contradicción. No tenemos la intención de atacar ni de ser malintencionados al afirmar esto; simplemente estamos siendo francos y directos.

Autodenominarse ecologista mientras se consumen productos animales, presenta una discrepancia evidente. Aunque algunos podrían argumentar que aún así pueden ser considerados ecologistas, esta postura es vista como hipócrita por muchos activistas antiespecistas. Mientras reciclar o usar bolsas de tela son acciones encomiables, apoyar a las industrias ganaderas podría socavar potencialmente esos esfuerzos, ya que se reconoce que la ganadería es una amenaza para la salud del planeta.

Aunque las manifestaciones a favor del medio ambiente son comunes, es crucial reconocer que la Tierra seguirá existiendo; sin embargo, la humanidad y la mayoría de las especies del planeta enfrentan una amenaza inminente si no se implementan cambios rápidos. Dejar de usar popotes no es suficiente para generar el impacto necesario a corto plazo. Aunque entendemos que algunas personas que consumen carne y están preocupadas por el medio ambiente podrían sentirse indignadas al escuchar estas afirmaciones, a veces esta reacción es necesaria para fomentar una reflexión más profunda sobre nuestras acciones y su impacto en el mundo que nos rodea.

Al comenzar la redacción de este artículo buscamos información existente sobre el tema y nos encontramos con el artículo ‘Sí, Puedes Ser un Ecologista Carnívoro’, de Tobias Leenaert, que plantea la posibilidad de que los carnistas sean ecologistas. Sin embargo, discrepamos con esta idea. Sorprende que Leenaert, al ser antiespecista, exente a los ecologistas carnistas sin señalar la hipocresía. Según la definición, un ecologista aboga por la protección del medio ambiente y debería oponerse firmemente al consumo de carne, lácteos, huevos, y a la ganadería.

Leenaert menciona que un vegano que vuela en avión cinco veces al año tiene un impacto negativo mayor en el medio ambiente que un carnista que no vuela. Sin embargo, aparte de que eso no es preciso, el hecho es que consumir productos animales es una elección personal que se puede hacer sin tener en cuenta nada más. Volar, por otro lado, aunque sea un lujo para muchos, no es la misma clase de elección personal y depende de varios factores sociales.

Tomaremos una situación hipotética personal como ejemplo. Imaginemos a alguien vegano y antiespecista que vive en Zacatecas, pero se traslada a la Ciudad de México. Esta persona vuela a Zacatecas para visitar a su familia. ¿Aumentan esos vuelos la huella de carbono? Sin lugar a dudas, y esto es un hecho innegable. Sin embargo, es importante señalar que esta persona vegana no pretende ser ecologista; su elección de ser vegana es ética, motivada por su antiespecismo y su oposición a la opresión hacia los animales. Si bien el hecho de que el veganismo sea beneficioso para el medio ambiente es una ventaja adicional, no constituye el núcleo central del movimiento antiespecista.

Ahora, pensemos en la contradicción de alguien que se preocupa por el medio ambiente y decide tomar un vuelo para vacacionar y consumir ‘la naturaleza’, especialmente las zonas litorales, en nombre del derecho al ocio y la recreación, a menudo confundido con un supuesto derecho al turismo. En México, el turismo masivo de sol y playa es de las actividades económicas con mayores afectaciones ambientales al basarse, particularmente, en el modelo de polos de desarrollo bajo el esquema de los Centros Integralmente Planificados, iniciado en los 1970. La habilitación de playas en Cancún, Huatulco o Los Cabos ha implicado la deforestación de vastas extensiones de vegetación, la construcción de infraestructuras como aeropuertos, carreteras, trenes y complejos hoteleros, el vertido de residuos en el océano y la alteración de ecosistemas, todo ello para satisfacer las demandas de ciertos individuos en busca de experiencias. Además, los impactos en los ecosistemas son cada vez más significativos debido al aumento del turismo. Por lo tanto, ¿debería alguien que se autodenomina ecologista seguir siendo cómplice y continuar siendo turista, o debería actuar de manera coherente y abstenerse de viajar? Del mismo modo, alguien que se considera antiespecista dejaría de ser cómplice en cualquier actividad que implique la explotación animal.

Para complementar lo anterior, debemos reconocer que el veganismo no es infalible. No existe un veganismo perfecto, y afirmar lo contrario sería erróneo. Nuestra definición preferida del veganismo, la de The Vegan Society, sigue siendo la más completa hasta la fecha:

“Una filosofía y estilo de vida que busca excluir, en la medida de lo posible y práctico, todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales para la alimentación, la vestimenta u otros propósitos. Además, promueve el desarrollo y uso de alternativas libres de animales en beneficio de los humanos, animales y el medio ambiente”.

Es válido reconocer que, al igual que no existe un vegano perfecto, tampoco hay un ecologista perfecto. Sin embargo, quienes genuinamente se preocupan por el medio ambiente deben esforzarse al máximo por poner en práctica lo que defienden. Al boicotear al turismo y a la ganadería, altamente perjudicial al medio ambiente, el ecologista respalda sus convicciones con acciones concretas.

Convertirse en vegano no se trata de ser ecologista, aunque ello tenga un impacto positivo en el ambiente. La esencia del veganismo radica en una sola cosa: reducir la explotación, el sufrimiento y el sacrificio de animales. Aunque hay quienes adoptan una dieta basada en plantas inicialmente por motivos ambientales y luego se vuelven veganas al conocer más sobre otras formas de explotación animal, la mayoría toma la decisión, principalmente, por compasión hacia los animales. Sin embargo, ser ecologista implica un enfoque diferente.

Un ecologista es un ferviente protector del medio ambiente. Son individuos apasionados que dedican esfuerzos diligentes para preservar nuestro entorno. Sin embargo, si participan en prácticas que causan un impacto ambiental significativamente negativo, como el consumo de productos animales, sus acciones se vuelven hipócritas según la definición. Al optar por no cambiar, al menos, sus hábitos alimenticios, incluso cuando estos contradicen su labor como ecologistas, eligen mantener el disfrute personal derivado de esos alimentos, aunque ello implique causar sufrimiento a los animales que consumen. Esto es similar a si nosotros, como antiespecistas, decidiéramos usar prendas de vestir o calzado de cuero, o dirigir un circo que utiliza animales. Simplemente, careceríamos de coherencia.

Queremos dejar claro que no afirmamos que sea imposible ser un ecologista carnista. Después de todo, el especismo es una forma de discriminación muy arraigada en la sociedad. De hecho, es factible realizar un trabajo destacado como ecologista y luego regresar a casa para compartir una comida carnista con la familia. Esa posibilidad existe. Inlcuso, hasta podría darse la situación de que un ecologista viaje y busque degustar platillos típicos, elaborados a partir de ingredientes animales en su destino turístico. Sin embargo, quienes se sientan a esa comida después de un arduo día abogando por el medio ambiente, o quienes buscan probar un platillo carnista solo porque es patrimonio gastronómico local, caen en la hipocresía. Así, se necesita ser muy ingenuo para no ver la falta de congruencia de alguien cuyo interés en el activismo ecologista pretende crear conciencia sobre la devastación del medio ambiente en nombre del crecimiento económico, pero es incapaz de modificar los propios intereses, empezando por sus gustos al elegir el menú.

Es crucial resaltar que los veganos antiespecistas tienen un impacto positivo en el medio ambiente; sin embargo, el núcleo esencial de nuestro antiespecismo radica en la idea fundamental de que los animales no son meros recursos ambientales, sino seres sintientes que tienen sus propios intereses. Son fascinantes naciones distintas a la humana, cohabitantes del planeta con quienes debemos aprender a relacionarnos como individuos completos que enriquecen el entorno para todos. Al abandonar la creencia en nuestra superioridad y dominio sobre los animales y su hábitat, se desvanece esa visión errónea y perjudicial que la mayoría tiene de ellos: la de ser objetos de consumo.

Por eso es esencial, independientemente del tipo de activismo o lucha contra las injusticias que llevemos a cabo todos los días, ya sea ecologista, feminista, antirracista, antifascista… cuestionarnos si perpetuamos violencia contra otras víctimas, si la normalizamos, si la silenciamos para mantener nuestra comodidad. En muchos casos, ser llamados hipócritas, cuando nos ayuda a vislumbrar lo que antes permanecía oculto, puede ser lo mejor que nos suceda.

* Gino Jafet Quintero Venegas (@jafquven) es doctor en Geografía por la UNAM, con un posdoctorado en Bioética. Actualmente es Investigador Asociado “C” del Instituto de Investigaciones Sociales en el área de “espacio social” y profesor de Geografía y Ética en la FFyL. Declan Ramírez (@declanberdella) es arquitecto por la Universidad Autónoma de Durango, campus Zacatecas, y estudió música contemporánea en la Ciudad de México. Es activista por los derechos de los animales desde 2007, y ha utilizado la música y las plataformas digitales como medios de protesta hacia las diferentes formas de opresión.

Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.

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“Solo quería darle una vida digna”: el padre que vio morir a su hija asfixiada intentando llegar a Reino Unido
6 minutos de lectura
“Solo quería darle una vida digna”: el padre que vio morir a su hija asfixiada intentando llegar a Reino Unido

La familia de origen iraquí había pedido asilo en varios países de Europa, pero dicen que se lo denegaron y les dijeron que iban a ser deportados.

02 de mayo, 2024
Por: BBC News Mundo
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Ahmed Alhashimi está en la playa, gritando a las olas que van y vienen, golpeándose y arañándose el pecho, entregándose al dolor, la rabia y la culpa, que no desaparecen.

“No pude protegerla. Nunca me lo perdonaré. Pero el mar era la única opción que tenía”, solloza.

La semana previa, al amanecer, en ese mismo tramo de la costa francesa al sur de Calais, el hombre de 41 años se vio atrapado dentro de un bote inflable mientras gritaba para pedir ayuda, arremetía contra los cuerpos que lo rodeaban y rogaba a la gente que se moviera para darle espacio y poder agacharse.

Quería así rescatar a su hija Sara, de 7 años, de la oscuridad sofocante en la que había sido aplastada.

“Sólo quería que aquel hombre se moviera para poder levantar a mi bebé”, explica Ahmed.

Se refiere a un joven que era parte de un grupo más grande que embarcó en el último minuto, cuando el bote ya estaba alejado de la costa.

El hombre primero lo ignoró. Luego lo amenazó.

“Eso fue como la muerte misma. Vimos gente morir. Vi cómo se comportaban esos hombres. No les importaba a quién pisaban, fuera un niño o la cabeza de alguien, joven o viejo. La gente empezó a asfixiarse”, cuenta Ahmed con amargura.

Sara con un muñeco de peluche en la mano.
BBC
Sara, de 7 años, se asfixió cuando la gente la empujaba en el bote en el que intentaba cruzar de Francia a Reino Unido.

Aunque Ahmed es iraquí, su hija ni siquiera conocía ese país. Nació en Bélgica y pasó la mayor parte de su corta vida en Suecia.

En total, cinco personas murieron en el mismo incidente, víctimas de lo que debió parecer una agonizante estampida a cámara lenta.

Un equipo de la BBC presenció lo que sucedió.

Los traficantes escoltaban a sus pasajeros a través de la playa hacia un pequeño bote mientras usaban fuegos artificiales y empuñaban palos para protegerse de un grupo de policías franceses que intentaba, sin éxito, impedir que el grupo abordara en el bote.

Un bote inflable abarrotado se dirige al mar en el Canal bajo la luz de la luna. Un barco de la guardia costera francesa aparece en el horizonte.
BBC News
El bote inflable abarrotado se hace a la mar en el Canal entre Francia y Reino Unido.

“¡Ayuda!”

A medida que el barco se alejaba mar adentro, escuchamos a alguien gritar débilmente desde a bordo. Pero en la penumbra que precede al amanecer era imposible saber qué estaba pasando.

Al amanecer, la policía se alejaba ya de la orilla junto a un presunto traficante de personas y algunos de los migrantes que no subieron al bote.

Ahmed confirmó más tarde que el hombre que gritaba pidiendo ayuda era él, implorando desesperadamente a quienes lo rodeaban que salvaran la vida de Sara.

La esposa de Ahmed, Nour AlSaeed, y sus otros dos hijos, Rahaf, de 13 años, y Hussam, de 8, también quedaron atrapados entre la gente, pero podían respirar.

“Soy un trabajador de la construcción. Soy fuerte. Pero ni siquiera yo podía sacar mi pierna, atrapada en la multitud. No me extraña que mi pequeña tampoco pudiera. Estaba bajo nuestros pies”, dice Ahmed.

El cuarto intento

Este era el cuarto intento de la familia para cruzar de Francia a Reino Unido desde que llegaron a la zona hace dos meses.

La policía los sorprendió dos veces en la playa cuando luchaban por el seguir el ritmo del resto de migrantes, que corrían hacia el bote de un traficante.

Ahmed cuenta que esta vez, los traficantes -que cobraban US$1.600 por adulto y la mitad por cada niño-, les habían prometido que sólo 40 personas subirían a su bote, pero se sorprendieron cuando otro grupo de migrantes apareció en la playa e insistió en subir a bordo.

Sara estuvo tranquila al principio. Sostenía la mano de su padre mientras caminaban desde la estación de tren de Wimereux la tarde anterior. Luego, durante la noche, se escondieron en unas dunas al norte de la ciudad.

Poco antes de las 6 de la mañana, el grupo ya había inflado su bote. Luego, los traficantes les ordenaron que lo llevaran a la playa y corrieran con él hacia el mar antes de que la policía los interceptara.

Dice Ahmed que, de repente, un bote de gas lacrimógeno de la policía explotó cerca de ellos y Sara comenzó a gritar.

Una vez que subieron a la embarcación, Ahmed sostuvo a Sara sobre sus hombros durante aproximadamente un minuto, pero luego la bajó para ayudar a subir a bordo a su otra hija, Rahaf.

Fue entonces cuando perdió de vista a Sara.

Solo más tarde, cuando los equipos de rescate franceses los interceptaron en el mar y desembarcaron a algunas de las más de 100 personas hacinadas en el bote, Ahmed pudo por fin llegar hasta el cuerpo de su hija.

“Vi su cabeza en la esquina del barco. Estaba toda azul. Ya estaba muerta cuando la sacamos. No respiraba”, explica entre sollozos.

Desde entonces, las autoridades francesas atienden a la familia mientras esperan para enterrar el cuerpo de Sara.

Sara con su hermano Hussam y su hermana Rahaf.
BBC
Sara (derecha) con su hermano Hussam y su hermana Rahaf. Ya habían intentado cruzar el Canal tres veces.

“Era la única opción que tenía”

Ahmed dice que es consciente de las fuertes críticas en las redes sociales que ha enfrentado por parte de personas que le acusan de poner a su familia en un riesgo innecesario. Parece debatirse entre aceptar y rechazar tales acusaciones.

“Nunca me lo perdonaré. Pero el mar era la única opción que tenía. Todo lo que pasó fue en contra de mi voluntad. Se me acabaron las opciones. La gente me culpa y dice: ‘¿Cómo arriesgaste a tus hijas?’ Pero he estado 14 años en Europa y he sido rechazado”, dice Ahmed, y detalla los años de intentos fallidos para asegurar su residencia en la Unión Europea tras de haber huido de Irak después de lo que describió como amenazas de grupos de milicias.

Al parecer, Bélgica le denegó el asilo con el argumento de que Basora, su ciudad natal en Irak, estaba clasificada como zona segura.

Cuenta que sus hijos pasaron los últimos siete años con un pariente en Suecia, pero que recientemente le informaron que serían deportados, junto a él, a Irak.

“Si supiera que hay un 1% de posibilidades de quedarme con los niños en Bélgica, Francia, Suecia o Finlandia, me quedaría allí. Lo único que quería para mis hijos es que fueran a la escuela. No quiero ningún tipo de ayuda social. Mi esposa y yo podemos trabajar. Sólo quería protegerlos a ellos, a su infancia y a su dignidad”, continua.

“Si la gente estuviera en mi lugar, ¿qué harían? Aquellos que (me critican) no han sufrido lo que yo he sufrido. Ésta era mi última opción”, dice, apelando al gobierno británico en busca de solidaridad y apoyo.

El último dibujo que hizo Sara de su familia.
BBC
El último dibujo que hizo Sara de su familia antes de su cuarto intento por llegar a Inglaterra.

Eva Jonsson, profesora de Sara en Uddevalla, Suecia, describe a la niña como “amable y buena” en un mensaje de vídeo enviado a la BBC.

“Tenía muchos amigos en la escuela. Jugaban juntos todo el tiempo… En febrero nos enteramos de que la deportarían y de que sería rápido. Nos avisaron con dos días de antelación”, explica.

Después de enterarse de su muerte, la clase se reunió en círculo y guardó un minuto de silencio.

“Es muy desafortunado que esto le pase a una familia tan agradable. He enseñado a (otros) niños de esta familia y me sorprendió mucho la deportación”, dice la maestra.

“Aún tenemos la foto de Sara delante de nosotros y la guardaremos aquí mientras los niños quieran”.

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BBC

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